De los casi 20 minutos de gameplay de Elden Ring que ofreció From Software hace unas semanas, la imagen que provocó más impacto fue la del personaje contemplando el horizonte. Las brumas se propagaban por todos los rincones del mapa, advirtiendo sobre una aventura de tamaño colosal y rindiendo un cada vez más habitual homenaje a la escena introductoria de Zelda: Breath of the Wild.
Una estampa que rápidamente me genero dudas y asombro, comenzando a girar con más fuerza en mi mente tras ver cómo el juego comenzaba a darle una importancia mayor a la movilidad. ¿Está Miyazaki, un autor que ha dejado huella a lo largo de la última década, aprendiendo sobre uno de los mejores videojuegos de todos los tiempos? La respuesta es que sí, de una manera tremendamente sencilla y conservando lo que ha transformado a los Souls en titanes de la industria.
Han sido unas nueve horas que se han pasado volando. Lo mejor de la beta cerrada de Elden Ring ha sido disfrutar de cada instante de descubrimiento, de recordar sensaciones negativas y positivas. Lo peor de haber probado Elden Ring antes de su lanzamiento es que ahora toca esperar varios meses hasta su llegada oficial y va a ser imposible quitármelo de la cabeza. El GOTY de 2022 va a ser uno de los más reñidos en años.
Tan sencillo como eficaz
Bloodborne y Sekiro: Shadows Die Twice se han convertido en dos desviaciones dentro del imaginario creado por From Software. Uno apostando por una agresividad descarnada y el otro requiriendo del uso del parry como herramienta para sobrevivir. Ninguno posee la palabra Souls en su título y sus características especiales se basan principalmente en las mecánicas. Con Elden Ring el cambio de paradigma es muy similar.
Sin miedo a equivocarme, este nuevo juego podría haberse llamado perfectamente Dark Souls IV. Cualquier veterano de la saga encontrará puntos reconocibles e inconfundibles de las entregas anteriores. El catálogo de monstruos, los combates a cara de perro y las situaciones imprevisibles se encuentran por doquier, aunque un único ingrediente se añade a la fórmula cambiando el sabor: el mundo abierto.
No tiene mayor misterio. Elden Ring recoge el denostado y celebrado, a partes iguales, esquema de mundo abierto que ha usado hasta la saciedad Ubisoft, ha creado Rockstar y ha refinado Nintendo. Es elogiable como un creador como Miyazaki, que ya se encuentra en el altar de los diseñadores de los videojuegos, es capaz de fijarse en lo que hacen bien el resto de los alumnos de la clase para incorporarlo a su trabajo.
Elden Ring toma la movilidad de Breath of the Wild a través de una posibilidad que jamás ha estado realmente implementada en sus obras como es el salto. Un único botón dedicado a que nuestro personaje pueda saltar transforma por completo la visión hacia las mazmorras, muros, barreras y hasta de los combates contra enemigos. Burdamente podíamos realizar saltos en Dark Souls, pero muchas veces quedaba a la suerte de tener puntería con una mecánica que no estaba pensada para crear atajos artificiales.
En Elden Ring los podemos generar con gran sencillez. ¿Quieres evitar a ese grupo de caballeros con antorchas y espadas? Rodéales por las rocas y camúflate entre los setos. ¿Es muy difícil la entrada principal de un castillo? Comienza a escalar por las ruinas laterales hasta encontrar un camino más cómodo. Todo ello sin que se nos agote en ningún momento la resistencia, la cual queda reservada para cuando nos encontramos en mitad de una refriega.
De verdad, si las locuras que son capaces de hacer los jugadores de los Souls, con la brutal dedicación que posee la comunidad, permiten crear estrategias inimaginables, en Elden Ring el festival de la originalidad apunta a ser de época. Aunque siempre ha habido libertad en los Souls, la libertad se ceñía al camino. En Elden Ring ya no solo es el camino, sino cómo abordamos el camino.
En este viaje también tendremos a Torrentera, nuestro corcel que sirve como transporte. Con un simple silbido podemos convocarle desde la nada y hacer que desaparezca a conveniencia. A sus lomos podemos recorrer rápidamente los escondrijos de las Tierras Intermedias e incluso impulsarnos verticalmente a grandes alturas gracias a enormes torbellinos de aire. Habrá que cuidarle bien, ya que aunque tiene doble salto, no es inmune a las grandes caídas, así como a los ataques enemigos. Su presencia es de agradecer aunque, una vez más, nada nos obliga a llamarle ni una sola vez.
La esencia de antaño con una pizca de sal
Lo recuerdo para aquellos que puedan sentirse asustados. Elden Ring es todo lo que un amante de From Software puede esperar. Un mundo misterioso como el de la Tierras Intermedias, repleto de personajes peculiares y atiborrado hasta las trancas de monstruos, mazmorras, secretos y una cantidad abrumadora de horas por delante. Si un Souls habitual se acerca a las 35 horas de media para completarlo, Elden Ring apunta a una duración sin precedentes. La beta cerrada tan solo ha permitido explorar una zona pequeña en comparación con el resto del mapa, pero que contiene en su interior tal riqueza que asusta con pensar cuando tengamos todo el escenario a nuestra disposición.
Ya no existen las típicas hogueras, ahora sustituidas por los Lugares de gracia que cumplen con la misma función. Ahí podemos descansar, subir de nivel, hacer que pase el tiempo y cumplen con una función superior: nos indican el camino a seguir con una estela de luz hacia el siguiente objetivo. Podemos hacerle caso si queremos o no, no hay ninguna regla sobre ello. Y es que con el mismo propósito se encuentra la brújula, la cual permite situarnos en un mundo enorme, una apertura de mano de Miyazaki, en contraposición a ese puño de hierro con el que dificulta las partidas a sus juegos. Es una pequeña ayuda para un viaje que se antoja, como siempre, complicado.
Nada más llegar al exterior de la cueva en la que comienzo, al Necrolimbo, un Centinela Agreste me da la bienvenida con su hacha gigante y a lomos de un caballo. Ante una muerte segura y continuada, decido irme hacia un pantano, en total contraindicación a lo que la luz de gracia me señala. En un entorno más ¿tranquilo? practico mis espadazos de Guerrero ante perros rabiosos, muertos vivientes o cangrejos gigantes. Todo parece ir sobre ruedas, hasta que sin previo aviso otros tres crustáceos surgen de lo más profundo de las aguas y comienzan a intentar aniquilarme. Toca retirada y comenzar a recalcular los planes a seguir.
Mientras, observo como engendros en forma de murciélago cuidan a sus crías, asustan a pequeños animales y defienden su territorio. Las cabras se juntan en rebaños, las tortugas buscan su lugar sin molestar y las libélulas gigantes tan solo intentan hacer la puñeta. Un campamento repleto de soldados, custodiando cofres con tesoros, es un objetivo muy jugoso para el más hábil utilizando la estrategia del sigilo. Las hierbas altas permiten el camuflaje perfecto, a la vez que recolecto todo tipo de materiales que la naturaleza me proporciona para fabricar objetos.
Es un pequeño ejemplo, sencillo, de lo que puede suceder con total normalidad en Elden Ring. Todo ello en combates que son muy similares a lo visto en Dark Souls 3, intentando siempre rotar para coger la espalda o un flanco a la vez que rodamos sin parar. Los golpes críticos por la espalda siguen presentes, los malos timing continúan siendo letales para nuestro destino y la magia puede ser absolutamente letal. De hecho, la habilidad especial de mis cimitarras consistía en enviar fuertes vientos en línea recta, lo que puede llegar a noquear momentáneamente al enemigo y le resta mucha vida.
El salto también cumple su papel aquí. Si saltamos y golpeamos a la vez, podremos quebrar la postura del enemigo, dejándolo completamente expuesto. El sigilo no juega ni mucho menos un papel secundario en Elden Ring. Más de una vez me ha servido para sortear con facilidad varios enemigos a la vez o para sorprender a otros por la espalda. Y no estamos hablando de un Metal Gear o Splinter Cell, sino que sencillamente todo se reduce a agacharnos para que sea más difícil detectarnos.
No puedo hablar tan bien del combate a caballo. Quizás sea culpa mía, pero no he hallado toda la utilidad que se le presupone, más allá de servir contra enemigos muy grandes. Los espadazos resultan imprecisos y al final terminas renunciando a pelear de esa forma. Eso sí, las invocaciones son el recurso perfecto para aquellos que se nos atragantan los jefes más imponentes. Sin embargo, la otra cara de la moneda es ser invadido y verte en mitad de un duelo mientras otro espíritu te ayuda en el combate.
Siéntete como en casa, pero descubre lo que tenemos por ofrecerte. Los cambios se notan, pero con respeto y sin ser lo suficientemente rupturistas con su pasado. Seguiremos encontrando situaciones injustas, dragones cayendo del cielo, gigantes saltando hacia nosotros o pequeños ejércitos dispuestos a bombardearnos a flechazos. Más de un mando seguirá corriendo riesgo de no sobrevivir a las partidas.
No hay que olvidar las mazmorras en un Souls. Si bien el objetivo principal es acudir al imponente castillo que pudimos ver en el gameplay, hay multitud de cuevas, recovecos y pasadizos por los que colarse. Muchas veces están indicados por tenebrosas estatuas, pero otras están simplemente escondidas. Son muy cortas, apenas un par de pasillos y dos o tres trampas para desembocar en la pelea contra un jefe opcional. En el caso del castillo, la beta no permite explorarlo completamente a fondo, aunque todo apunta a que volveremos a vivir los míticos atajos de los Souls.
Con todo, el mundo de Elden Ring no recoge algo mucho más difícil de replicar y que sí hace con maestría Red Dead Redemption 2. El mundo no es orgánico, no se siente vivo. Hay momentos de simulación, como manadas de lobos corriendo por el campo o un enorme carro tirado por gigantes, pero todo sigue sintiéndose igual que en el resto de Souls. Nada se mueve si tú no te acercas, todo está muerto hasta que tu presencia le otorga vida. Así siempre ha sido en los juegos de Miyazaki y así sigue siendo en Elden Ring.
Una obra de arte
Queda por ver cuánto es el peso del señor George R. R. Martin en la trama de Elden Ring, pero lo que no deja atisbo a la duda es que visualmente es una pasada. Elden Ring se ve bien, muy bien, a nivel gráfico no es puntero, pero está por encima de la media. Y si por puro músculo técnico no iguala a sus competidores, arrasa a nivel artístico.
Da igual que hablemos de Demon's Souls o de Sekiro, ni una sola vez flaquea el equipo de desarrollo. Bravo por los diseñadores en este sentido, porque el bestiario que nos encontramos es inmenso y vuelvo a recalcar que apenas estamos en una región de un vasto mapa. Gárgolas, primates cavernícolas, guerreros esqueletos, medusas flotantes y hasta amasijos de carne y vísceras. Todo luce a un nivel fantástico.
Los jefes tampoco se quedan atrás. Aquí es donde se anotan más tantos desde el estudio, ya que cada uno de ellos posee su propio carisma, inconfundibles a la vista. Perros guardianes de piedra, hombres lobo de las cavernas o criaturas indefinibles, todo tiene cabida en la imaginación de From Software y así lo han plasmado. Todo lo que pudimos ver en el gameplay previo es real y así ha lucido en la beta cerrada.
Es importante recalcar que todavía está en fase de desarrollo y he experimentado caídas de FPS ocasionales en PS5, independientemente de situaciones de estrés para el título. Algún que otro bug con enemigos invisibles también ha habido, pero no parece nada que no se pueda solucionar hasta el lanzamiento.
Son muchas, muchas las sensaciones positivas que me ha transmitido Elden Ring. El comienzo del 2022 apunta a ser un tremendo atracón de videojuegos, donde a principios de año se presentarán más candidatos a GOTY que en todo lo visto en 2021. Desde luego, Hidetaka Miyazaki y todo su equipo ha trazado las vías para que el tren del hype se ponga en marcha y a toda máquina.
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