Parece que Nioh 2 salió hace más de un año, pero lo cierto es que lo hizo el primer trimestre de este 2020 para olvidar. Desde entonces, alguna partida esporádica para seguir desbloqueando más cosas, hasta que hace unos días me dio por profundizar en su primera expansión disponible, el DLC "El discípulo del Tengu".
Es el primer contenido de peso que recibe desde su lanzamiento, sin olvidar el más que útil modo foto (porque pausa la partida), que llegó en mayo. Su precio (9,99 euros), el habitual para las expansiones del anterior Nioh, fiel reflejo de lo que nos espera. Y sin ser la bomba, ha logrado que me enganche de nuevo.
Retrocediendo más si cabe en el tiempo de Japón
Lo primero que llama la atención de este Nioh 2: El discípulo del Tengu es que se desarrolla en el año 1185, casi 400 años de diferencia respecto a la historia principal de esta entrega. Aquí llegaremos hasta la región costera de Yashima, en la etapa final del periodo Heian. Y todo para descubrir la relación entre Otakemaru y la legendaria Sohayamaru, que se vislumbró al final de la historia principal.
El inicio promete, tras esa cinemática con una batalla en el puerto contra los Yokai, hasta que pasamos a la acción y nos toca sufrirlo en nuestras carnes. El escenario no podía ser más bonito y a la vez mostrar la cara más dura de esta clase de juegos: mucha agua y plataformas de poco recorrido para fomentar las caídas y posteriores muertes por ahogamiento. La tensión y precaución se dan la mano.
A pesar de contar con un buen equipo, todos los enemigos propinaban mucho más daño que en las últimas misiones de la historia principal, de ahí que fuese con mucho miedo y cautela al principio, midiendo cada paso al milímetro en las barcas, intentando llamar la atención de los Yokai en zonas más o menos seguras, y habilitar los primeros atajos cuanto antes. Por suerte, me fue bien y tan solo me mataron un par de veces. Y acerté yendo a lo kamikaze hasta el otro santuario.
Porque este tramo marítimo es rebuscado y nos obliga a dar varias vueltas, topándonos con varios de los peores Yokai de todo el juego y con el añadido de uno de los que debutan en esta expansión, unos cangrejos con máscara que nos dan una auténtica burrada de amrita. Hasta los pequeños dan la misma cantidad.
Aproveché para farmear unos cuantos niveles en pocos minutos, que necesitaba más puntos en las ramas de ninjutsu y onmyo, hasta que decidí afrontar el primer duelo: Benkei. Y ahí me topé de bruces con uno de los enemigos más puñeteros de todo Nioh 2 por lo agresivo que resulta, el poco margen que da a los errores y la burrada de vida que consume con sus ataques. Un jefe que, casualmente, nos deja dos sorpresas (que omitiremos) a lo largo de esta corta, pero intensa, expansión.
Esta fase acabó derivando en un duelo contra un jefe ligeramente parecido a uno que afrontamos en el primer Nioh. Y lo curioso es que no es el único que hará su regreso aquí, puesto que hay uno de lo más chispeante que nos hará la vida imposible en una misión secundaria. ¿El problema? Que este DLC deja de innovar.
El discípulo del Tengu (y del déjà vu) en Nioh 2
Sí, pese a encontrarnos en una región nueva, la parte costera es un mero espejismo de lo que vendrá después, con unas pocas zonas que no forman parte de la historia principal, pero que cuentan con un diseño más familiar y sin el atractivo del puerto. Además, esta falta de innovación se contagia en los jefes.
Irónicamente, hasta resulta más fácil superada la primera región, pese a tener que hacer frente al Yokai Nupepo, que también debuta en esta entrega: una masa deforme que entre sus múltiples ataques está uno en el que podrá absorbernos.
Por desgracia, esta expansión no ofrece mucho más en cuanto a enemigos nuevos, salvo el jefe final. De hecho, pese a contar con una decena de misiones (con algunas que habrá que desbloquear cumpliendo ciertos requisitos), tan solo son tres las que de verdad cuentan como novedosas al ofrecer escenarios distintos y con Kodama a rescatar. Pero ninguno tan llamativo como el del puerto.
En cualquier caso, Nioh 2 vuelve a mostrar por qué es uno de los alumnos aventajados de Dark Souls, especialmente en cuanto a esa disposición con tanta mala baba para esconder a los enemigos y que dependamos de algún sensor para evitar disgustos. O estar constantemente controlando la cámara y dando pasos cortos en zonas conflictivas. Además, aquí están los Yokai más puñeteros.
La historia, de todas formas, no da para mucho debido a que técnicamente, de las tres misiones con "chicha", dos son las que forman parte de la rama principal de este viaje al pasado. Y tampoco da tiempo a cogerle cariño a los personajes que salen ahí, pese a alguna que otra sorpresa que preferimos omitir para no chafar.
¿Y qué hay de la vara doble, la nueva arma? Es casi como los nunchakus de Michelangelo de las Tortugas Ninja, salvo por el hecho de que los dos "palos" son más largos (de ahí lo de vara) y que se pueden juntar formando una vara mucho más grande, como si fuese un odachi. La gracia es que hay diversos combos que varían su tamaño, teniendo alguno donde podremos atacar indiscriminadamente con la vara doble "suelta". No está nada mal, pero me sigo quedando con otras.
En resumen, por lo que cuesta El discípulo del Tengu de Nioh 2, tampoco se puede pedir mucho más. Cumple con lo justo, pese a desinflarse en seguida. Y eso que logró que me volviese a enganchar de manera muy mala a este trabajo de Team Ninja. Además, para farmear viene que ni pintado: 50 niveles a lo loco.
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