Overwatch es uno de esos productos que deben su éxito a los demás. Pero no porque hayan plagiado ideas o personajes, sino porque han sabido reunir lo mejor de cada casa y experimentar hasta dar con la fórmula maestra.
El título de Blizzard combina la visceralidad de un shooter en primera persona como CS:GO con ese estilo jugable tan “fácil de entender, difícil de dominar” que ha colmado de éxitos –y de dólares– a League of Legends.
En Overwatch —y su continuista secuela, recién anunciada—, cada jugador elige uno de los muchos personajes del juego para formar equipo con otros cuatro jugadores y cumplir, siempre mediante el juego en equipo, los objetivos que nos plantean sus múltiples modos de juego.
Es un FPS, sí, pero a diferencia de juegos como Counter-Strike, en Overwatch no vamos a armarnos con una AK-47. En el arsenal de Overwatch lo mismo nos encontramos una katana o un lanzacohetes que un arco que invoca dragones chinos o una pistola de rayos congelantes. ¿Hemos hablado del hámster que pilota su propia bola motorizada? Porque de eso también hay.
Si hubiese que definir a Overwatch con una palabra, esa palabra sería ecléctico. Y divertido, muy divertido.
Imagen de cabecera | Overwatch
Ver 3 comentarios