En la serie anime de Yu-Gi-Oh! hemos podido ver cómo en infinidad de veces sus personajes logran realizar estrategias muy sorprendentes con sus mazos de cartas en los que no paran de sacar monstruos y cartas mágicas y de trampas. Ya sea por el corazón de las cartas o por el poder del guion, pero siempre consiguen las que más necesitan en el momento oportuno mientras sus mazos no parecen disminuir jamás, como si fuesen infinitos.
Sin embargo, la realidad es que en el juego de cartas de la vida real solo se puede contar con mazos que tengan un mínimo de 40 cartas y un máximo de 60. Es una de las normas oficiales que estableció Konami, pero lo cierto es que eso no ha sido siempre así. Al existir tantas cartas diferentes, lo normal es encontrarse con mazos de todo tipo y muy distintos unos de otros, aunque algunos están pensados para trolear a la gente directamente.
Eso mismo es lo que decidieron hacer un par de jugadores alemanes que participaron en un torneo que se llevó a cabo en Hannover en el año 2007, ya que se presentaron en este campeonato con una caja gigante en cuyo interior se encontraba su mazo compuesto por un total de 2.222 cartas. ¿Una auténtica locura? La verdad es que sí, pero el motivo se debió a que no existía ninguna regla que impidiese que pudiesen hacer algo así.
Por lo tanto, no dudaron en acudir a este campeonato para marcarse una troleada histórica que sin duda marcó un antes y un después en el juego de cartas oficial. Sobre todo porque los jueces no podían negarles su participación, pero es que encima no se trataba de un mazo cualquiera, porque este contenía una serie de cartas que obligaban a rebuscar entre ellas para extraer una en concreto. Eso sí, al realizar esta jugada es necesario barajar de nuevo todas las cartas.
Imaginaros cómo tenía que ser hacer algo así en un mazo de más de 2.000 cartas. Por supuesto no era algo que conllevara unos segundos, sino que podía tardar varios minutos y eso sumado al tiempo que perdía en buscar la carta que necesitaba. En definitiva, la estrategia era muy simple y básicamente consistía en aburrir profundamente a los adversarios al alargar hasta la eternidad la partida.
Ante esta situación, los jueces se reunieron con uno de los responsables de este mazo para solicitarle amablemente que por favor dejase de jugar y abandonara el torneo, porque era totalmente imposible barajar las cartas en un tiempo medianamente razonable. Sin duda, es una de las situaciones más disparatadas que se haya visto jamás en un torneo, pero también de las más cómicas, porque como ya hemos señalado no estaba incumpliendo ninguna norma, porque en aquel momento solo se pedía que los mazos tuviesen un mínimo de 40 cartas.
Como todo esto dejó en ridículo a Konami, la compañía tomó buena nota, de ahí que justo unos meses después, ya en 2008, cambió las normas para que ningún mazo pudiese superar las 60 cartas, así que al menos la troleada sirvió para darle algo más de sentido al juego oficial de Yu-Gi-Oh!.
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