Kombos, patadas voladoras y fatalities en todas las direcciones. Mortal Kombat consiguió una popularidad enorme gracias a su violencia explícita, pero su estatus de saga de culto proviene del empeño de sus creadores por superarse con cada entrega. Un proceso delicado, desde luego ya que la expresión "si algo funciona (y gusta) no lo toques demasiado" se aplica a rajatabla en los juegos de lucha. Sin embargo, la salida por la tangente de Mortal Kombat: Shaolin Monks hacia el beat'em up fue mucho más que un soplo de aire fresco: redefinió y asentó todos los aspectos claves de la franquicia. Desde la manera de jugar al propio trasfondo.
Técnicamente hablando, podemos considerar Mortal Kombat: Shaolin Monks tanto un capítulo perdido (hasta entonces) de la saga que, conforme avanzamos, acaba convirtiéndose en una especie de remake de Mortal Kombat II. Dicho así parece algo especialmente complejo, pero al final se trata de abrirnos pasos a base de tortazos en detalladísimos escenarios tridimensionales hasta enfrentarnos al gran enemigo de turno. Por lo general, un personaje muy reconocible del torneo del dragón. Eso sí, el verdadero golpe sobre la mesa dado por Midway no fue su premisa, sino su exquisita jugabilidad.
Mortal Kombat: Shaolin Monks toma el testigo de Mortal Kombat Mythologies: Sub-Zero y Mortal Kombat: Special Forces. Pero lo hace bien. Aquellos fueron dos intentos fallidos -al menos, en lo que respecta a recepción y ventas- por expandir la franquicia hacia nuevas direcciones. Shaolin Monks triunfa sobre ellos y, en el proceso, hereda lo que mejor supieron hacer: llevar a personajes icónicos más allá de la lucha arcade mientras el fan redescubre la saga desde una perspectiva diferente. Una aventura colmada de esa acción exageradamente visceral y toneladas de guiños a las entregas anteriores.
Y pese a que, técnicamente, Mortal Kombat: Shaolin Monks es un beat'em up a efectos jugables y en lo que respecta a su esquema de progresión, lo cierto es que su alucinante propuesta de juego va mucho más allá del legado de los clásicos Yo contra el barrio: su manera de introducir elementos de aventura, plataformas o combates en escenarios tridimensionales aporta una enorme variedad al conjunto y el desarrollo de la historia. Y que en el proceso llegase colmado de extras y desbloqueables revalidó una apuesta valiente y, sobre todo, divertidísima.
Suficientes elementos como para lograr un hito mayor: Mortal Kombat: Shaolin Monks puede presumir hoy de ser uno de los mejores y más completos títulos de toda la franquicia. Y pese a que visualmente sufre los efectos colaterales de la retrorotura tan propios de todos los títulos 3D lanzados en torno al cambio de milenio, lo cual hace que envejezca peor que los clásicos pixelados, su rejugabilidad, su enorme cantidad de secretos y su manera de saciar al jugador en cada uno de sus apartados lo convierten en una auténtica joya atemporal que, desafortunadamente, no ha trascendido de PS2 y la Xbox original. Al menos, por ahora.
Shaolin Monks, el final de Mortal Kombat solo fue el principio
El taimado hechicero devorador de almas Shang Tsung contempla el clímax de Mortal Kombat desde su trono, pero ni su pose serena consigue disimular su cada vez mayor impaciencia. Las reglas establecidas por los dioses antiguos establecen que el imperio del mundo exterior solo podrá conquistar otros reinos, como el de la Tierra, si sus guerreros elegidos resultan victoriosos en diez torneos frente a los campeones locales. Shang Tsung ha ganado ya nueve, y hará cualquier cosa para que se produzca la conquista. Incluso, si no consigue ganar el décimo.
Viendo los acontecimientos, el mismísimo Shang Tsung decidió tomar parte en los acontecimientos y enfrentarse con sus poderes y sus propias tretas a Liu Kang, el monje shaolín y el gran elegido de dios Raiden protector de la Tierra. Con todo en contra, lo que no contaba ninguno de ellos es que en el momento aparecería un salvador que siempre había estado infiltrado en el torneo: el afilado sombrero de Kung Lao logra rescatar a Kang e impedir que el hechicero se apodere de su alma. Destruida la tapadera, tocará tomar parte en el combate.
Mortal Kombat: Shaolin Monks arranca desde lo que podemos denominar los compases finales del videojuego original de Mortal Kombat y, a partir de ahí, ofrece al jugador un viaje protagonizado por los dos monjes shaolin Liu Kang y Kung Lao que les lleva desde la fortaleza de Shang Tsung hasta la Tierra y, de ahí, hasta el mundo exterior. Mostrando esa historia jamás contada de lo que pasó entre los dos primeros juegos de la saga del fatality y, llegado el momento, reintroduciendo los acontecimientos y a los personajes de la secuela desde una perspectiva completamente original.
Ed Boon y John Tobias llevaban años deseando ofrecer a los fans de Mortal Kombat un juego que no solo fuese brutal y divertido, sino que realmente ofreciera una historia ambiciosa, sorprendente y capaz de captar el rico trasfondo creado para la saga. Sus intentos anteriores habían no sido pasos en falso, sino que habían fracasado al experimentar con maneras de jugar que rompían en buena medida con la esencia de la saga o, en el caso de Mortal Kombat: Special Forces, se abrieron paso tras un desarrollo complejo y casi de cualquier manera. Lo cual no justificaba el resultado.
Y, si bien, Mortal Kombat: Shaolin Monks jamás se creó para sustituir a la saga de lucha (Midway dejó muy claro que ya se estaba trabajando en la próxima entrega) logró encontrar su propio espacio entre los capítulos principales de la misma a la vez que arrojaba nueva luz y una perspectiva completamente original a lo ya ocurrido en la trilogía clásica. Un doble acierto, ya que así no se solapaba la etapa en desarrollo y comenzada desde la quinta entrega (Mortal Kombat: Deadly Alliance) y se le daba un nuevo valor a unos juegos que jamás pasaron de moda.
Lógicamente, Midway supo exprimir las posibilidades narrativas de los sistemas en los que apareció el juego, combinando escenas cinemáticas con tramos interactivos en los que hay que avanzar a base de usar la fuerza bruta con un propósito definido. Y, en el proceso, regando el conjunto con historias paralelas jamás contadas de personajes muy queridos y montones de secretos. Incluyendo un sistema para desbloquear el clásico Mortal Kombat II a base de superar cinco misiones propuestas por Smoke. Un extra sensacional que, por cierto, no pasó el corte en las versiones PAL (Europeas) del juego.
Pero, siendo sinceros, Mortal Kombat: Shaolin Monks estaba diseñado para que el jugador jamás se aburriese. Sobre todo, al jugar en compañía.
Los mamporros Shaolín de Midway se disfrutan más y mejor a dos mandos
Sobre el papel, Mortal Kombat: Shaolin Monks ya era un acierto total: ofrecernos tomar parte en la historia que conecta las dos primeras entregas de la saga mientras descubrimos una aventura completamente original tiene un enorme atractivo. Pero lo que el juego fuese un éxito en lugar de una oportunidad perdida -como lo fue Special Forces- fue la jugabilidad. Siendo sobresaliente como juego de acción, pero todavía mejor como beat'em up cooperativo.
Lógicamente, y para la ocasión, Midway rediseñó por completo la manera de jugar frente a todo lo hecho anteriormente. Sin embargo, el paso al frente de cara a otros spin-off es que da gusto repartir patadas, combos y movimientos fulminantes con estos monjes shaolín. Tanto con los pies en la tierra como a través de un esquema especial de ataques en salto. Y no solo eso: los escenarios se prestaban de maravilla a ser usados, permitiéndonos trinchar a nuestros enemigos en el techo o aprovechar las catapultas para quitárnoslos de en medio.
Un golpe rápido, uno fuerte, uno para lanzar al enemigo y otro para saltar. No se trata simplemente acomodar el esquema de botones, que también, sino lograr que el ritmo sea bueno. Que haya una verdadera variedad y hacer el conjunto sencillo. Y ojo, que entre una cosa y otra hay mucho margen para Fatalities: conforme avanzamos desbloquearemos remates mortales que ejecutaremos como si fuesen movimientos especiales. ¿Cómo iba a faltar la sangre y el contenido explícito en la ecuación?
Según vamos avanzando vamos fortaleciendo y dándole variedad al repertorio de movimientos de Liu Kang y Kung Lao. Y lo que es mejor: además de contar con escenarios enormemente interactivos y con toneladas de secretos, en los que da gusto perderse, uno de los mejores aciertos del juego es cómo se promueve el cooperativo con golpes combinados o incentivando que los dos monjes shaolín ataquen de manera coordinada o se den el relevo al llevar la iniciativa frente a un enemigo.
Y entre un tramo y otro, zonas de exploración y plataformeo que da gusto recorrer, así como grandes enfrentamientos contra jefazos y otros iconos de Mortal Kombat en los que se busca ofrecer al jugador un combate similar al de las entregas contemporáneas, pero sin perder de vista que se trata de un beat'em up y, en consecuencia, cómo los grandes enemigos deben actuar. Con sus rutinas de ataque, sus propios movimientos especiales inspirados en los de los Mortal Kombat clásicos.
De hecho, Mortal Kombat: Shaolin Monks puede jugarse perfectamente con un único mando, pero donde encuentra su excelencia al compartir partida y aventuras. Dicho lo cual, sería injusto decir que solo tenemos dos protagonistas a la hora de escoger: tras las dos siluetas de la pantalla de selección encontraremos a Scorpion y Sub-Zero, quienes también tienen su propio papel. Y ojo, que además de la propia campaña de juego ya un modo Versus en el que podemos elegir también a Johnny Cage, Baraka, Kitana y Reptile. No se puede negar que Midway puso toda la carne en el asador.
Cómo Mortal Kombat: Shaolin Monks reinventó la saga del fatality
Mortal Kombat era la gallina de los huevos de oro de Midway, y si lanzar un nuevo juego de lucha al año era casi inviable (el caso de los videojuegos de deportes sigue siendo muy excepcional), desde mediados de los 90 se propuso ampliar la franquicia hacia nuevas direcciones.
En el cine, la televisión e incluso los cómics funcionaba de maravilla, pero -siendo sinceros- en lo que respecta a los juegos de aventuras y plataformas lo único logrado es que a los fans les diera un escalofrío al anunciarse un nuevo spin-off. Y no es para menos.
Con la salida de John Tobias de Midway, la franquicia intentó reinventarse en varias ocasiones mientras relanzaba las entregas clásicas. Con Mortal Kombat Deadly Alliance se encontró una dirección que seguir y un punto de inflexión casi sin retorno para la historia: Shang Tsung asesinó a Liu Kang. ¿Qué va a pasar con la Tierra? Lógicamente, y como se espera de todos los grandes juegos de lucha, sus creadores tardarán un par de entregas en traerlo de vuelta de entre los muertos, Más o menos.
En ese contexto, Mortal Kombat: Shaolin Monks supuso una oportunidad para combinar todo lo avanzado hasta entonces y aquello que realmente funcionaba a nivel comercial: Liu Kang regresaba, revisitábamos los clásicos y, en el proceso, se ofrecía a los jugadores un nuevo Mortal Kombat entre entregas en un margen de tiempo anual sin quemar la franquicia principal.
Una oportunidad para regresar a un Mortal Kombat II que para muchos hasta entonces, incluyendo el propio Ed Boon, supuso el cenit de la saga. Aunque, siendo justos, el plan original era que el protagonista del juego fuese un Raiden que asomará en la historia pero no será elegible ni siquiera en el modo Versus. Y ojo, que por aquel entonces ni siquiera se había planteado el cooperativo.
De hecho, que Mortal Kombat: Shaolin Monks tuviese un modo Versus se debe a un bug durante la etapa de desarrollo. Básicamente, los personajes del juego acababan golpeándose entre sí, y pese a que aquello entorpecía el avance a lo largo del juego, resultaba una experiencia realmente entretenida y totalmente fiel a la saga. Y, sin embargo, el juego no necesitó ese modo enfrentamiento para consagrarse como uno de los juegos de Mortal kombat más queridos y recordados.
Pese al escepticismo generado, y más que justificado), la acogida de Mortal Kombat: Shaolin Monks fue muy cálida. Tanto en lo que respecta a los fans como en unas ventas que superaron el millón de copias vendidas. Unas cifras realmente impresionantes para la época y, sobre todo, para una entrega más experimental que funcionaba en paralelo al despliegue de la franquicia. Otra cosa es que Midway estuviese severamente tocada como compañía y tuviese que enfrentarse a su propio fin apenas unos años después.
¿Lo mejor de todo? Que veamos la duodécima entrega de Mortal Kombat era un movimiento predecible, pero hubo un momento en el que Ed Boon preguntó a los fans si querían un remaster de Shaolin Monks o de cualquier otra de las entregas más populares de la saga, obteniendo casi la mitad de los votos frente a Mortal Kombat (2009), Mortal Kombat Deception o el mismísimo Mortal Kombat II. Desde entonces, y cada poco tiempo, comparte sus sueños por una secuela o un remake.
Mortal Kombat: Shaolin Monks fue lanzado en un 2005 sensacional para la industria del videojuego y crucial para la saga Mortal Kombat. Casi dos décadas después, el peso de las siglas y la marca del dragón vuelve a reposar en los hombros de Liu Kang con Mortal Kombat 1. Una entrega que, por cierto, tiene muchas cosas en común con este beat'em up: su manera de expandir valientemente la historia, de promover que haya combates en parejas a través de los kombatientes kameo o un empeño especial por asentar lo ya conocido desde una nueva perspectiva.
¿Veremos el regreso de Mortal Kombat: Shaolin Monks? Con un dios del fuego reescribiendo alegremente la historia de la saga, todo es posible.
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