Lo mejor de Horizon Forbidden West: Burning Shores es que por fin ha dejado de tomarse en serio

Lo mejor de Horizon Forbidden West: Burning Shores es que por fin ha dejado de tomarse en serio

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Burning Shores

Hasta hace unos días, mi situación con Horizon Forbidden West es muy similar a la que vivía en su día con Gears Of War 5 y, tal y como ocurrió en el juego de Microsoft, con la evolución de la franquicia se terminó cayendo en ideas que dejaron un sabor de boca un poco amargo.

Si hoy metemos en un mismo saco a dos juegos tan distintos entre sí es porque, tal y como ocurrió con el DLC de Machacacolmenas, con Burning Shores la aventura de Horizon Forbidden West gana todo lo necesario para reconciliarme con la franquicia. La clave, una vez más, estaba en no tomarse tan en serio.

Los tropiezos de la saga Horizon

Pese a que mis sensaciones con Horizon Forbidden West fueron mejores que las vividas con Gears 5, me fue muy difícil separar aquellos primeros e ilusionantes compases con una segunda mitad que flojeaba bastante. Incluso habiéndolo jugado antes de Elden Ring, por aquello de no haberme intoxicado con lo que descubriríamos sobre las posibilidades de su mundo abierto, a la aventura de Aloy ya le faltaba algo.

Recorrer un escenario inmenso pero sin demasiado por ver se terminó haciendo cuesta arriba, la exploración dejó de ser interesante tras saltar el tiburón en Las Vegas, y aún a día de hoy sigo pensando que su historia descarriló por completo al mirar hacia las estrellas en vez de seguir desvelando misterios en tierra firme.

Sin embargo, pese a todos los peros que pudiese ponerle, incluido un control que sigue pareciéndome muy pobre para un juego de estas características, la fórmula de cazar máquinas con daños elementales y estrategias de dañar puntos débiles me sigue pareciendo sobresaliente.

Reducir a escombros a bestias gigantes sigue siendo impresionante, y en este DLC de Burning Shores el juego parece haber tomado consciencia de hasta qué punto esa es una baza mucho mayor que la de los paseos innecesarios, las chapas insulsas sobre la tribu X, y la exploración sin punto medio que pasa de ser interesantísima a un mero trámite.

Burning Shores

Lo mejor de Burning Shores

Con la excusa de otro enemigo del que nadie se había percatado hasta el momento, Burning Shores nos lleva hasta Los Angeles para, lamentablemente, desaprovechar bastante el escenario tal y como lo hizo con San Francisco. Es difícil juguetear entre lo de dejar una ciudad medianamente reconocible y que todo sean escombros, y aquí parece que siguen habiendo sufriendo con esa dicotomía.

Acertadísimo, en cualquier caso, el saber jugar con la idea de que aquellas costas ardientes están plagadas de fallas en movimiento, ríos de lava y géiseres, especialmente por cómo sirven para dar cabida a encuentros mucho más dinámicos en los que juguetear con la verticalidad y los ataques especiales, como la nueva opción de realizar un ataque crítico mediante el uso del gancho, para hacerlo más espectacular.

Entre el calor generado por los géiseres elevando nuestra paravela, y con la posibilidad de agarrarnos sin miedo al vuelo del Alasol para reposicionarnos o atacar desde las alturas, el combate en Burning Shores se siente más ambicioso que nunca.

Burning Shores

Ojalá un poco menos de sentirnos un avatar ragdoll cada vez que recibimos un golpe, o algo de peso en hacer que sus disparos y golpes estén más cerca del buen gunplay y el hack’n slash que de algo que sigue estando entre dos aguas, pero incluso pecando aún en ese sentido, sigue contando con unas mecánicas divertidísimas.

Mismo camino, cambio de rumbo

Preparando con su historia una tercera entrega que parece haberse quitado las vergüenzas con respecto a lo de ser una fumada intergaláctica -a tope con ello, por cierto-, Burning Shores es la excusa perfecta para regalarnos un nuevo escenario, una nueva arma, nuevos animales mecánicos esperando a ser destruidos, y una compañera con la que Aloy tenga algo reseñable que decir en vez de estar replicando cada dos por tres qué tipo de hierba acaba de recoger.

En esa pérdida de vergüenza, de querer ir a por todas, a todos los niveles y en todos los aspectos posibles, sin preocuparse de el qué dirán, la saga Horizon consigue con este DLC dejar a un lado las ínfulas de superproducción y abrazar lo puramente jugable sin ningún miedo.

Burning Shores

No tomarse en serio es ponerle a Aloy un brazo con el que disparar a lo Mega Man, apostar por los dinosaurios gigantes y los patrones de ataque asfixiantes en sus encuentros, y enviarte a luchar contra jefes finales de los de varias fases y puntos débiles con brilli brilli. Francamente, es imposible no gozar como un gorrino con estos encuentros.

Con el combate por bandera y nuevos perks que ayuden a empujar toda esa idea de ser más videojuego que blockbuster, cualquiera que haya disfrutado en alguna ocasión de la siempre recomendable experiencia de reventar a un robot gigante con un arco, va a salir de este último capítulo de Aloy haciendo palmas con las orejas. Burning Shores merece muchísimo la pena.

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