Al estrenarse South Park en nuestro país lo hizo con el subtítulo “más grande, más largo y sin cortes”. La frase funciona a las mil maravillas al trasladarla a Hitman 2 porque, pese a lo evidente y necesario en una secuela de manual, es la tercera palabra lo que mejor le sienta. Poder jugarlo de principio a fin sin pausas.
Pero el nombre del largo de la mítica serie de animación no es lo único que comparte con ella. Si South Park se vale de las injusticias sociales y el lado más estúpido de la humanidad para hacer humor, Hitman 2 también se aprovecha de esa fina línea para crear una experiencia en la que, a través de estrambóticas situaciones, aniquilar a un objetivo tras otro se sienta más puzle que juego de acción. Unos días matas tetriminos, y otros empresarios megalómanos.
Todo lo bueno de Hitman, pero sin todo lo malo
Es una auténtica lástima que el anterior Hitman, el reinicio de la saga de IO Interactive, no tuviese más apoyo durante su experimento. Presentado como juego por capítulos, fue entregando distintos escenarios de forma casi mensual en los que perderte durante días en busca de nuevos desafíos y objetivos a los que eliminar.
La idea de, algún día llegará el juego completo, invitó a muchos a esperar en vez de apoyar al juego desde el principio y, para cuando eso ocurrió, Hitman ya había perdido gran parte de la atención de los jugadores. La idea parecía buena a nivel empresarial, pero no tanto en lo jugable, obligándonos a quemar un escenario antes de tener la oportunidad de saltar al siguiente.
Con Hitman 2 la lección está más que aprendida. Entrega seis localizaciones distintas ya desde el primer minuto, dando así la oportunidad al jugador de que sea él el que dosifique qué tiempo dedica a cada reto en particular. Es fácil perderse durante horas en un punto en concreto, pero le sienta de maravilla que seas tú el que quiera dar ese paso en vez de venirte impuesto.
De forma bastante continuista, suma ahí ese más grande y más largo que comentábamos al inicio, ofreciendo más y mejores desafíos apoyados en misiones alternativas dentro de cada historia. Porque no es lo mismo disparar a distancia y salir por piernas que crear un maquiavélico plan en el que, saltando de disfraz en disfraz, crees una cadena de acontecimientos que derive en la muerte de tu objetivo.
Un juego enorme esperando a ser degustado
Habiendo explotado casi todo lo que permite mi imaginación los tres primeros niveles (el que sirve de introducción bastante más modesto y simple comparado con todo lo que ofrece la extensión y complejidad del resto), aún me queda un buen trecho por recorrer en Hitman 2. Ese es el único motivo de que no me quiera pillar los dedos con un juego que, pese a ello, apunta a gozar de más y mejores sensaciones de las que ya entregó la anterior entrega.
Además de algunas tímidas mejoras a nivel jugable, desde poder esconderte entre la multitud a lo Assassin’s Creed hasta tener que aprovechar y controlar lo que los espejos pueden ayudarte (o fastidiarte) en una misión, y otras más memorables como una cámara de notificaciones que te indica qué está ocurriendo con cámaras, cuerpos y distracciones, es en los añadidos que pretenden agasajar al fan donde brilla especialmente.
El retorno del maletín como arma y componente estratégico, se suma a una adaptación del modo francotirador que ya pudimos disfrutar en móviles, jugueteando esta vez con la idea de un multijugador que también depara más sorpresas acompañando a otros modos competitivos.
En conjunto, un pozo de horas del que no es nada fácil salir y del que dictaremos sentencia muy pronto, cuando a disfrazarme de mecánico para aflojar una rueda en un coche de competición, hacerme pasar por tatuador para apuñalar un objetivo y engañar a un robot de combate para que asesine a su propio creador, se le sumen muchas más anécdotas. Hasta entonces, el fan de Hitman puede estar tranquilo. Parece que se acabaron las excusas para no querer sumarse a la fiesta de disfraces.
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