Ladrón, Pícaro, Rogue... Llamadlo como queráis. Nunca me ha gustado esta clase de los RPGs, que suele estar incluida entre las básicas para empezar la aventura. ¡Y eso que me encanta el sigilo! He tenido muchas oportunidades para jugarla: World of Warcraft, Skyrim, Souls de FromSoftware e incluso algunas builds especializadas de Fallout y Cyberpunk 2077.
Creo que no me equivoco al decir que la única vez que he disfrutado de un Pícaro hasta ahora fue en Diablo IV, donde empecé un proyecto de personaje para especializarlo como arquero. Si bien me divertí durante las primeras horas, acabé abandonándolo para seguir con mi Nigromante.
El Ladrón de Dragon's Dogma 2: todo lo que Kratos me enseñó
Cuando andemos por diciembre de 2024, seguro que me escucharéis decir que Dragon's Dogma 2 y Helldivers 2 han sido mis dos mayores sorpresas del año. Me tiene que pillar por el costado otra cosa apoteósica para que esté por encima. Y dentro de esta sorpresa, me he llevado otra relacionada con las Vocaciones propuestas por Capcom.
Subir todas las Vocaciones (Clases) de Dragon's Dogma 2 a nivel máximo ha sido uno de mis principales objetivos desde que comencé jugar, entre otros como descubrir todo el mapa y convertir a mi peona (Helena) en la máquina de matar definitiva para que pueda ayudar a otros jugadores. Todo esto no iba a pasar pronto, así que decidí hacer el final (estándar) para quitarme de spoilers y cargar partida para ignorar por completo todo lo que tiene que ver con el dragoncito.
Primero me centré en subir las clases básicas, dejando para el final la que más y menos ganas tenía de jugar (Arquero y Ladrón respectivamente) y luego las clases adicionales que vas consiguiendo: Ilusionista, Duelista Místico, Arquero Mago y Adalid. Y aun así, decidí subir Ilusionista (bien llevada, está absurdamente rota) antes de ponerme con el Ladrón.
Empezar con el Ladrón fue relativamente sencillo porque tenía bastante equipo almacenado, como varias hojas de hielo, rayo y otras con bastante daño. A falta de unas imbuidas en fuego, me quedé con las de hielo para ralentizar a los enemigos y ofrecer apoyo a mis peones. Aun así, la primera hora fue bastante frustrante porque no terminaba de habituarme al rol.
Me costó mucho adaptarme al Ladrón mientras luchaba contra grupos de enemigos porque no utilizaba suficiente el dash o esquivar y tampoco sacaba partido a la enorme barra de resistencia. No tardé en comprobar que podía ser mucho más rápido y agresivo durante los combates, y entonces fue cuando empecé a hacer cosas maravillosas con la clase.
No la clasificaría como una de mis Vocaciones favoritas, pero admito que es una con las que más me he divertido durante los combates. La experiencia soporífera del Mago es difícil de superar. Si bien los combates contra grupos me costó dominarlos, me adapté extremadamente rápido a los enfrentamientos contra bichos grandes: Golems, Cíclopes, Ogros, Glifos, Minotauros, Quimeras, Dragones... Cualquier cosa que me pueda encaramar para apuñalar de forma indiscriminada.
Gestionar la resistencia con el Ladrón es absurdamente fácil y basta un poquito de picardía para pasarte el combate casi al completo a lomos de los monstruos, más si llevas el atributo de no generar amenaza y otro peón que se lleve todo el aggro, como los Luchadores y Guerreros. Se me da especialmente bien gestionarla, aunque todavía tengo que aprenderme todos los movimientos en los que puedo soltarme para recuperarla.
No exagero al decir que dominar al Ladrón me ha regalado dos de las peleas más emocionantes y brutales que he tenido en Dragon's Dogma 2. La primera fue contra un Glifo. Estaba escoltando a un personaje secundario desde Bakbattahl hasta Vernworth cuando la criatura se unió a un combate que estábamos teniendo contra unos trasgos. Suelen huir, así que me subí a su espalda, casi a la altura del cuello, y comencé a apuñalarlo con mis hojas sin ninguna piedad.
El Glifo, sobrepasado por mis puñaladas y los ataques de Helena, emprendió la huída... pero yo estaba todavía encima. Fue entonces cuando pensé: "No llevo más de una década matando bichos con Kratos de God of War para asustarme porque este eche el vuelo". Volví a la altura del cuello y reanudé el apuñalamiento cuando recuperé toda la barra.
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El bicho no dejaba de moverse. Se posó sobre un barranco para revolverse un poco, pero estaba tan cansado que casi ni afectaba a mi barra de resistencia. Seguí apuñalándole sin compasión, como había hecho innumerables veces antes con Kratos. Solo me faltaba la BSO de God of War (2018) para acompañar los chorros de sangre que salían de su cuello con cada puñalada.
Llegó a tal punto de desesperación que se fue directo a su guarida, donde incluso logró tirarme al suelo en una ocasión. Las animaciones del Grifo dejaban ver que estaba agotado. Abría la boca para coger aire y salivaba. Casi ni se retorcía cuando volvía subir a su lomo para darle las últimas puñaladas en el cuello antes de matarlo. Aunque os parezca algo rápido, fueron entre 3-4 minutos apuñalando a la bestia mientras volaba por el mapa. Sentí la pelea como cuando Kratos se enfrenta al dragón en la entrega de 2018.
La batalla contra el Glifo fue emocionante, pero nada comparado con el dragón que me encontré en la costa del paso norte a la Isla Volcánica (sur del mapa). He superado el nivel 50 y todavía siento mucho respeto por estas criaturas... o sentía, al menos antes del segundo (y último) enfrentamiento que os voy a relatar en esta publicación.
Envié a mis peones al ataque y esperé en retaguardia a que captasen suficiente aggro para no recibir ningún golpe al acercarme. Trate de subir por su espalda, pero los dragones suelen revolverse mucho más que otras criaturas y caí al suelo en un par de ocasiones. Además, la cámara y el control del movimiento no ayudan en algunas situaciones.
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El dragón había perdido algo más de la primera barra (son siete en total) cuando se irguió para lanzar un semicírculo de fuego frente a él. Fue entonces cuando pude colarme por su flanco y escalar por el pecho, buscando el corazón. Lo encontré y empecé a apuñalar sin compasión. Pulsaba el botón de atacar como si fuese un quick time event de God of War. Punto débil + hojas de hielo = vida bajando a cachos enormes, y fue peor cuando Helena tiró su habilidad definitiva de Hechicera.
El torbellino aturdió al dragón, así que aproveché para hacerle un ataque crítico. Volví a encaramarme a su pecho cuando se recuperó y alzó el vuelo, pero el agujero de su corazón estaba cerrado. No había punto débil, pero daba igual. Seguía apuñalándolo como si no hubiese un mañana mientras gritaba en mi mente: "¡Muérete ya maldito lagarto, muérete!".
Echó una bocanada de fuego mientras estaba en el aire y volvió a abrir brevemente el agujero de su pecho, así que no tardé ni medio segundo en acertarle con mi hoja una y otra vez. No sabría decir cuál fue la puñalada letal porque creo que literalmente estaba obnubilado por la Ira Espartana de Kratos. Su cuerpo cayó al suelo y seguí dándole puñaladas durante unos segundos. Fue al recortar el clip del combate que me percaté de que tardé menos de dos minutos en quitarle casi seis barras de vida. ¡Totalmente brutal! Kratos estaría orgulloso de mí, estoy seguro.
En VidaExtra | Mi moral está haciendo que me pierda muchas cosas de Dragon's Dogma 2 y otros videojuegos, pero no pienso cambiar