He vuelto a Transistor, la bellísima aventura que consolidó a Supergiant como uno de los estudios del momento

He vuelto a Transistor, la bellísima aventura que consolidó a Supergiant como uno de los estudios del momento

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transistor

Supergiant Games es una de mis desarrolladoras favoritas de los últimos tiempos. Pocos estudios cuentan con un palmarés de juegos tan consistente. No solo en cuanto a calidad, sino también en cómo cada una de sus obras refleja perfectamente la filosofía de sus creadores, su idiosincrasia, su visión y su manera de entender el videojuego. Y lo mejor es que todas son, al mismo tiempo, únicas en sí mismas.

Todo empezó con Bastion sí, pero suele ser a partir del segundo juego cuando empiezas a tener una mayor perspectiva de lo que un estudio es capaz de hacer; cuando sus creadores se ven obligados a demostrar que aquella ópera prima no fue un golpe de suerte. Para Supergiant, ese juego fue Transistor, y el pasado miércoles 20 de mayo cumplió nada menos que seis añazos.

Tal y como se explica en este documental del canal Noclip, crear Transistor fue todo un desafío para Greg Kasavin y su equipo. Tanto en lo creativo (no querían hacer otro Bastion) como en lo comercial, ya que era su primer juego autopublicado. Sin embargo, era un proceso necesario por el que tenían que pasar para consolidarse como estudio y seguir adelante con su carrera.

El resultado fue espléndido. Su nuevo juego irradiaba calidad por los cuatro costados, distanciándose de Bastion en muchas cosas pero, al mismo tiempo, manteniendo una serie de similitudes que forjaron la personalidad de Supergiant. La dirección visual, la importancia de la música, la narrativa fragmentada, y mucho más. Por mi parte, he vuelto a jugarlo para aprovechar la efeméride y he de decir que se mantiene igual de fresco que en 2014.

Originalidad y estrategia

Mecánicamente, pocas veces he visto un juego que exprese tan bien el concepto "RPG de acción", que a estas alturas es tan ambiguo que prácticamente encaja en todo. Transistor, por su parte, sabe mezclar el combate en tiempo real con la planificación estratégica que ofrecen los turnos mediante un sistema que a día de hoy, más de un lustro después, sigue siendo único en su especie.

Podemos movernos y atacar a los enemigos sin más, o podemos activar el modo Turn(), que nos permite detener el tiempo para realizar varias acciones a la vez. Movernos o utilizar habilidades consume parte de la barra de tiempo durante este modo; al llenarla, solo tenemos que salir y Red, la protagonista, ejecutará todo lo que hemos hecho de forma seguida y sin darle tregua a los enemigos.

Transistor

Sin embargo, para volver a usarlo hay que esperar unos segundos, así que hemos de esquivar a los enemigos como podamos mientras tanto. Es un sistema que alterna perfectamente entre momentos de ataque y momentos de jugar a la defensiva, y es capaz de generar una cantidad inusitada de estrategias y combos. Ver cómo todo lo que hemos planificado cuidadosamente en el modo Turn() da resultados, a base de gestionar la cantidad limitada de acciones que tenemos junto con el posicionamiento y el tipo de los enemigos, es una experiencia extremadamente gratificante.

Más aún teniendo en cuenta que esas estrategias habrán surgido de nuestra propia experimentación. Transistor cuenta con un total de 16 habilidades, y cada una de ella tiene tres funciones: como habilidad activa, como habilidad pasiva, o como mejora de otra de nuestras habilidades activas. Combinarlas entre sí da lugar a cientos de posibilidades diferentes.

Por ejemplo, tenemos una que hace daño y provoca que caigan múltiples bombas alrededor del objetivo para dañar a los enemigos que haya cerca. Eso si la usamos como habilidad activa, pero si la usamos como mejora de otra habilidad que lanza un rayo de largo alcance en línea recta, esta disparará tres rayos en dispersión. Al mismo tiempo, si usamos la de los rayos como mejora de la otra, las bombas racimo tendrán más alcance y serán más rápidas.

Transistor

Todo en Transistor está pensado para crear sinergias entre sí y dejar que el jugador vaya trasteando con las distintas facetas que su sistema de combate puede ofrecer. Crear combos inusitados es una auténtica delicia, y si buscas un desafío mayor siempre lo puedes tener. Igual que en Bastion (y también en Pyre, ya que es prácticamente una seña de identidad de Supergiant), tenemos modificadores que nos permiten alterar la dificultad de maneras sumamente creativas para obtener mejores recompensas. Cualquiera puede encontrar el reto que más se adapte a su estilo de juego.

El poder está en la voz

No solo ahí encontramos similitudes con el resto de obras del estudio. Transistor, de nuevo, hace gala de una ambientación extremadamente cuidada en todos sus puntos pero que no se deja descubrir completamente desde el principio. Es un proceso que se va fraguando junto con la historia a fuego lento, que nos invita a conocer qué ha pasado en su hermosa pero decadente urbe de forma perfectamente integrada, sutil y nada intrusiva.

Red es una cantante que debe enfrentarse a la Camerata, una élite que controla la ciudad de Cloudbank desde las sombras. Sin embargo, ha perdido su voz. Todo lo que tiene es una espada, la Transistor, que le habla. Se trata de alguien que ella solía conocer, y que ahora le hace compañía mientras se abre paso entre los montones de robots asesinos que van a por ella.

Transistor

Me interesa especialmente el uso de la narración en este juego. No es una voz en off omnisciente, no es un personaje que nos habla desde el futuro porque ya sabe lo que ha pasado, como en Bastion (aunque es el mismo actor, Logan Cunningham). Es una narración en segunda persona, realizada por un personaje que vive los acontecimientos al mismo tiempo que nosotros.

Por un lado tenemos a Red, que ha perdido su voz, y por otro le tenemos a él, que lo único que tiene es su voz. De esta peculiar forma se representa la relación entre ambos, cómo se complementan y se necesitan el uno al otro para sobrevivir cuando la Camerata les pisa los talones. La voz como poder para alzarse contra las injusticias, un bien tan valioso que la élite decide arrebatarlo para mantener su status quo. Por suerte, Red no está sola.

Nuestra voz es un instrumento poderosísimo que nos define, es la marca que dejamos al expresarnos. Lo mismo podemos decir de Supergiant, un estudio indie que a lo largo de su carrera ha sabido forjarse una voz propia. Y tiene toda la pinta de que así van a seguir durante mucho más tiempo.

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