La última vez que os conté mis aventuras en Diablo IV era un Nigromante joven e inexperto Nivel 36, que había acumulado 18 horas de juego y que todavía estaba en el Acto I de la historia. Han pasado dos semanas desde entonces y creedme que las cosas han cambiado muchísimo. Ahora mi problema no es haber caído en Diablo IV, sino que llevo 100 horas jugadas y todo parece indicar que es solo el comienzo.
He disfrutado muchísimo de Diablo IV a lo largo de estas dos semanas. He completado la historia principal, mi Nigromante es Nivel 63, estoy aprendiendo mucho sobre el endgame, tengo el mapa totalmente descubierto y voy camino del 100%... al menos cuando Blizzard se decida a desbugear el par de misiones secundarias que no se pueden completar.
No os voy a mentir: he salido dos o tres veces desde que lanzó Diablo IV y una de ellas me la podría haber ahorrado porque fue para ver The Flash en el cine. ¡Qué cosa más mala! Podría tener a mi Nigromante al nivel 70 perfectamente. Eso no ha impedido que el miércoles pasado alcanzase las 100 horas de juego mientras descubría mi nuevo problema: he probado el resto de clases y me gustan todas.
Demasiado Diablo IV y muy poco tiempo
Todo comenzó el fin de semana pasado. Estaba terminando de revelar todo el mapa y acabando las últimas misiones secundarias que tenía activas. El streamer que suelo tener de fondo mientras juego (Malevolgia) respondió a un seguidor que solo sabe de la clase Druida porque es la única que ha jugado. Y pensé que me pasaba exactamente lo mismo con el Nigromante.
¿Por qué no probar el resto de clases antes de llegar al Nivel 70 y meterme de lleno en Mundo 4? A lo largo de la semana y hasta el momento de escribir esta publicación (jueves 22) he estado probando el early game del resto de clases y mirando sus árboles de habilidades para planear qué build me haría (en orden): Bárbaro, Hechicera, Pícaro y Druida.
Mi build de Nigromante está basada en los esqueletos y es con la que más cómodo me siento en Diablo IV. Llevo 7 esqueletos guerreros, 5 esqueletos hechiceros de hielo y 1 Golem reforzado, lo que hace un total de 13 minions destrozando todo lo que se me pone por delante. Mi función básicamente es potenciar su daño con cualquier acción que haga, ya sea maldiciendo, reviviéndolos o atacando. Es inútil contra El Carnicero y pedí años de vida la única vez que lo maté.
El Bárbaro (Björn, como el hijo de Ragnar en Vikings) es el cuarto personaje que más he jugado de Diablo IV. Nunca me han atraído las clases de guerrero o bárbaro porque siempre me he decantado por los Cruzados o Paladines en caso de que hubiese que ir cuerpo a cuerpo. Blizzard no ha introducido a estos últimos (por el momento), así que le di una oportunidad y debo admitir que me he divertido con lo poco que he visto. La rama de Sangre del Bárbaro tiene pinta de estar rotísima. Ya os contaré...
La Hechicera (Helena, como todos mis personajes femeninos) es el tercer personaje que más he jugado de Diablo IV. Siempre me ocurre lo mismo con los hechiceros o magos: comienzo muy ilusionado y creyendo que va a ser mi clase favorita, pero acabo aburrido porque la gente no suele querer jugar con hechiceros que no llevan la subclase meta. En cualquier caso, me lo pasé muy bien y me encanta la rama de fuego con los efectos de quemadura. ¡Prometo no dejarla abandonada como hice en World of Warcraft!
El Pícaro es mi segunda clase más jugada en Diablo IV y le habría puesto un nombre mejor de haber sabido que me iba a gustar tanto. Nunca he sido fan de los Pícaros o Rogues. No existe una clase más opuesta a mis gustos y estilo de juego... pero Diablo IV ha conseguido que me interese. El Pícaro cuenta con una rama de especialización centrada en el arco y es posible construir una build basada en el daño a distancia... aunque no sé cómo de viable será de cara al endgame.
Tras mirar el árbol de habilidades durante 40 mins, llegué a la conclusión de que es posible hacer un Pícaro a distancia combinando las ramas de arco con las habilidades de veneno, que incluyen trampas e imbuir el arma. Y esto ha sido una buenísima noticia, porque me encanta jugar con los estados alterados en los RPGs. Builds con minions y estados alterados, ahí está mi corazón. En conclusión, voy a darle mucha caña al Pícaro, aunque es probable que lo reinicie para llamarlo "Ollie", una referencia a uno de mis personajes favoritos de DC: Arrow.
Y finalizamos con el Druida (Óðinn, Odín, porque tiene habilidades con cuervos y lobos), que es la clase que menos he jugado de Diablo IV. No puedo decir con total seguridad que me guste porque he jugado demasiado poco tiempo, aunque tengo el presentimiento de que la build de lobos podría divertirme mucho. He escuchado a Malevolgia hablar sobre el Druida más horas de las que me gustaría admitir.
El problema es que no tengo tiempo (literalmente) para jugar con todas las clases. No importa cuánto me apetezca. Un servidor ya no es un jovenzuelo que pueda echar todo el día pegado a la consola (alguien tiene que escribiros) o destrozarse el horario para jugar durante toda la noche... al menos entre semana. Acabaría fundiendo las pocas neuronas que me quedan.
Solo me quedan dos vías de acción y ya os adelanto que voy a tomar la primera: 1) Seguir con mi Nigromante y esperar a las Temporadas para jugar con el resto de clases, 2) Pedirle vacaciones al gran líder Alex. ¿Y por qué no pillar vacaciones ahora en verano para destrozar Diablo IV? La respuesta es muy sencilla y tiene nombre: Starfield.
En conclusión: quiero jugar con todas las clases de Diablo IV porque me han encantado, pero no puedo porque tengo que trabajar para poder pagar Starfield, que a su vez seguramente querré jugar todo el tiempo que pueda... pero no podré porque el resto de juegos, los servicios de suscripción para ver películas/series y las facturas no se pagan solas. ¡Ser responsable es una mierda! Nos vemos por Santuario.
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