He escuchado y leído en varias ocasiones que mirar al pasado es una forma de obtener más perspectiva para encarar los eventos presentes y futuros. "La historia está condenada a repetirse" y otras frases motivaciones que seguramente te has cruzado alguna vez en Instagram. Que las utilicen con imágenes hechas con Inteligencia Artificial y con el tema "Sadness and Sorrow" de Naruto no las hace menos ciertas.
Después de superar las 50 horas en la versión de Fallout 4 de PS5, he llegado a tres conclusiones inequívocas con respecto a la franquicia: 1) Se nota que tiene nueve años a sus espaldas, aunque no tanto como muchos dicen. 2) Echo de menos Fallout 76, pero aun así creo que me ha ablandado mucho. 3) Lo que realmente quiero es que saquen Fallout 5. Aun así, que conste que estoy gozando muchísimo.
El Mar Resplandeciente, donde se forjan las leyendas de Fallout 4
El Mar Resplandeciente es uno de los infiernos más horribles de la saga Fallout, una zona enorme situada al suroeste de la Commonwealth en Fallout 4. Sin querer sonar insensible por las víctimas digitales, fue donde cayó el gran petardazo que creó el escenario del videojuego.
Por si no os habéis fijado, la estructura del mapa de Fallout 4 es muy distinta a Fallout 76. La cosa se pone mucho más chunga y radiactiva a medida que desciendes por la Commonwealth: al este una zona pantanosa de aguas radiactivas y al oeste una enorme llanura radiactiva de proporciones bíblicas, que rodea el epicentro del cráter que generó la bomba.
La mayoría de jugadores que no lo conocen tienden a pensar que es un lugar reservado para el endgame y no les falta razón... aunque hay alguna que otra excepción: hay una misión principal que requiere ir al extremo más alejado y más allá. Sí, más allá de los límites del mapa. Y poco después debes regresar, que es otro paseo de no optar por el viaje rápido.
Entrar en el Mar Resplandeciente no es ninguna chorrada en dificultades Fácil y Normal, pero se convierte en una verdadera pesadilla cuando lo haces en Difícil y Supervivencia. Para empezar, no puedes entrar sin traje de protección, Servoarmadura o atiborrado de drogas hasta tal punto que Pablo Escobar se sonrojaría. Su nombre no es una pose: literalmente resplandece porque nada sobrevive a los niveles de radiación... excepto las mutaciones y las máquinas.
La zona está hasta los topes de lo peorcito de Fallout 4: Sanguinarios, Mutascorpius, Necrófagos Radiactivos... Los únicos enajenados que se atreven a vivir en ese sitio son una secta de humanos y lo hacen en el epicentro de la explosión: dentro del cráter.
Mi objetivo (y el tuyo, si juegas) es llegar hasta la posición que he marcado en el mapa. Traté de retrasar esta misión, pero llegó un momento que me quedé sin misiones secundarias activas y no tenía cuerpo para explorar. Eché un vistazo al inventario y tenía 6 Células de Energía, una medio gastada que ya estaba en la Servoarmadura que conseguí al principio del juego.
No importa la opción que elijas para entrar: el Traje Protector no te deja llevar armadura y no tengo que contarte qué ocurre si se rompen las piezas de la Servo. Opté por la armadura, dejé a Piper en casa y llevé a Valentine. Es un Synth, así que le da exactamente igual la radiación. Además, puede distraer a los enemigos en caso de conflicto.
Mi idea era llegar hasta el objetivo en sigilo con una Servoarmadura. Sé lo que estás pensando y ya puedes dejar de reírte por dentro, porque lo logré. Intenté ir lo más recto posible y siempre usando la cámara en tercera persona para tener más campo de visión. Incluso con la servo, el contador geiger resonaba en algunos momentos.
Avancé durante los primeros minutos, rezando para no encontrarme ningún bicho. Fue entonces cuando comprendí lo mucho que me ha ablandado Fallout 76. No estoy diciendo que sea mejor o peor como videojuego, sino que me ha malacostumbrado a no sentir miedo de recorrer el yermo. La única zona realmente peligrosa (y casi ni eso) de Appalachia para un nivel alto es el bosque rojizo del sureste. Si no eres nivel alto, se le une la zona pantanosa del este, pero nada más.
El primer enemigo que me crucé fue un Sanguinario. Caminaba por mitad de una carretera que debía cruzar. Mi instinto me hizo girar a la derecha y pasar entre un par de coches. Creía que estaba a salvo, pero él estaba en terreno elevado y en cierto momento se irguió (como los osos) para ver qué se estaba moviendo a lo lejos. Me quedé totalmente quieto entre los coches y recé muy fuerte porque no me viese.
Iba machacando el L1 para que el V.A.T.S. detectase cualquier cosa que se me escapase a la vista. No es complicado con tanta niebla radioactiva. El siguiente obstáculo fue un pequeño arroyo con agua radiactiva. Me acerqué lentamente para que nada me sorprendiese por el desnivel. Había varios Mutascorpius a ambos lados. No quería que me pillase justo el bicho del que no puedes escapar, porque este se mete debajo del suelo y te persigue hasta el infinito.
Empecé a sentir cómo se me tensaba la zona de los trapecios debido al miedo y los nervios. Tras pensarlo durante unos segundos, opté por la opción fácil: línea recta y que fuese lo que Odín quisiese. No sé cómo no me vieron. Tampoco me paré para averiguarlo. Seguí hacia delante. "Ya queda menos, ya queda menos..."
Pensé varias veces en pararme para sacar algunas capturas de cara a contar esta historia, pero era una de esas (pocas) veces en las que pienso: "A tomar por saco, ya acompañaré el texto con cualquier cosa. No me paro aquí ni loco". Y con este pensamiento, llegué a la recta final de mi primera parada: una gran explanada antes de escalar una de las caras del cráter. Había siete u ocho necrófagos radiactivos. No es difícil esquivarlos, pero basta que uno te vea para que todos ataquen.
Había llegado demasiado lejos en sigilo para fastidiarlo en este punto. Rodeé la zona por la derecha, aunque fuese un camino más largo, y finalmente llegué a la zona interna del cráter. Ya estaba allí. Al fin... Pero en ese momento me vino un flashback: era solo la primera parada, ahora un Hijo del Átomo (la secta) me enviaba a una cueva más allá de los límites del mapa. ¡Y también recordé que delante de la entrada siempre hay un Sanguinario!
Volví a escalar el cráter hacia el suroeste. No podía acumular más miedo y tensión, así que mi confianza (después de haber llegado en sigilo), las transformó en una enajenación total: "Si corro, llego antes. Llevo una Servoarmadura, ¿qué puede pasar?" Empecé a correr como un loco, bajando la pendiente del cráter y en línea recta hacia la cueva.
Se me volvió a encender la bombilla: hay un camino por las montañas por el que podía llegar a la cueva desde arriba, dejarme caer y entrar directamente sin alertar al Sanguinario de la entrada. Hice eso hace años y dudaba de que Bethesda se hubiese tomado la molestia cambiar de posición al Sanguinario. No encontré ningún enemigo más y sorteé al guardián, que estaba durmiendo.
Pocos momentos me hacen sentir más alivio en Fallout 4 como cuando sale el anuncio de descubrimiento de esa cueva. No solo porque había llegado sin que ningún enemigo me viese, sino porque puedo hacer viaje rápido cuando quiera. No debería ser así. El Mar Resplandeciente debería tener bloqueada esa mecánica en todas las dificultades, pero tampoco me voy a quejar demasiado.
Si tenéis Nivel suficiente (o valor de sobra en su defecto), os recomiendo explorar a fondo el Mar Resplandeciente. No solo porque es una zona desafiante y llena de objetos muy interesantes, también porque oculta varios de los mejores secretos de Fallout 4. Una pena que Fallout 76 no tenga su propio Mar Resplandeciente. A falta de material de PS5 (pido perdón, estaba muy tenso), he rescatado algunas capturas antiguas de PS4 para incentivarte a explorar. ¡Suerte!
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