A pesar de que sufrí más que nunca en el Bosque Perdido de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, lo cierto es que el esfuerzo de atravesar el subsuelo para llegar hasta el Árbol Deku valió la pena. Lo he liberado del yugo de Ganondorf, me ha chivado dónde está la Espada Maestra y me ha permitido encontrarme con un personaje imprescindible de todo aventurero de Hyrule.
Baila, Obab, baila
Sí, el simpático, el rechoncho y el escurridizo Obab apareció por arte de magia junto a las raíces del árbol milenario. ¿Qué ha estado haciendo durante todo este tiempo? No tengo ni la más remota idea, pero al menos no ha abandonado su clásico oficio de mejorar la alforja de Link al ritmo de sus sonoras maracas. Con algo más de 90 semillas de kolog en el bolsillo, me he gastado todas las que he podido para ampliar como se debe mi almacén personal.
Me he tragado fácilmente quince secuencias de Obab marcándose una bachata cubana en mi cara, con bailarines kolog incluidos, y he decidido no pulsar ni una vez el botón de saltar secuencia. Respeto su trabajo, repleto de festividad y confeti al final, del mismo modo que no hay forma de que me ahorre la melodía que suena cuando preparas un plato. Pecados capitales no escritos en las tierras de los hylianos, aunque también para los goron, gerudo y cualquier raza que pongamos como ejemplo.
Evidentemente, la alforja de las armas cuerpo a cuerpo ha sido ampliada como si no hubiese un mañana, pasando por las flechas en segundo lugar y los escudos. Va a ser realmente difícil gastar todas las herramientas que voy a llevar encima, pero al menos la preocupación de que no tengo hueco queda desterrada para siempre.
Gracias... por nada
Una vez que la tarea está completa en territorio boscoso, es momento de acudir a junto del hada que hay a la entrada del Bosque Perdido. Esta muchacha de tamaño colosal me ha guiñado el ojo con extrañas intenciones, al mismo tiempo que me recuerda que si mejoro al máximo un atuendo que en un principio no otorga ninguna habilidad, se puede desbloquear su poder oculto. Estoy absolutamente forrado de rupias y, cual Elon Musk comprando Twitter, pago lo que hace falta para hacerme con el atuendo Hyliano.
Un conjunto bonito, sin colores estridentes y que no llama especialmente la atención, pero cumple su cometido como vestimenta estándar para Link. No otorga ninguna bonificación llevarlo encima, así que ruego por lo más sagrado de Hyrule que potenciar sus cualidades al máximo desbloquee algo. La realidad me impacta con fuerza en la cara cuando descubro que me he dejado los cuernos de bokoblin para nada, porque la ropa tiene la misma utilidad que un calzoncillo roto.
No te digo que me hagas volar, pero ni una rancia habilidad de poder estafar a los comerciantes siquiera, por lo que no volveré a confiar en aumentar las estadísticas a menos que existan garantías. En mitad del enfurruñamiento me topo con el amigo Kilton, el horrendo personaje de The Legend of Zelda: Breath of the Wild que permitía intercambios por objetos de monstruo. Si aquello no era lo suficientemente extraño, ahora le llega el turno a Kotlin.
Un ser abrumadoramente repulsivo, que es prácticamente igual a su hermano, pero con algún tipo de demencia que le lleva a obsesionarse con los emblemas de fantasmo. Tengo un par de decenas de ellas en mi haber y al menos podré conseguir una recompensa a la altura... pero no. El tipo rebota de felicidad al darle una para desaparecer de mi vista y activar una misión secundaria para buscarlo en otro lugar del mapa; pues suerte.
Dame un abrazo, Rotver
Sin un rumbo fijo, decido ir al Laboratorio de Hatelia para que el bueno de Rotver mejore la tableta de Prunia de una santa vez. Sin ánimo de exagerar, seguramente haya conseguido la auténtica clave de la partida con la famosa Senda del héroe. Hablamos de una función que estaba disponible en Zelda: Breath of the Wild, pero en uno de los DLC de la aventura de 2017, y por la que no pensaba pagar ni un duro.
Me sorprendía que una ayuda tan fundamental no estuviese disponible en el juego base, pues poder comprobar qué partes del mapa has recorrido es genial. Hasta 256 horas de grabación, muchas más de lo que va a durar mi partida en una situación normal, y al fin la tengo al alcance de mi mano. Ojo, no termina aquí la cosa, porque el genio científico nos regala el Teletransportador, el Sensor de santuarios y el Sensor enciclopédico.
El primero es pura fantasía, pues permite colocar un punto de teletransportación donde nos dé la real gana, aunque no estoy seguro de que lo exprima demasiado. Hay una gran cantidad de santuarios y atalayas como para que se necesite específicamente acudir a una zona de Zelda: Tears of the Kingdom que no tenga medianamente cerca un lugar para teletransportarse. En cualquier caso, los dos sensores son altamente recomendables y sí espero sacar partido de los pitidos de los santuarios.
¿Cuál será mi próximo destino? Las dudas me invaden entre lanzarme a la aventura Goron o decidirme a liberar Onaona del yugo de los malvados piratas. Sea como sea, a partir de ahora sabré dónde he estado y dónde no.
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