Adiós a The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom: mi viaje por Hyrule ha terminado tras acabar con Ganondorf en una apoteósica batalla

Adiós a The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom: mi viaje por Hyrule ha terminado tras acabar con Ganondorf en una apoteósica batalla

La lucha contra el villano de la saga es el broche de oro para mis más de 100 horas en el juego de Nintendo

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The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom

Sabía que este día llegaría y al final ha sucedido. Mi aventura en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom baja el telón desde aquel 12 de mayo del año pasado cuando recibí la nueva aventura de Hyrule. Han sido más de 100 horas explorando prácticamente todos los rincones que esconde el renovado mapa y, para disfrutar del broche de oro de la trama, he tenido que enfrentarme al último gran obstáculo.

Ganondorf, la criatura más temible de cualquier entrega de la saga de Nintendo. Desde el comienzo del juego he sabido que se encontraba en lo más profundo del subsuelo que hay por debajo del imponente castillo y he evitado esa zona con mucho respeto. Sin más sabios a los que recurrir, el valor se convierte en mi principal bandera contra el gerudo más malvado que haya existido.

Tras hacerme con el poder de Riju, no dudo ni un segundo de que me lanzaré hacia el más profundo vacío de todo Zelda: Tears of the Kingdom. Mi hermana, quien no ha sido capaz de superar al Rey Demonio, se encuentra a mi lado expectante por lo que pueda suceder. Tan solo me advierte de que debería hacerme con una buena cantidad de platos cocinados con solirio, por lo que anoto el consejo entre la lista de tareas pendientes.

Mi conjunto de hyliano está mejorado al máximo proporcionándome una gran defensa, por lo que puedo olvidarme del asunto de ir bien protegido. En cuanto a las armas, no me puedo quejar de ninguna forma. Absolutamente todas están fusionadas con partes de horroblin, bokoblin o piezas que potencian su capacidad de ataque una barbaridad; puedo derribar a un hinox sin despeinarme, así que a Ganondorf no le voy a hacer precisamente cosquillas. Los arcos que poseo disparan el triple de flechas, los individuales hacen un daño tremendo y los escudos resisten el envite de un centaleón.

The Legend Of Zelda Tears Of The Kingdom

Sin embargo, mi error garrafal que marcará la batalla es que me confío demasiado con los platos que ya llevo encima. Apenas cuatro me protegen del aura malvada y me convenzo de que no me harán falta más, por lo que me lanzo en picado hacia el auténtico horror. La caída es eterna, oscura y acompañada de una sensación de que todo lo que me encuentre allí abajo va a querer acabar conmigo sin compasión.

Los temores se hacen realidad en cuanto pongo los pies en las ruinas subterráneas, un lugar en el que todo está infectado de maldad y los monstruos campan a sus anchas. De forma inteligente esquivo todas sus acometidas y me centro en no gastar recursos, pues todo mi arsenal debe caer con furia sobre Ganondorf. Un segundo vacío, todavía más intimidante que el anterior, me recibe y mi hermana me indica que debo activar una zona de teletransporte por si fracaso en la misión. Es la primera vez que uso el poder de Rotver y confío en que no tendré que hacer uso de él.

Lejos de encontrarme con el jefazo final cara a cara, mi lucha inicial es contra el Ejército del Rey Demonio, aunque no lo haré solo. Riju, Tureli, Yunobo, Sion y Mineru me echan un cable en sus formas espirituales, por lo que es mucho más sencillo pedirle a la matriarca de los gerudo que lance un buen fogonazo. Lo cierto es que las oleadas son intensas, pero puedo soportar sin demasiado problemas que hordas de gibdos, bokoblin, lizalfos y otros infraseres. Una vez he hecho que todos muerdan el polvo, por fin veo el fruto de mi trabajo.

Zelda Tears Of The Kingdom

Los sabios, los de verdad, aparecen en el inhóspito agujero para ayudarme y consiguen retener a cada uno de los jefes finales de los templos de sus regiones. Esa es la auténtica razón detrás de ir a buscarlos, y lo agradezco, pero también es sinónimo de que si se ocupan de esas criaturas no podrán estar a mi lado contra Ganondorf. Y el Rey Demonio va a por todas contra mí.

Allí está, absolutamente escuálido y todavía con energías como para soltarme un discurso imperialista para después transformarse en una versión más joven de sí mismo. La guerra llega a su punto álgido y me doy cuenta por las malas de que no va a ser nada fácil derrotarlo. Atiza como Mike Tyson y se mueve como Bruce Lee, o lo que es lo mismo, una combinación mortal. Si no tuviese suficientes problemas para encararle, decide despertar su segunda fase para desatar prácticamente todo su poder.

El hijo de su madre es como el rayo y cada uno de sus golpes no solo que me resta salud, sino que me roba corazones. La tensión comienza a escalar en mi mente en cuanto el juego decide asustarme definitivamente con una barra de vida enemiga que se sale del campo de visualización. Apenas tengo un respiro con la llegada de los sabios, por suerte, y comienzo a maldecir a mi yo del pasado que creyó ir servido de platos con solirio.

Zelda Tears of the Kingdom

Los necesito más que nunca, así que improviso mi primera cocina portátil de todo Zelda: Tears of the Kingdom para llevarme un guantazo de realidad. Idiota, no puedes cocinar nada con enemigos alrededor, por lo que me toca sobrevivir con lo mínimo. Solo cogiendo distancia con Ganondorf puedo prepararme para sus embestidas, las cuales se nutren de katanas, garrotazos, flechazos y Dios sabe qué más; es una lástima que apenas esté en el aperitivo.

Una tercera fase más aparece y con el gravísimo problema de que él mismo me esquiva los golpes a cámara lenta. He de realizar dos esquivas perfectas consecutivas para poder machacarle mientras el sudor empieza a brillar en mi frente. Solo tengo tres corazones normales y unos cuantos dorados a base de forzar su aparición con platos extra. Es en este punto cuando comienzo a comprender a mi hermana y su desidia a la hora de volver a enfrentarse a Ganondorf. Resulta un verdadero incordio volver a pasar por todo este periplo de combates, así que me centro como nunca para poder vencerlo en el primer intento.

Zelda Tears of the Kingdom

Optando por una posición muy defensiva consigo, de milagro, ganarle, pero estoy lejos de cantar victoria. Toca el Dragón negro, el rey demonio draconificado, aunque con el alivio de que mis corazones corruptos los puedo curar, así que procedo a atiborrarme con toda la despensa. Para mi sorpresa aparece el Dragón de Luz en mi rescate y me anticipo a la revelación definitiva, aunque antes aniquilo por completo al gigantesco ser.

Ya puedo respirar tranquilo tras, esta vez sí, librar a Hyrule de la mayor amenaza que haya conocido. Ha persistido a lo largo de dos juegos, pero ya es historia. Sonnia y Rauru me ayudan a liberar a Zelda de su forma de dragón y me lanzo sin dudar a salvarla de la caída para aterrizar en mitad de un pequeño lago. Todo ha terminado.

Zelda Tears of the Kingdom

Mi aventura en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom ha sido espectacular, pero no puedo sentir lo mismo que viví con Breath of the Wild. El juego de 2017 es inferior en muchos apartados al de 2023, aunque el impacto que tuvo en mí es netamente superior. La trama de esta segunda entrega no deja de ser una vaga excusa para volver a disfrutar de un mapa renovado, del cual he sentido que al cielo no se le saca todo el partido posible y el subsuelo es un desierto sin demasiada chicha. A pesar de ello, apago la Nintendo Switch durante un tiempo con la firme convicción de que es casi imposible que ningún otro título rebase lo conseguido por Eiji Aonuma y compañía en la portátil.

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