Hace unos días me asomé por fin a la película de Uncharted para comprobar hasta qué punto estaba o no a la altura de la acción del videojuego o, como mínimo, de la aventura propuesta por las pelis de Indiana Jones. No sólo me gustó más de lo esperado, también me dejó con ganas de más tesoros y templos perdidos.
Mi entretenimiento durante las siguientes horas fue asomarme a todos los tesoros perdidos reales que podrían servir de excusa para un nuevo Uncharted y que, pese a los avances de la ciencia y la tecnología, aún siguen enterrados en algún templo del desierto u ocultos en una cueva submarina. Estos son los mejores que he encontrado.
Las joyas del Rey Juan sin Tierra
Quienes os criaseis entre películas de Disney lo reconoceréis por ser el estúpido y avaro rey al que Robin Hood le hacía la vida imposible. Caprichoso e insaciable, su vida se caracterizó por los abusivos impuestos que empobrecieron a su pueblo y su pasión por las joyas, que por desconfiado llevaba de aquí para allá cargando copas de oro, espadas emblemáticas e infinidad de monedas.
Juan sin Tierra, llamado así por su falta de terrenos heredados -lo que muy probablemente acabaría provocando su avaricia-, enfermó en uno de esos viajes y decidió volver a su castillo con una controvertida decisión.
Él viajaría por el camino más lento y seguro para no empeorar su condición, mientras que el tesoro se movería raudo y veloz hasta el origen atravesando una marisma. Se dice que el tesoro se perdió en aquél viaje de 1216 por culpa de una crecida de las aguas que la comitiva no supo prever, perdiéndose así todo lo que portaban bajo el barro de la llanura de marea.
El tesoro del Mar Muerto
Encontrados alrededor de 1950 a orillas del Mar Muerto, ocultos en una cueva, los Rollos de Qumrán son un hallazgo de 972 manuscritos que conforman la mayor y más antigua colección de textos bíblicos encontrada hasta la fecha. Escritos la mayoría en cuero y papiro, hay un rollo que destaca especialmente entre el resto. Además de ser de cobre no tiene nada que ver con la Biblia hebrea, es un listado de sitios en los que están enterrados y escondidos los tesoros del Templo de Jerusalén.
Valorado en mil millones de dólares, el tesoro del Templo de Jerusalén es el vestigio de todo un centenar de toneladas de oro y plata en forma de objetos religiosos. Lo que quedó tras al ataque de Nabucodonosor al primer templo y el de los romanos al segundo.
Al final de ese mismo rollo se habla de una segunda copia que serviría para poder entender el listado y conocer con certeza el lugar exacto en el que los tesoros aguardan a ser descubiertos. Por ahora su ubicación sigue siendo un misterio.
La tumba de Qin Shi Huang
La más Uncharted de todas. Seguramente habréis oído hablar de los guerreros de terracota, una colección de 8.000 figuras del siglo III a.C. creadas bajo las órdenes de Qin Shi Huang, el emperador al que le debemos la continuación de la Gran Muralla China.
El ejército de piedra encontrado en 1974 por unos agricultores era sólo la antesala de un descubrimiento aún mayor, lo que custodiaban aquellos guerreros tallados a tamaño natural era en realidad la gran tumba de Qin Shi Huang, una inmensa ciudad subterránea coronada por una pirámide de 100 metros y ríos de mercurio que rodean la cámara subterránea.
Por lo fatídico que podría ser para lo que se oculta en su interior, pinturas y murales que podrían acabar destruidos en cuestión de segundos en contacto con el aire, y lo peligroso de adentrarse en una tumba marcada por la toxicidad del mercurio, la tumba de Qin Shi Huan aún permanece cerrada. Trampas mortales esperan a unos primeros visitantes que, al menos por ahora, no tienen intención de entrar.
El Arca de la Alianza
Muchos la conoceréis ya por ser el gran tesoro que Indiana Jones buscaba en su primera película. Tal y como allí relataban, el cofre de madera y oro sería el lugar de reposo de las tablas con los diez mandamientos que Dios entregó a Moisés en el Monte Sinaí.
Guardada a buen recaudo en el Templo de Salomón, en Jerusalén, la invasión de Nabucodonosor y la destrucción de la ciudad provocó que se le perdiese la pista. Se dice que el arca fue sacada de su ubicación y se escondió donde nadie pudiese perturbar su contenido, pero su ubicación sigue siendo un misterio.
El oro de los nazis
Arrancados de las arcas, manos y bocas de los los masacrados por el horror nazi, Hitler y sus aliados se hicieron con una fortuna en forma de arte, relojes, joyas, diamantes y oro por valor de 8.000 millones de dólares. Lo suficiente para comprar media docena de países.
Lo que no se utilizó como pago durante la guerra -en el caso de España pasaron por la estación de Canfranc cerca de 20 toneladas de oro a cambio del tungsteno con el que se protegían los tanques alemanes- fue lanzado al fondo de lagos u oculto en minas de sal. El oro de los nazis se repartió entre bancos y se ocultó en los lugares más inverosímiles aún por descubrir.
Con el tiempo han ido apareciendo pistas de cuevas ocultas y protegidas con dinamita, bases secretas en la Antártida, y barcos hundidos con ingentes cantidades de oro que nunca llegaron a su destino. De entre todos los posibles escondites que podrían guardar el oro nazi, todavía no se ha descubierto ninguno.
El tesoro del obispo muerto
Tal y como relatan los documentos desclasificados del Vaticano, en algún punto de 1356 el obispo Thibaud de Castillon partió de Lisboa hacia su residencia francesa a bordo del Sao Vicente, un barco que cargaba con todos los tesoros, joyas y tapices que el obispo había conseguido por vías poco honorables y pecaminosas.
A su paso por Cartagena, el barco fue atacado por dos buques piratas españoles comandados por Antonio "Botafoc" y Martin Yanes. Tras hacerse con el botín y acabar con la tripulación y el obispo, ambos barcos partieron de allí. Uno con más suerte que otro.
El barco de Botafoc quedó encallado en el sur de Francia, provocando que la tripulación fuese colgada y los oficiales encarcelados mientras los pescadores locales se hacían con parte del botín. El de Yanes, en cambio, consiguió escapar con un tesoro de incalculable valor que no vuelve a aparecer en los registros vaticanos. Otra buena aventura de piratas estilo Uncharted.
La maldición de Oak Island
En 1795 dos amigos encuentran en la Isla del Roble, Canadá, una suerte de pozo que presumiblemente conectaría con una cueva pirata en la que, según la leyenda, se esconde uno de los mayores tesoros a los que cualquier mortal pueda acceder. desde botines procedentes de múltiples saqueos hasta las joyas de Maria Antonieta.
Tras empezar a cavar y toparse con demasiados troncos y piedras que dificultaban la tarea, abandonan una búsqueda que continuará años después por otros cazatesoros con más y mejor equipamiento. Consiguiendo llegar más allá de donde lo hicieron los dos amigos, finalmente se topan con una losa de piedra con una curiosa inscripción.
Con símbolos que conseguirían descifrar a posteriori se relata que "12 metros más abajo hay 2 millones de libras enterradas". Lamentablemente, las aguas cercanas provocan que, al levantar la losa, el pozo empiece a llenarse de agua imposibilitando que continúe la excavación.
Durante los siguientes años decenas de cazatesoros verían cómo esperanzas y compañeros perecían en el intento de encontrar un tesoro que, por el momento, ha seguido arrojando razones para que nuevos buscadores lleguen hasta allí. Oro, maravedís españoles y monedas templarias fueron más que suficiente para que se crease un reality show sobre la búsqueda del tesoro de Oak Island (lo tenéis en Prime Video). Ocho temporadas después, el misterio sigue ahí.
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