A día de hoy, con proyectos mastodónticos como Final Fantasy XVI con cientos de personas trabajando al unísono, a veces repartidas por todo el globo, que un sólo programador sea capaz de hacer mover todo un estudio de un país a otro suena de lo más surrealista.
Sin embargo la cosa cambia si saltamos hasta finales de los 80 y ese programador resulta ser Nasir Gebelli. Si a Sakaguchi, Uematsu y Amano les debemos la creación de la saga, a Gebelli hay que agradecerle que consiguiese convertir aquella idea en un código funcional.
Un genio de los videojuegos
De la mano de una de esas mentes prodigiosas que cimentó la programación de videojuegos incluso antes de que las consolas llegasen a nuestras casas, el iraní Nasir Gebelli era uno de esos genios capaces de imaginar un juego en su cabeza, escribir el código mentalmente y luego correr a un ordenador para vomitar todo lo que su imaginación había creado para no olvidar ningún detalle de su creación.
Un genio capaz de escribir más de 10 juegos en un año y conseguir colarlos entre las listas de los más vendidos, convirtiéndose con ello en uno de los programadores y diseñadores de juegos más prolíficos y aclamados de principios de los 80.
Sin embargo, como suele ocurrir a veces entre los grandes títulos, el nombre de sus creaciones terminó fagocitando a la persona, lo que sumado a la cultura nipona que nos ha hecho encumbrar a Kojima sin conocer prácticamente a nadie de su equipo, consiguió que el nombre de Gebelli fuese difuminándose con el tiempo.
Trabajando para Apple II y estrellándose con el crack del videojuego de 1983 cuando su propia desarrolladora empezaba a despuntar, años después de aquello Gebelli viajó a Japón con la intención de adentrarse en el desarrollo de NES y acabó en las filas de Square.
Volver al mundo del videojuego suponía una grandísima noticia para Gebelli, que entró en el desarrollo nipón como experto en programación 3D, pero casi tan importante como para él lo era para Hironobu Sakaguchi, que de la noche a la mañana tuvo la oportunidad de trabajar con el que por aquél entonces era uno de sus mayores ídolos.
Gebelli, un nombre clave para Final Fantasy
Pese a la barrera del idioma, el trabajo de Gebelli fue lo suficientemente importante para que, cuando a Square le picó el gusanillo de Final Fantasy, fuese él el encargado de convertir aquella idea en un código funcional. Hasta tal punto fue importante su labor que, cuando decidió meter aquél puzle de mover números de un lado a otro, nadie lo frenó y consiguió convertir la idea en el primer minijuego en la historia de los RPG.
Lanzaron Final Fantasy con gran éxito y automáticamente se pusieron a trabajar en su secuela, pero cuando estaban a punto de terminar el desarrollo, su visado de trabajo para residir en Japón expiró y tuvo que volver a Estados Unidos tras ser expulsado del país nipón.
Gebelli volvió a California y, conscientes de la importancia de su papel en el desarrollo de la saga, en Square decidieron que no iba a marcharse solo. El resto del equipo, junto a sus ordenadores y trabajo previo, viajarían con él hasta Sacramento para poder terminar el juego.
Final Fantasy II se empezó en Japón y se terminó en Estados Unidos, todo ello mientras, además, se empezaba a trabajar en los cambios que luego llegarían a la tercera entrega en forma de su sistema de trabajos y clases.
Tras cerrar aquél proyecto y alcanzar el zénit de su carrera con el desarrollo de Secret of Mana, las regalías acumuladas por los juegos en los que había trabajado le permitieron retirarse con los bolsillos bien cargados para irse a dar la vuelta al mundo primero, y volver a Sacramento después. Allí sigue viviendo, consciente de su importancia en la creación de Final Fantasy y también en cómo inspiró a toda una generación de desarrolladores que luego nos darían joyas como Prince of Persia o Doom.
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