La frase de Ibai Llanos ha sido lapidaria: "No quiero jugar al Bloodborne ni aunque me paguen". Una sentencia que ha pesado como una losa para muchos, ya que ha mostrado la faceta del streamer respecto a los videojuegos con la que se siente más cómodo. Y es que Ibai ha confesado que a él no le gustan los videojuegos, o por lo menos no los que le pide la gente que juegue.
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“Es que realmente a mí no me gustan los videojuegos. Es como: 'chicos, sed como IlloJuan, jugad al Bloodborne'. No quiero jugar al Bloodborne ni aunque me paguen. Es más, no hago ninguna campaña de videojuegos. Hice alguna en su momento con algún juego de miedo, con algo que pensaba que podía ser divertido, pero no me gustan los videojuegos. A mí me gustan los videojuegos competitivos. Jugué al Call of Duty, competí al Call of Duty; jugué al LoL y casteé LoL. Porque a mí me gustan los esports, no los videojuegos".
Su intervención deja clara su preferencia hacia Call of Duty y League of Legends, dos obras que comparte un carácter competitivo muy fuerte. A raíz de ello surge el debate de los motivos que alejan a Ibai de un Soulsborne o de videojuegos que explotan en popularidad, como Hogwarts Legacy. Como adultos que somos, ya nos imaginamos que la respuesta proviene en la falta de tiempo.
Una sequía de horas
Según un estudio de la Universidade de Santiago de Compostela realizado en 2018, el tiempo libre del que dispone un ciudadano español en promedio al día es de 4,61 horas para los hombres y 3,94 horas para las mujeres. Debido a que los datos se dividen en los diferentes niveles educativos, partiremos de la base de que la población a la que nos referiremos es la que ha conseguido estudios universitarios, pues es la que menos tiempo de ocio disfruta.
¿Cuánta gente en España posee dichos estudios? La OCDE reveló en el mismo año que el 60,2% de los habitantes del país habían cursado y completado su carrera universitaria. Por otro lado, una investigación realizada en Estados Unidos concluyó que de media necesitamos entre 2 y 5 horas de tiempo libre diarias para acercarnos al concepto de felicidad. Un menor número provoca estrés y pasarnos de la raya hará que se comience a perder el sentido sobre nuestros propósitos.
Una vez puestos los datos encima de la mesa, y constatado que el tiempo libre no abunda, hay que enlazarlos con cuánto tiempo debemos invertir para conseguir superar Bloodborne. Los jugadores registrados en Howlongtobeat aseguran que son necesarias unas 44 horas para superar una partida normal con algunas activides secundarias. Trasladado al plano real, un hombre con estudios universitarios tardaría 9 días y medio en completar Yharnam, mientras que una mujer en la misma situación 11,16 días en realizar la misma tarea.
Evidentemente, esto supondría que a lo largo de ese periodo de tiempo, todo el tiempo libre fuese dedicado a Bloodborne en exclusiva. Además, también se asume que siempre se va a contar con la misma cantidad de horas de tiempo libre, ya que al ser una media las cifras pueden aumentar o disminuir dependiendo de las necesidades diarias.
Pero, ¿qué pasa si nos vamos a videojuegos todavía más grandes? Elden Ring se tarda, aproximadamente, 100 horas en completar, lo cual se traduce en 21,69 días para que un hombre lo termine y 25,38 días para que una mujer vea los créditos de las Tierras Intermedias. Son tres semanas de pura dedicación de ocio a la misma tarea y se entiende perfectamente que cualquier persona querría diversificar su tiempo libre, ya sea por elección o por compromiso. Por si fuera poco, hablamos de videojuegos que se definen por ser difíciles, con muy pocas ayudas al usuario, lo cual suponen más barreras para aquellos que pertenezcan a un público casual de la industria.
Una partida y desconectar
En contraposición tenemos los juegos que verdaderamente barren con el mercado. CS:GO, FIFA, Fortnite y Rocket League son ejemplos evidentes de cómo generar comunidades masivas que se reúnen cada día para echar unas cuantas partidas. Y al igual que en los ejemplos de gran cantidad de horas mencionados anteriormente, esta categoría de obras comparten características en común.
Las sesiones de juego se pueden alargar el tiempo que queramos, tanto en tramos cortos como largos, y aún así sentir un gran grado de satisfacción. Matas a alguien cada pocos minutos en el FPS de Valve, marcas goles en el campo de juego de EA, aniquilas en la isla del battle royale y vuelas con los coches del juego de Psyonix. Poseen estímulos constantes, sin parar, y que recompensan muchísimo a la hora de ejecutarlos bien por lo determinantes que son para ganar la partida.
Juegos gratuitos en su mayoría, que no requieren una gran habilidad para ser jugados y que te posicionan con usuarios de tu mismo nivel a través del matchmaking. No debemos olvidar que, a diferencia de Bloodborne y Elden Ring, todos estos videojuegos demuestran un carácter multijugador muy potente. Si no juegas con amigos, que es lo habitual, los haces en mitad de una caída al vacío en Fortnite.
Yo mismo he invertido más de 700 horas a Rocket League y miles a FIFA por el simple motivo de que me permite desconectar de forma muy sencilla. Son juegos muy mecánicos, donde apenas debo prestar atención a unos escasos parámetros y con ellos puedo realizar una segunda actividad como escuchar un podcast. No seré yo el que abogue por no jugar a Bloodborne tras habérmelo pasado y habiéndome metido entre pecho y espalda el platino de Elden Ring, pero comprendo perfectamente a aquel que se vea abrumado por las dimensiones de un juego de esa magnitud.
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