La historia está salpicada de ideas que en un primer momento pudieron parecer detalles insignificantes, pero que a la larga se convirtieron en los detonantes de grandes cambios, en inesperadas revoluciones que difícilmente podían ser anticipadas. Casos así los encontramos también en la corta pero intensa trayectoria de los videojuegos como industria.
Un perfecto ejemplo de ello es el mítico Sello de calidad de Nintendo, cuya impresión todos asociaréis a títulos para los distintos sistemas desarrollados por la casa de Kyoto durante años. Tantas veces lo hemos visto que ya hemos terminado por aceptarlo como un componente estético más del envoltorio, pero lo cierto es que este distintivo tiene una importante historia detrás que merece la pena conocer.
A efectos prácticos fue un pequeño gesto que se empezó a aplicar a mediados de los años ochenta, una época especialmente convulsa para este negocio, pero tras él se escondía una estudiada campaña que ayudó a que la Gran N se convirtiera en el gran referente cultural y comercial que ha llegado a ser. Pero antes de hablar de él, vamos a intentar entender el contexto previo a su aparición.
En el principio sólo existía el caos
Seguro que todos habéis oído hablar de la crisis del videojuego de 1983, ésa que estuvo a punto de acabar con todo rastro de un negocio que descarrilaba a causa de la avaricia sin límites y la imperante ausencia de talento creativo. Durante el comienzo de la década se generó una burbuja que explotó de forma violenta, llevando al cierre de numerosas compañías en el plazo de dos años y a un descenso en los beneficios del sector de casi el 97%. Un auténtica barbaridad.
La segunda generación de consolas venía liderada por la Atari 2600, frente a la cual se alineaban numerosas alternativas como ColecoVision, Magnavox Odyssey o Intellivision, así como el creciente mercado de ordenadores personales, y en todos los casos encontrábamos un denominador común esencial para entender el crack del 83: ni Atari, ni el resto de compañías que intentaban competir con ella, tenían un control real sobre el catálogo de juegos que llegaba a las tiendas.
Como consecuencia, cualquier caradura con los conocimientos necesarios podía animarse a lanzar un título de tres al cuarto sin tener que preocuparse mucho por las consecuencias a largo plazo, intentando sacar todo el dinero posible antes de que alguien advirtiera el pufo. Si os parece que hoy llegan al mercado títulos de calidad discutible, tendrías que ver las metidas que aparecían en las estanterías por aquel entonces. Naturalmente, llegó un punto en que la gente empezó a cansarse de que les vendieran la moto de forma impune, así que la confianza del consumidor en la industria del videojuego cayó en picado, y con ella los beneficios.
Pero no todo era cosa de unos cuantos títulos menores que llegaban sin control a las estanterías: los grandes estudios y las licencias prestigiosas también añadieron pólvora a la explosión. Especialmente infames son casos como el del port de Pac-Man a Atari 2600 o el mil veces recordado E.T, verdaderos descalabros de carácter multimillonario. La industria norteamericana del videojuego había fallado estrepitosamente, pero unos cuantos japoneses estaban determinados a triunfar aprendiendo de tantos errores.
Un sello para unirlos a todos
Nintendo lo tenía claro: eso de dejar que cualquiera pudiera mancillar tu flamante consola con un juego desarrollado sin ningún control no era un camino serio a seguir por una industria que movían tantos millones al año. Su respuesta a nivel técnico fue el chip 10NES, un sistema de bloqueo que venía instalado en los modelos occidentales de su primera consola para impedir el funcionamiento de software no autorizado en la misma. Naturalmente, como tantos otros sistemas de protección no era infalible, pero era una primera primera piedra que vendría acompañada de la correspondiente respuesta a nivel de marketing.
Me estoy refiriendo, claro está, al mítico sello de calidad que servía para indicar al consumidor, lógicamente desconfiado ante la cantidad de malas jugadas experimentadas durante los años previos, que podía gastar su dinero en dicho título tranquilamente porque había detrás una gran compañía que se había asegurado de que no le estuvieran dando gato por liebre. En su primera versión, implantada en el mercado norteamericano con el estreno occidental de NES en 1985, la estampación mostraba el siguiente texto:
Este sello asegura que Nintendo ha aprobado y garantiza la calidad de este producto.
El sello venía acompañado de una explicación más detallada de su función y sus condiciones en los correspondientes manuales de instrucciones, por si quedaba alguna duda. Quienes vivimos aquella época recordaremos también la insistencia que Nintendo hacía a través de todas sus acciones comerciales sobre la importancia de buscar este distintivo en los juegos que comprábamos, declarando así su firme compromiso de evitar que sus clientes pudieran verse envueltos de nuevo en la pesadilla de la que aún se estaban despertando.
Como es bien sabido, la estrategia funcionó a la perfección, y la consola consiguió triunfar en lo que todos veían ya como un mercado agonizante y sin futuro. A fin de cuentas el mítico sello no fue más que la representación visible de una filosofía global que pasaba por el control del producto, la honestidad a la hora de promocionarlo (tanto en las capturas incluidas en las cajas como en la calificación de su contenido) y el establecimiento de unos estándares mínimos que permitieron revertir una situación insostenible. Desde entonces, el cierre de puertas ha sido la nota dominante en las consolas que han ido llegando al mercado, con excepciones simplemente marginales y sin incidencia real en el devenir del producto como la Net Yaroze.
Evolución y declive de la importancia del sello
La versión original del sello en el mercado norteamericano era circular, con fondo negro y contenía el texto que antes he presentado. En 1989 cambió a la versión ovalada y con fondo blanco que ha sido común en aquel territorio, reduciendo el texto a "Official Nintendo Seal of Quality"; en 2003, aún se simplificó más, dejando el emblema en "Official Nintendo Seal". Por su parte, la versión PAL siempre ha sido circular y se ha presentado como "Original Nintendo Seal of Quality".
Al ser preguntado por las innovaciones más importantes en la evolución del videojuego, el desarrollador Sid Meier, padre de la saga Civilization, señaló este sello como una pieza fundamental, al ser capaz de poner fin a la avalancha de shovelware que estaba cubriendo todo. Es imposible suponer qué habría sido de la industria de no haberse dado un movimiento tan decidido como el de Nintendo, pero tened por seguro que nada habría sido lo mismo (y muy posiblemente habría sido para peor).
Y por si os lo estabais preguntando, hubo títulos que no consiguieron cumplir los requisitos y salieron al mercado sin licencia, como el recopilatorio Action 52, que incluía medio centenar de juegos de acción de poca monta, cargados de errores y en muchos casos plagiando descaradamente obras que ya estaban en el mercado. Para colmo de males, el producto se puso a la venta por casi doscientos dólares bajo la promesa de que tal cantidad de juegos merecerían el desembolso. Y ya os digo yo que no.
A fin de cuentas, con NES los casos así pasaron a ser excepciones y uno ya sabía a lo que se exponía si quería salir de los límites impuestos por Nintendo con su sello. Afortunadamente, con el paso de los años los consumidores hemos ido aceptado como un hecho natural que todo juego lanzado al mercado provenga de un estudio profesional, así que es normal que el tiempo haya provocado que la importancia del sello haya ido decayendo hasta convertirse en un mero elemento decorativo.
Otros también lo intentaron
Por supuesto, la genial idea de Nintendo ha tenido sus imitadores, siendo su principal competidora de la época la primera en intentar replicar la idea. El sello de calidad de Sega apareció no mucho después, aunque en este caso no era un requisito imprescindible para poder publicar los juegos por parte de las third parties, sino un distintivo empleado promocionalmente por quienes lograban alcanzarlo.
Además, en el caso de Sega no se ponía impedimento al uso de contenidos violentos o sangrientos para obtener el certificado, de forma que pudieron conseguirlo títulos que difícilmente hubieran cumplido con la política de tolerancia cero hacia el material solo apto para adultos de la Gran N, como Splatterhouse 2 o Techno Cop. No obstante, contenidos de carácter sexual sí que eran estrictamente censurados por Sega.
Esa política de destacar un nivel especial de calidad sobre la media fue derivando con el tiempo a una cuestión más funcional, y también este emblema fue perdiendo importancia a ojos de la compañía y los consumidores hasta desaparecer por completo junto con el desarrollo de consolas por parte de Sega.
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