Hay muchísimas maneras de referirse a Mortal Kombat: Aniquilación, pero ninguna buena. La bochornosa secuela del filme de Paul W. S. Anderson tiró por tierra todo lo que hizo grande el salto a la gran pantalla de la saga de lucha de Midway, y lo hizo durante una de las etapas más complicadas de la compañía. Pero lo peor fue ver que, a diferencia de la primera entrega, tenía todo lo necesario para triunfar.
Vamos a ser completamente honestos: la saga del fatality se ganó una posición privilegiada entre los juegos de lucha por su brutalidad y su muy reconocible experiencia de juego, pero tanto los videojuegos como el primer filme destilaban la esencia de las producciones de Serie B, llevándola a su terreno para crear una ambientación sombría que terminaba de redondear el conjunto.
Con eso por delante, el caso de Mortal Kombat: Aniquilación es un despropósito absoluto. No solo para los espectadores, sino para los fans del videojuego e incluso aquellos que realmente salimos satisfechos con la primera película. Dejando al lado su presupuesto, se trató de una sucesión constante de malas ideas aderezadas con ríos de ninjas, combates mal coreografiados, explosiones gratuitas y muchas, muchas más volteretas de las necesarias.
Incluso todo lo anterior podría ser un reclamo extra para quienes somos menos sibaritas y preferimos de vez en cuando un festín de surrealista diversión palomitera. Esas películas de kung fu de hace cuatro décadas que emiten en XTRM o la saga Sharknado. Sin embargo, la realidad es que no hay por dónde coger a MK: Aniquilación, ni tampoco tiene perdón lo que New Line hizo con los personajes de Ed Boon y John Tobias.
Mortal Kombat: Aniquilación, un fatatily al séptimo arte
El cielo se oscurece sobre un ruinoso templo shaolín. El dios Raiden abre un portal y aparece junto con Liu Kang, Sonya Blade y el resto de participantes del torneo Mortal Kombat. Al derrotar a Shang Tsung, anfitrión del evento que decidiría el futuro de la humanidad, los elegidos del dios designado a proteger la Tierra habían detenido la invasión por parte del Outworld. O eso creían.
El éxito de los protegidos de Lord Raiden no formaba parte de los planes del emperador Shao Kahn, quien -igualmente- inició el despliegue de su ejército de ninjas a escala mundial. A fin de cuentas, en Mortal Kombat las reglas, y las espinas dorsales están para romperlas.
Bajo ese contexto, lo primero que llama la atención -además del absurdo disfraz de centauro de Motaro- es que la mayoría de protagonistas de la película original decidieron no embarcarse en la secuela. Algunos, como Christopher Lambert (Lord Raiden), establecieron que su ausencia se debía a conflictos con otras producciones. Otros, como Linden Ashby (Johnny Cage), directamente declinó regresar tras leer el guión. Ambos hicieron bien.
Del reparto original sólo volvieron tres: Robin Shou como un Liu Kang en no tan buena forma física, Talisa Soto como una todavía más prescindible Kitana, y Keith Cooke estrenando nuevo papel, ascendiendo de un Reptile enmascarado a un Sub-Zero a cara descubierta. Como nota curiosa, el film supuso el debut cinematográfico de Ray Park (Dath Maul en Star Wars) como doble en las escenas de acción de Raiden.
La realidad es que el único actor que tuvo suerte a la hora de repartir papeles fue Michael Jai White: fue descartado como Jax y, de rebote, pudo hacer de Spawn. Casualidad o no, años después White daría vida a Jax en Mortal Kombat: Rebirth y la saga de videojuegos.
Lo cruel es que si Mortal Kombat: Aniquilación flaqueba en lo referente al trato que se hizo a sus protagonistas, en la parte que tocaba a los villanos se llevó la palma: un vestuario realmente deplorable, destacando unos trajes de robot hechos a base de cascos y petos plástico y recubriendo el resto del disfraz de licra.
Robots que, por cierto, para lanzar un simple proyectil deben quedarse petrificados y en posición neutra durante al menos medio minuto.
El propio Robin Shou, quien trabajó en algunas de las coreografías, indicó que el ritmo del rodaje y el muy ajustado presupuesto pasaron una enorme factura al conjunto. Sin embargo, hay decisiones difíciles de justificar. La caracterización del centauro Motaro, consistió en unas mallas unos zapatos anchos y un triste de complemento que daba todavía más el cante. Para hacer eso era mejor no incluirlo en el filme.
Durante el grueso de la película los protagonistas deberán viajar por la Tierra desde dentro en una especie de bolas de hámster de tamaño humano con el propósito de obtener refuerzos y prepararse para enfrentarse a Shao Kahn. Una idea realmente cuestionable por parte de Raiden, quien -por cierto- puede teletransportarse e incluso viajar instantáneamente a otros mundos, llevando con él a otras personas.
Una vez separados en grupos, los defensores de la Tierra encadenan la mayor cantidad de combates innecesarios posibles, lo cual obedece a un único propósito: hacer desfilar la mayor cantidad de personajes del videojuego. Eso sí, hasta el momento del combate final hay dos únicas reglas no escritas.
- Cuando no haya escenas con diálogos, los personajes, héroes o villanos, deben ejecutar volteretas cuando requieran desplazarse a distancias de medio metro o más y en cualquier dirección con la única excepción de Shao Kahn, el cual salta por algún motivo en plancha.
- Salvo que algún monstruo elaborado con un terrible CGI aparezca, cuando el combate entre el bando del bien y del mal exceda los cuatro minutos de reloj, aparecerá un río de ninjas malvados que obligará a los defensores de la Tierra a escapar furtivamente. Este enorme ejército compuesto por incontables extras no estará presente durante la confrontación final.
El escenario final se mantiene muy fiel al despropósito de la hora inicial a través de cinco combates de uno contra uno simultáneos con la única excepción del de Sonya y Ermac, el cual de algún modo invoca a Noob Saibot para combatir con cierta ventaja.
Mi teoría sobre el combate entre la pareja de ninjas y la agente de las fuerzas especiales esto sucede al no haber encontrado otra ocasión en la que colar al personaje, aunque realmente era la ocasión perfecta para tirar de ese ejército de ninjas.
Finalmente todo queda reducido al combate entre Lui Kang, el defensor de la Tierra y el malvado emperador Shao Kahn. Un encuentro en tres fases en el que veremos cómo se intentan estrangular el uno al otro, se transforman -por que sí- en una especie de dragones Low Cost para, poco después, seguir luchando cuerpo a cuerpo. Por que sí.
Detalle importante a la hora de valorar los efectos digitales: cuatro años antes se estrenó Parque Jurásico
¿El momento de gloria? Liu Kang sentencia a su rival con una voltereta -cómo no- acompañada de una patada doble. Una Flash Kick de toda la vida, como la de Guile en el videojuego Street Fighter. Y como la de Guile de la película Street Fighter. Lo que son las cosas.
Con Shao Kahn derrotado, desprovisto de poderes y convertido en puré (vaya patada), Raiden gana un ascenso como deidad, la Tierra vuelve a la normalidad, el sol brilla y la cámara se aleja dejando a nuestro grupo de héroes saliendo del escenario final unidos en un abrazo grupal. Literalmente.
Siete momentos de verdadera vergüenza ajena
Dicen que la virtud está en los pequeños detalles, pero los de Mortal Kombat: Aniquilación son de juzgado de guardia. Podríamos argumentar sobre el pésimo CGI de la película o volver a referirnos a los problemas de producción, presupuestos y su ajustado tiempo de rodaje, pero hay otros elementos que parecen estar hechos con pura maldad. Aquí tienes siete ejemplos.
La vez que Shao Kahn lanza un hadouken y de sus manos comienzan a emanar estrellitas.
La vez que Lui Kang lanza a Baraka a un foso de una patada y, en vez de ver al tarkata cayendo, se recicla el metraje de otro personaje de una escena mostrada media hora antes.
Que Jax pase por quirófano y le midan las constantes vitales cuando en realidad lleva puestas unas mangas articuladas. Unas que lógicamente, y a diferencia de las prótesis que lleva en los videojuegos, son de quita y pon.
El cada vez más menguante ejército a caballo de Shao Kahn. Al principio vemos cientos de ninjas montados a caballo, luego menos de veinte y, finalmente, cinco. Contando a Shao Kahn y Sindel.
La completamente innecesaria escena de la explosión al derrotar a Sektor.
La surrealista entrada en escena de Sub-Zero, deslizándose de la manera más ridícula y deshonrosa posible: en plancha y sujetándose con los tobillos de un finísimo conducto de hielo mientras lanza un rayo congelante.
Y pese a que a lo largo de la película vemos criaturas elaboradas con un pobre CGI, el totalmente innecesario momento en el que Liu y Shao Kahn se convierten en dragones (y sus tristes animaciones) se corona como lo peor y lo más ridículo del filme.
El estado de la saga Mortal Kombat en 1997
Pese al impacto de las dos primeras entregas, el lanzamiento de Mortal Kombat 3 fue un jarro de agua fría para todos. Sí, se introdujeron nuevas ideas y a nivel visual era mucho más ambicioso, pero estaba muy por detrás de todos los juegos de lucha lanzados en 1995.
Es más, Scorpion ni siquiera estaba en el panel de seleccionables y la mayoría de nuevas incorporaciones fueron mal recibidas.
Midway y el equipo de Boon y Tobias reaccionaron y siete meses después, en octubre de 1995, lanzaron Ultimate Mortal Kombat 3. Una redención en toda regla con un impresionante panel de luchadores que parecía no tener fin. Desafortunadamente, llegó demasiado tarde. Street Fighter, los crossovers de Capcom, los juegos de lucha poligonales y tantos otros habían saturado el mercado.
El tren de la oportunidad había salido y sólo quedaba rentabilizar lo posible las versiones domésticas. Un año después veríamos Mortal Kombat Trilogy, una especie de dream match de la saga en el que se reunían los luchadores de todas las entregas lanzadas. Una manera de capitalizar rápido y mantener a flote la licencia jugando la carta de la nostalgia mientras elaboraban su siguiente gran movimiento.
En 1997 la saga Mortal Kombat estrenaba dos juegos y una película. Y ninguno contó con el favor del público.
- Por un lado Mortal Kombat Mythologies: Sub-Zero deconstruyó los elementos de Mortal Kombat y los reensambló en un juego de acción y plataformas protagonizado por el criomante de shozoku azulado con un enorme trabajo de fondo pero al que le faltó un hervor en el diseño de escenarios.
- Por otro lado, Mortal kombat 4 fue el primer paso (en falso) de la saga hacia los combates en entornos tridimensionales. Pese a que los fans de la saga lo adoraron, los modelos de los luchadores palidecían frente a los de otros juegos de lucha y la fluidez de los combates y los combos estaban muy por detrás de las entregas anteriores.
- Sobre la película, Mortal Kombat: Aniquilación fue fulminada por la crítica, los espectadores y los propios fans.
Las siguientes entregas de la saga del fatality tardarían en llegar y Midway siguió dando palos de ciego. Es más, Mortal Kombat Gold no dejaba de ser una actualización de la cuarta entrega numerada con más personajes, más escenarios interactivos y nuevas cinemáticas.
Sin embargo, el punto más bajo de la saga llegaría un año después con el lanzamiento de Mortal Kombat: Special Forces. Un decepcionante juego de acción cuyo desafortunado desarrollo hizo que John Tobias (co creador de la saga) abandonase el estudio y se desentendió de Mortal Kombat.
Llegados a ese punto solo se podía ir en una dirección y, por suerte para todos Ed Boon tomó las riendas del estudio.
El regreso a la gran (y pequeña) pantalla de Mortal Kombat
Pese a que, en general, Mortal Kombat: Aniquilación es un desastre, también tuvo algún que otro punto (muy concreto) a favor. A fin de cuentas su potentísima banda sonora y alguna que otra coreografía, así como la absoluta gratuidad con la que los personajes acaban enzarzados en peleas, fue lo que hace más de 20 años nos hizo pagar la entrada. Y tengo que reconocer que, entre tanta calamidad, al menos esos elementos estaba ahí. Lo cual no la salvan de la purga.
Como efectos colaterales, Mortal Kombat: Devastation, la tercera película de Mortal Kombat, fue fulminantemente cancelada y el director de la primera, Paul W.S. Anderson, decidió dirigir las secuelas de sus adaptaciones de videojuegos en vez de delegarlas a segundos o terceros. A Ed Boon, quien estuvo muy implicado en la película original, no le tiembla la voz al decir que odia Mortal Kombat: Aniquilación.
Lo que sí es cierto es que los protagonistas de Mortal Kombat dan mucho juego a la hora de llevarlos al terreno narrativo. Prueba de ello es el especial énfasis con el que el estudio Netherrealm de Ed Boon mima los modos historia de cada entrega. Sin duda, uno de los platos fuertes de cada nuevo lanzamiento, junto con la sangre, la violencia y la capa de humor que lo recubre todo.
Por otro lado, la licencia de Mortal Kombat también tuvo su propia trayectoria en la pequeña pantalla ofreciendo una serie animada orientada al público juvenil -por que sí- en 1996 y, dos años después, Mortal Kombat: Conquest, una adaptación para TV de acción real basada en las dos primeras entregas en sintonía con estrechar los lazos con la mejor etapa de la saga.
En el año 2010, con el reboot de la saga recién estrenado en consolas bien consolidado, llegaría el verdadero empujón de cara a dar vida en imagen real a la saga del fatality a través de la webserie Mortal Kombat Legacy. Una producción que dejó Mortal Kombat: Aniquilación en pañales y que incluso contó con dos temporadas.
Lo cual nos lleva a nuestros días. En 2015 el aclamado cineasta James Wan (Director de Aquaman, Furious 7 y responsable tras la cámara o desde la producción de la saga de Saw o el Warrenverso, entre otros) comenzó a dar forma al reboot de Mortal Kombat, con un reparto encabezado por Jessica McNamee como Sonya Blade, Ludi Lin como Liu Kang o Hiroyuki Sanada como Scorpion.
¿Podemos esperar una catástrofe como Mortal Kombat: Aniquilación? Bueno, se ha confirmado que será la primera película de la saga en obtener la clasificación de mayores de 18 años, y se nos ha prometido que veremos los fatalities en todo su esplendor. De momento, nos quedamos con su fecha de estreno: el torneo Mortal Kombat volverá a celebrarse en las salas de cine en 2021.
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