Cuando te pones a jugar a The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom tienes una misión principal muy clara como es la de localizar a la Princesa Zelda, entre otras que también es indispensable el cumplirlas. Sin embargo, durante el camino para llevar a cabo estas tareas es inevitable acabar perdiendo el tiempo con otras tantas actividades, por mucho que intentes centrar tus esfuerzos en el objetivo más importante.
Al final intentas ir a un templo y por el camino te encuentras un Kolog que solicita tu ayuda, un campamento de enemigos que pide a gritos que lo destruyas por completo, una posta donde te conceden misiones secundarias, una cueva en la que ardes en deseos de entrar en ella para ver qué esconde en su interior y, por supuesto, tampoco nos podemos olvidar de los Santuarios.
Estos lugares, ya presentes en The Legend of Zelda: Breath of the Wild, han regresado en esta nueva entrega con una mayor cantidad, además de dispuestos a plantear nuevos retos de todo tipo. No obstante, lo que he sacado en claro después de haber pasado por decenas de ellos es que me ha parecido como estar jugando un tutorial infinitamente más completo que el que te toca realizar en la zona inicial de la aventura.
Los Santuarios son sinónimo de fuente de aprendizaje constante
Los primeros que te toca resolver obligatoriamente son los que a su vez sirven para desbloquear los poderes principales que emplea Link en este capítulo: el Retroceso, Combinación, Infiltración y la Ultramano. Naturalmente los puzles de cada uno de ellos están diseñados a conciencia para que no te quede más remedio que hacer uso de estos poderes con tal de llegar al final y así obtener un Orbe Luminoso.
Estos materiales son la mayor excusa para no dejar ni un solo Santuario por completar, dado que son los que otorgan mejoras a Link a la hora de aumentar su cantidad de corazones o su barra de resistencia. Aun así, por lo que a mi me ha encantado adentrarme en estos lugares es por los puzles tan diferentes que plantean unos de otros.
No voy a negar que algunos me han provocado auténticos quebraderos de cabeza con el fin de resolverlos, pero también hay que buscar el lado positivo de esta situación, como es el hecho de que los Santuarios acaban siendo una forma de aprendizaje. Por eso mismo, gracias a estas zonas he aprendido a dominar los poderes de formas que de otra manera no se me hubiese ocurrido, al igual que a la hora de darle uso a determinados Artilugios Zonnan.
En relación a esto último, uno de los que más me costó fue uno en el que debía de usar el planeador con unas turbinas equipadas para volar por gran parte del escenario, pero no conseguía dar con la forma de que se moviese, hasta que conseguí engancharlo a un transportador, una especie de tabla con ruedas. Así, al ejercer fuerza con el aire de las turbinas, el planeador se deslizó sin problemas sin la necesidad de una rampa de salida para ello y así salir disparado por los aires.
A partir de ese momento se acabaron los problemas de querer usar el planeador en cualquier parte y no poder hacerlo, sobre todo en las Islas Celestes. Además, gracias al Generador de Esquemas fue tan fácil como guardar en favoritos el diseño, no sin antes añadirle un timón, claro está, para tener lista la maquinaria para ir por donde quisiera volando.
Y esto también se aplica a otros artilugios que les he empezado a dar más uso a raíz de tener que hacer uso de ellos en los Santuarios, como el Tentetieso, el Resorte o la Estaca, por nombrar algunos. Es más, quizás uno de los Santuarios más populares de todos, y que cuenta con toda clase de formas disparatadas de resolverlo, es el que tienes que crear una especie de pinball para que una bola gigante salga disparada y así impacte en una diana.
No fue hasta entonces cuando descubrí el verdadero potencial de las estacas al poder insertarlas en cualquier parte, sin límites para ello, y de paso hacer la función de agarre al fusionar lo que sea en ellas con la Ultramano. Pero con los poderes me ha sucedido lo mismo, porque me ha servido para aprender a dominar a conciencia la Infiltración y el Retroceso, consiguiendo así que a base de completar Santuarios los he empezado a usar bastante más para cualquier locura que se me ocurriese.
Pero si hay algo por lo que también me han encantado es porque, según los datos de mi actual partida, después de más de 120 horas y de haber completado más de 80 Santuarios, cuando crees que jugablemente ya lo has visto todo y que no hay nada más que te pueda sorprender, es cuando aparece ese Santuario para enseñarte algo nuevo que no conocías todavía o se te había pasado completamente por alto. De este modo, al igual que ocurre con la vida misma, no deja de ser una cuestión de aprendizaje constante.
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