Poder, sabiduría y valor. Si bien, cada entrega principal de The Legend of Zelda es una experiencia única, todas tienen algo en común: su excepcional manera de insuflar los valores de la trifuerza en el jugador y, desde ahí, a través del mundo que poco a poco se abre ante el Héroe de Hyrule, desplegar la esencia de aventura. Una fórmula abierta a experimentos que se elabora sin ingredientes exactos y que, 35 años después de su debut en NES, sigue fascinando al mundo entero.
Dándole matices singulares a los momentos épicos y merecido protagonismo a los aspectos más sutiles. Convirtiendo cada derrota en una lección aprendida y cada victoria una conquista que se obtiene por logro, no por suerte o por una ventaja. Y, en el proceso, entre mazmorra y mazmorra, invitándonos a deambular sin rumbo fijo. Por el puro placer de esgrimir la espada o corroborar una corazonada. Premiando que tengamos esas iniciativas.
Porque parte de la grandeza de The Legend of Zelda proviene de su modo de despertar constantemente la curiosidad de quien sostiene el mando. De desafiarlo a través de un exquisito equilibrio de pruebas, puzzles y enemigos hasta convertirlo en el legítimo elegido de la propia Trifuerza. En el salvador de un reino condenado. Reimaginando el mismo ciclo -a veces, a nivel molecular- a través de cada nueva entrega.
Y, en el proceso, transmitir sensaciones capaces de traspasar la propia pantalla. Porque si el legado y el impacto de The Legend of Zelda es, de por sí, enorme; es incuestionable que el género de los juegos de aventuras y la industria del videojuego tienen una deuda eterna con Shigeru Miyamoto, Eiji Eonuma y la propia saga de la Trifuerza.
Calando en el jugador desde los primeros y muy sencillos píxeles con los que el joven Link hizo su debut en el recién estrenado Famicom Disk System y, de ahí, colmando sus expectativas en el fascinante y siempre generoso mundo abierto de The Legend of Zelda: Breath of The Wild.
Siendo, a través de sus distintas entregas, el molde y referente de una manera de experimentar con los videojuegos y la confesa inspiración de varios de los máximos creativos de oriente y occidente.
Lo cual hace que la pregunta se haga sola: ¿Qué distingue The Legend of Zelda de todos los sucedáneos? Que Link es un héroe está fuera de duda, pero su modo de conectar con el jugador no es a través del carisma o la determinación, sino a través del ingrediente secreto de la saga. La pieza esencial de cada entrega: el delicado equilibrio entre la libertad, el descubrimiento y el logro. Y ahí es donde entra en escena el joven Shigeru Miyamoto.
El viaje del héroe, la revolución de Nintendo
Las antiguas leyendas cuentan que, tras la creación de los reinos de Hyrule, tres diosas depositaron sus poderes en tres triángulos antes de ascender a los cielos: el Poder, la Sabiduría y el Valor. Se dice que combinándolos se obtiene la Trifuerza, un objeto capaz de conceder cualquier deseo doblegándose al corazón de su portador. Ya sea noble o de naturaleza cruel.
El 21 de febrero de 1986 la Famicom Disk System llegaba a las estanterías de Japón. Más que la sucesora de la Famicom, el equivalente a la NES nipona, se trataba de un periférico cuyo máximo atractivo era su lector de disquetes. Lógicamente, Nintendo debía arropar aquel proyecto con títulos potentes y, lo más importante, experiencias diferentes.
En parte, The Legend of Zelda nació para ofrecer una experiencia diferente y complementaria al que pasará a ser máximo abanderado de las consolas de Nintendo: Super Mario Bros. Desde el punto de vista de diseño, la idea central era ofrecer todas las experiencias e ideas que no tienen cabida en el éxito plataformero.
Comenzamos a trabajar en The Legend of Zelda al mismo tiempo que Super Mario Bros, y dado que los mismos equipos hicieron ambos juegos, intentamos separar las diferentes ideas. Super Mario Bros debería ser lineal, The Legend of Zelda debería ser todo lo contrario.
Sobre el papel, la premisa tenía mucho sentido. En la práctica, se trataba de un completo desafío. Y, para Shigeru Miyamoto, la oportunidad de hacer realidad una de sus ideas más experimentales: brindar a los jugadores un "jardín en miniatura que pudieran guardar en el interior de un cajón". Un jardín al que dio forma inspirándose en sus días de juventud y sus escapadas silvestres.
De niño me crié en el campo, y eso significaba que pasaba mucho tiempo jugando entre los arrozales, explorando las laderas y divirtiéndome al aire libre. Cuando entré en el instituto fue cuando realmente me metí en el mundo del senderismo y la escalada.
Hay un lugar cerca de Kobe donde hay una montaña. Y si escalas la montaña, encontrarás un gran lago cerca de la cima. Habíamos emprendido este viaje de senderismo y subido a la montaña, y me sorprendió mucho: era la primera vez que había experimentado escalar aquella montaña y logrado ver aquel gran lago desde la cima.
Aproveché esa inspiración cuando estábamos trabajando en el juego The Legend of Zelda y estábamos creando los espacios exteriores de aquella gran aventura en la que, tras atravesar espacios reducidos y confinados, te encuentras con este gran lago. Y fue entonces cuando comencé a dibujar mis experiencias y recuerdos de cuando era niño y llevarlos al desarrollo del juego.
Lanzada en Japón como Hyrule Fantasy: The Legend of Zelda, la primera aventura de Link supuso una experiencia diferente. A fin de cuentas, no es el típico juego de aventuras en el que nada más empezar comienzas a repartir mandobles.
La intención de Miyamoto era fomentar la curiosidad y la exploración desde el comienzo de la partida. De hecho, de manera deliberada, se estableció un paso previo: al acceder a la primera cueva visible nos encontraríamos con un anciano que nos cederá una humilde espada y un valioso consejo antes de partir: “Es peligroso ir solo, lleva esto contigo”.
Un gesto sutil que, en el proceso, claro al jugador que en The Legend of Zelda no deberemos batirnos contra el tiempo, sino con las prisas. Y que la curiosidad, el valor y la astucia están muy bien recompensadas. Uno de los máximos cimientos sobre los que se construirá toda la saga.
Definitivamente, The Legend of Zelda no igualaba en presentación o jugabilidad a varias de las maravillas contemporáneas de NES. Pero su experiencia era revolucionaria. Lo suficiente como para que Miyamoto tuviese dudas sobre la acogida del juego.
Para algunos, Zelda es un juego de aventuras con el aspecto de un RPG. Para otros, se trata de un juego de aventuras que se presenta como un juego de acción. Sin embargo, estos últimos quizás no se adapten tan bien. Es decir, que descubran con la misma facilidad cuál es el mejor arma para luchar contra el jefe.
Por suerte, The Legend of Zelda causó un enorme impacto. Y eso, lógicamente, se tradujo en unas ventas excepcionales: al año se superó la barrera del millón de copias vendidas (lo cual era una locura), completando su ciclo comercial con nada menos que seis millones de juegos vendidos a nivel mundial. Y lo mejor es que aquello solo era el principio de un fenómeno todavía mayor.
La evolución de una saga que se reinventa constantemente
¿Qué tienen en común todos los juegos de The Legend of Zelda? Definitivamente, existe una enorme brecha creativa entre Zelda II: The Adventure of Link y The Legend of Zelda: Link's Awakening. Es más, el primero se llevó a cabo por un equipo diferente y el segundo, la primera entrega diseñada para sistemas portátiles, ni siquiera tiene lugar en el reino de Hyrule.
Quizás, el aspecto en común que ata a toda la saga es la sensación de logro y heroísmo. Porque, como indica Miyamoto, a diferencia de las gestas de fantasía, los juegos de The Legend of Zelda están protagonizados por un chico normal que, poco a poco, se va convirtiendo en un verdadero héroe.
Cuando comienza el juego, Link es un chico normal, pero el destino lo hace luchar contra el mal, y creo que muchas personas sueñan con convertirse en héroes.
Para mí siempre ha sido importante que los jugadores crezcan durante la experiencia junto con Link, que haya una fuerte relación entre quien tiene el mando y la persona que está en la pantalla. Siempre he intentado crear la sensación de que realmente estás en Hyrule. Si no te sientes así, la experiencia perderá algo de su magia.
Lo cual no quita lo esencial: salvo excepciones muy notables, todos los juegos de The Legend of Zelda son títulos elaborados con el espíritu creativo Miyamoto y el toque de Nintendo, y eso implica que primero se diseña la experiencia de juego y, una vez definida, se genera de manera gradual un universo a la medida del mismo.
Experimentando constantemente y, en el proceso, explorando nuevas ideas.
Nunca llegamos a tener un plano perfecto al crear un juego de Zelda. Básicamente, creamos un lienzo y todos aportan sus ideas sin parar y las ponen en común.
Todo el mundo discutía sobre todo, poniendo ideas en común y creando cosas. Por ejemplo, en lugar de pedirle al director que tomara una decisión, lo hacíamos en grupo.
Uno de los grandes ejemplos al respecto es The Legend of Zelda: Ocarina of Time: Miyamoto deseaba implementar un sistema de lucha con espadas desde la secuela de Zelda en NES. Más concretamente, el chanbara: los intensos duelos de espadachines japoneses. lo cual era especialmente complejo en entornos 2D. Sin embargo, la tecnología de Nintendo 64 les abría nuevas posibilidades.
Cuando la gente habla de The Legend of Zelda: Ocarina of Time, mencionan varias cosas como la historia épica, los puzles que hay que resolver, las cabalgatas por campos enormes y lo que les gusta Link, ¡pero todo empezó con la idea de crear un título de Zelda de capa y espada!
Hablar de Ocarina Of Time es, posiblemente, hablar del mejor exponente de toda la saga y el que más ha calado a nivel mundial. Indiscutiblemente. Y pese al enorme impacto de A Link to the Past, a día de hoy sigue siendo el juego que elevó las siglas de The Legend of Zelda al estatus de saga de culto. Lo cual no impidió que en Nintendo dejasen de ser atrevidos y ambiciosos.
A veces, delegando su universo a compañías externas. Jugadas arriesgadas que concluyeron en aciertos del calibre de las entregas gemelas The Legend of Zelda Oracle of Seassons y Oracle of Ages o el exquisito The Minish Cap, un cuento de hadas hecho a medida de Game Boy Advance.
Otras, atreviéndose a romper con todo lo establecido. Reintroduciendo a Link y el universo de The Legend of Zelda como personajes caricaturescos al servicio de una experiencia muy diferente en The Wind Waker. Y pese a que originalmente el cambio no fue bien recibido por todos, el tiempo y la excelencia del juego acabaron dando la razón a Nintendo.
Y pese a que durante los primeros 25 años, parecía que cada entrega de The Legend of Zelda era una experiencia única a nivel estético y argumental, Nintendo volvió a romper con todos los esquemas: como parte de la celebración del cuarto de siglo de la saga, la Gran N no solo ensambló una cronología que conectaba todos los títulos, sino que invitó a los jugadores a descubrir el origen de la leyenda a través de Skyward Sword.
El calado de el Héroe de Hyrule en los Videojuegos, incluso más allá de The Legend of Zelda
El éxito y el calado de la saga de la Trifuerza son más que merecidos y, en consecuencia, fueron el molde y la inspiración para incontables experiencias. Algo que, se tradujo en joyas como el clásico Soleil de Mega Drive, el mucho más reciente Oceanhorn o maravillas actuales como Hyper Light Drifter o Moonlighter.
Ahora bien, Miyamoto se enfrentaba a un problema añadido: el The Legend of Zelda original de 1987 irradiaba originalidad y elementos poco comunes que, años después, se convirtieron en habituales en los videojuegos.
Cuando creamos Legend of Zelda, ofrecer explorar un mundo basado en espadas y magia continuaba siendo una idea más o menos original, así como el concepto de poder guardar tu partida. El sistema de adquisición de objetos también era algo novedoso y, claro, también la manera de resolver las mazmorras.
Ahora bien, desde su lanzamiento han aparecido en el mercado un montón de títulos que también ofrecen este tipo de cosas, por lo que el sentimiento de innovación ya ha desaparecido.
Pensé mucho en lo que podríamos hacer a continuación para entretener a los jugadores. Lógicamente, no íbamos a eliminar la capacidad de comprar o las mazmorras por el mero hecho de que ya no eran innovadoras.
Hacer un juego al estilo Zelda, o -al menos- inspirado en una entrega en concreta de la saga es relativamente sencillo. El desafío, por otro lado, es encontrar el equilibrio entre la innovación y las bases de todo juego de The Legend of Zelda sin resquebrajar los pilares esenciales de la saga.
Por suerte para todos, The Legend of Zelda también ha sabido reinventarse más allá de sus entregas principales a través de acertadísimo cross-overs y spin-offs creados a medida del universo de la Trifuerza.
- De partida, Link, Zelda y hasta el propio Ganon son luchadores habituales en Super Smash Bros. A fin de cuentas, son miembros privilegiados dentro de la familia de licencias de Nintendo.
- Por otro lado, hemos visto experiencias únicas magistralmente inspiradas en la saga de Zelda, como las dos entregas de Hyrule Warriors, Musous que extienden y entrelazan el legado de las diferentes encarnaciones de Link y los habitantes de Hyrule.
- A lo que hay que sumar colaboraciones de excepción. Juegos como Diablo III, Soul Calibur, Monster Hunter o Bayonetta han integrado reclamos inspirados en las leyendas de Hyrule. De hecho, el propio Link se ha atrevido a competir en Mario Kart.
- Y ahí no acaba la cosa: Cadence of Hyrule lleva la fórmula de Crypt of the NecroDancer al universo de The Legend of Zelda. Una combinación ganadora.
Si bien, la experiencia en torno a The Legend of Zelda es fácilmente reconocible, no se puede decir que Nintendo o el propio Miyamoto hayan acotado una manera de abordarla. Precisamente, el propio proceso de redescubrir el reino de Hyrule es una de las señas de identidad de la saga de la Trifuerza. Y lo mejor es que lo seguirá siendo en los años venideros.
The Legend of Zelda: pasado, presente y futuro de la aventura en los videojuegos
En 2017 Nintendo volvió a romper la baraja con The Legend of Zelda: Breath of The Wild. Para entonces ya nos habíamos acostumbrado a jugar y exprimir hasta la saciedad juegos de mundo abierto, pero la Hyrule que se abría ante nosotros nos dejó impresionados. Una tierra llena de vida e inagotable en posibilidades.
Link retenía la libertad del The Legend of Zelda original de NES y muchas de las habilidades de Skyward Sword, sí, pero las sensaciones en conjunto son diferentes. Básicamente, porque más allá de la gesta principal, Breath of The Wild sabe acomodarse para ser la experiencia que tú desees vivir en ese momento.
Tanto si te apetece galopar hasta el horizonte como si prefieres enfrentarte a los desafíos de los Santuarios. Tan diferente a todo lo anterior y, a la vez, tan exquisitamente fiel a la saga de la Trifuerza. Lo cual, combinado, solo puede definirse con dos palabras: The Legend of Zelda: Breath of The Wild es una obra maestra. Y lo mejor es que de ella brotará la siguiente gran aventura de Link y la propia Zelda.
En 2019 se anunció formalmente el desarrollo de la secuela de The Legend of Zelda: Breath of The Wild. Una continuación directa de la historia que, a diferencia de la mayoría de entregas de la saga, quizás no suponga un lienzo en blanco en lo argumental, pero que se impone por méritos propios como uno de los juegos más esperados dentro y fuera del catálogo de la propia Nintendo.
Un videojuego que carga con el peso de estar a la altura del legado anterior de la propia saga. Pero, por otro lado, cuenta con unos cimientos excepcionalmente robustos: The Legend of Zelda: Breath of The Wild es considerado uno de los mejores juegos de todos los tiempos.
Por suerte, no tendremos que esperar demasiado para esgrimir la Espada Maestra: las reedición de The Legend of Zelda: Links Awakening va más allá de la nostalgia y ofrece pura magia nintendera, y el inminente regreso de The Legend of Zelda: Skyward Sword será una segunda y merecida oportunidad de brillar para una joya que no merece quedar en el olvido.
A fin de cuentas, la manera en la que la saga The Legend of Zelda alcanza la propia excelencia está más que a la vista: conservar el delicado equilibrio entre la libertad, el descubrimiento y el logro; innovar con valentía siendo se fiel a las sensaciones originales y, sobre todo lo anterior, transmitir con maestría la sensación de aventura y heroísmo hasta llevarlas más allá de la pantalla. Hasta que cada jugador las siente como propias.
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