Sabía que, como en el caso de Subnautica, Satisfactory tenía todo lo necesario para convertirse en mi perdición. Si tienes debilidad por los juegos de exploración, por la construcción de bases y te da gustico ver cosas ordenadas de forma milimétrica y cómo las máquinas funcionan como un reloj suizo, huye. Haz la maleta, recoge lo imprescindible y echa a correr hasta que tus piernas no puedan más.
De lo contrario estás a punto de asomarte a uno de esos pozos que van a acabar con tu vida social y productividad durante semanas. Es uno de los juegos más adictivos y gratificantes que puedes encontrar en PC actualmente. Así que si omites mis advertencias dentro de dos días te verás reconstruyendo por completo tu base por el mero hecho de mejorar su eficiencia y recordarás con tristeza estas palabras.
Satisfactory: el juego que promete ser mi perdición
¿Te va la marcha, no? Pues vamos allá, que hay mucho que contar. Satisfactory vendría a ser lo más cercano a un Factorio en 3D. En forma de FPS nuestro objetivo es conseguir recursos y manipularlos para conseguir nuevos recursos que podrán ser manipulados otra vez para construir cosas.
Vamos, el clásico ciclo de exploración, almacenamiento de suministros y crafteo, pero con la particularidad que aquí la gran baza es automatizar esos procesos para ver cómo las fábricas que construyes trabajan por ti.
Una mina que recoge un tipo de piedra, una fábrica que la transforma en lingotes y una tercera que hace de ello el objeto que necesitas para subir a la siguiente fase y acceder a más materiales, objetos y fábricas.
Por el camino de una máquina a otra, una serie de tubos y cintas transportadoras que trasladan los distintos materiales para que tu única preocupación se limite a cuánta energía eléctrica queda en la red y cómo esta afecta a la productividad y velocidad de tus cacharros.
Crear tu primera línea de producción es un logro que, aunque simple, produce una satisfacción tremenda. Pero cuando tienes decenas de máquinas trabajando al unísono y procurando todo lo que necesitas para saltar a la siguiente fase, la vista de todas esas cintas moviendo objetos de aquí para allá, como si fuesen una cadena de montaje convertida en una montaña rusa, es una auténtica chaladura.
Un juego en el que siempre hay algo por hacer
Pero, si todo es automático ¿dónde está la gracia? En primer lugar en que tú eres el encargado de crear esas líneas de montaje automatizadas. Dar con la energía necesaria para hacerlas funcionar a pleno rendimiento mientras evitas quedarte sin materiales ya es, de por sí, un buen reto.
El giro está en que, para cuando tengas una completada, automáticamente se te presentará otro desafío, ya sea este un nuevo tipo de material o la necesidad de crear plantas de energía que trasladen electricidad de un sitio a otro.
El objetivo del juego es completar una serie de encargos que harán evolucionar tu base y te darán acceso a nuevas mejoras y objetos. Camiones que transporten materiales, cintas que se muevan más rápido, nuevas formas de crear energía limpia o armas y objetos que te ayuden a la hora de explorar para encontrar nuevos recursos o zonas en las que construir.
Justo ahí es donde yo estoy ahora, planificando mi expansión y crecimiento tras haber completado varios encargos, haberlos entregado mediante un gigantesco ascensor espacial, y viendo cómo un pozo de agua me ha permitido abandonar la deforestación que requería mantener mis máquinas vivas.
Ante mí un mundo plagado de cosas esperando a ser descubiertas, secretos que me permitirán trabajar de forma más eficiente y, por descontado, un buen puñado de mejoras que estoy deseando aprovechar. Una auténtica gozada que os recomiendo encarecidamente.
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