Análisis de Super Crazy Rhythm Castle, la cómica y adictiva propuesta de la que deben tomar nota todos los juegos de ritmo

Se ve que Konami se ha puesto las pilas con el desarrollo de diferentes videojuegos que han ido viendo la luz en estos últimos meses del año y con los que hemos podido disfrutar de títulos muy variados. Así nos hemos podido liar a bombazos con Super Bomberman R 2, recordar viejos tiempos con Metal Gear Solid: Master Collection Vol. 1 y ahora tendremos la oportunidad de demostrar nuestro sentido del ritmo con Super Crazy Rhythm Castle.

Su llegada se producirá mañana mismo, así que no tendréis que esperar demasiado para comprobar qué tal os desenvolvéis en este juegazo que he tenido la oportunidad de exprimir a fondo. En verano ya tuve la ocasión de jugar un adelanto que me generó unas sensaciones muy, muy buenas, así que lo pillé con bastante ganas a la hora de ponerme a los mandos con la esperanza de que me volviese a cautivar tanto o incluso más todavía.

De hecho, ya os adelanto que he parado de jugar solo para escribir este texto, porque lo cierto es que estoy deseando volver a disfrutar de sus múltiples canciones o niveles sobre los que hay que reconocer que también tiene su buen toque de desafío. En cualquier caso, mejor voy paso por paso para contaros qué tiene de especial.

Al asalto del castillo musical

Nada más empezar la aventura en Super Crazy Rhythm Castle tocará elegir a uno de los cuatro personajes disponibles que únicamente se diferencia por su aspecto, porque con todos se juega exactamente igual. Tras esta simple decisión llega el momento de ponerse manos a la obra con cualquiera de estos aspirantes a convertirse en el rey del castillo en el que transcurren los acontecimientos.

En él vive el Rey Ferdinand I y sus esbirros, teniendo que superar las alocadas pruebas a las que irá sometiendo a los jugadores con el fin de arrebatarle la corona y así pasar a ser los nuevos dueños del castillo. Sin embargo, este villano tan peculiar no está dispuesto a consentir que cumplamos nuestro propósito, lo que llevará a intentar frenar nuestro avance de múltiples formas con unas pruebas a cada cual más loca y complicada que la anterior.

La mecánica para jugar parece muy sencilla sobre el papel, dado que cada nivel cuenta con su propia canción o melodía y a su vez con un panel dividido en tres pistas por la que irán desfilando tres símbolos distintos en la dificultad normal o cuatro para los más expertos. Esto supone que, como buen juego de ritmo, haya que tocar los iconos en el momento preciso para cumplir con los objetivos de la fase, y si ya es un tanto complicado en ciertos momentos en la dificultad básica, no hacéis una idea de cómo es en la más alta…

Independientemente de la elección de cada uno, cada símbolo corresponde a un botón determinado del mando. No obstante, si toda la jugabilidad se limitase únicamente a esto entonces se volvería muy repetitiva rápidamente. Es por ello que no todo es pulsar los botones sin más y eso mismo queda claro nada más empezar con el tutorial, porque todos los niveles cuentan con elementos por el escenario con los que también tocará interactuar para triunfar.

Para que os hagáis una mejor idea, en una de las fases el rey nos pide fabricar enemigos para sus filas, sin dejarnos otra opción que hacerle caso para poder avanzar. Estos mismos esbirros están formados por tres piezas que hay que crear a base de tocar una canción, aunque en este caso hay tres diferentes entre las que hay que ir alternando para fabricar la suficiente cantidad de piezas, pero hay que hacerlo rápido y sin fallar las notas porque hay un tiempo límite.

Esto no es más que un simple ejemplo y lo mejor de todo es que los objetivos son totalmente diferentes de una fase a otra, lo que anima a seguir jugando con tal de descubrir qué otras sorpresas esconderán. Sin duda es digno de aplaudir el trabajo que han realizado los desarrolladores por la originalidad que presenta cada nivel para que el simple hecho de pulsar botones se vuelva tan adictivo y tan variado constantemente para no tener nunca la sensación de estar haciendo lo mismo una y otra vez.

Así me he encontrado también con una especie de escape room u otra pantalla en la que la plataforma de las pistas no para de dar vueltas a toda velocidad, lo que causa que resulte más lioso saber qué botón es el que hay que pulsar. Por eso mismo la rejugabilidad está a la orden del día con tal de conseguir las tres estrellas en cada una de las fases, lo que a su vez sirve para desbloquear nuevos caminos hasta llegar al final.

Y por si acaso, no importa tener que dejar de pulsar las notas para interactuar con los elementos del escenario. De hecho, casi siempre es algo obligatorio, ya sea porque hay enemigos de los que hay que defenderse, obstáculos que neutralizan la visión y hay que apartar, palancas que abren caminos, objetos que hay que utilizar para destruir otros, etc., para que así todo se vuelva infinitamente más divertido.

La única pega que le puedo sacar a todo esto es que no siempre termina de quedar muy claro cuál es el objetivo a cumplir y te obliga a tener que jugar más de una vez la misma canción, porque en casi todas hay un límite de tiempo y a veces es fácil fallar en el primero o segundo intento por no tener clara cuál es la mecánica principal. Aun así, como todas son tan entretenidas, la verdad es que a la larga tampoco importa demasiado tener que verse uno mismo en esta situación.

Uno disparatados escenarios que tampoco se quedan cortos

Todo el viaje transcurre en el interior del castillo del Rey Ferdinand, con puertas que son las que conducen a las distintas fases o canciones. Eso sí, esto no es más que una pequeña parte de todo lo que alberga este lugar, porque hay multitud de zonas muy especiales correspondientes a los diferentes mundos con su propia temática, como unas cárceles o el interior del estómago de un monstruo muy hambriento.

Por suerte, a la larga se pueden desbloquear teléfonos en forma de viaje rápido para llegar cuanto antes a otros lados y no verte obligado a tener que darte la pateada por todo el recinto. Además, por el camino hay toda clase de extraños personajes que no pararán de soltar frases con las que es imposible no partirse de risa, porque el juego no se toma nada en serio y se nota que se ha pensado para que resulte muy divertido y para todo tipo de jugadores.

Entre ellos hay una rana satánica, unos trozos de carne con forma humanoide o una lavadora que busca que la alimentemos a base de entregarle camisetas. Así que esto supone que dan ganas de no pasar por alto ninguna conversación con tal de descubrir cuál será la siguiente locura con la que te encontrarás. Es más, a veces es indispensable porque también tocará cumplir con algunas tareas que dejan caer para seguir progresando en la historia principal.

En este sentido también hay que estar ojo avizor porque por el castillo hay objetos ocultos que son vitales para la campaña o tal vez se pueden tratar de simples coleccionables, por lo que independientemente de lo que sirvan no dejan de ser importantes. Asimismo, poco a poco se van desbloqueando habilidades adicionales, como el poder usar una gaita que escupe un gas que destruye plantas o un violín que dispara balas que quiebran el hielo, entre otros, que incluso también son necesarios para determinadas fases.

Por otro lado, algo que garantiza el pasar hora y horas delante de la pantalla es una especie de museo que hay en el castillo, porque en este lugar se puede rejugar todas y cada una de las canciones que se han ido desbloqueando con el fin de competir con uno mismo por alcanzar la máxima puntuación posible. Dependiendo de los resultados es posible obtener un tipo de medalla en concreto que sirven para abrir cofres con tesoros ocultos, de manera que los más completistas tendrán un inmenso trabajo por delante para sacar todos los secretos.

Como curiosidad, entre estos elementos ocultos hay cintas que contienen melodías adicionales y algunas de ellas corresponden a títulos muy míticos de Konami, entre ellos Castlevania o Gradius. Y por si no fueran retos suficientes, una vez que se finalice la campaña hay más sorpresas todavía para que el ritmo no pare ni un ápice.

El alocado y esencial multijugador

Una característica que me ha encantado de Super Crazy Rhythm Castle es el hecho de que en cualquier momento se pueden unir a la partida hasta tres jugadores más gracias a su multijugador local, un punto muy a su favor por el hecho de poder completar la campaña con amigos o familiares para que así se vuelva más divertida todavía, aunque también más caótica porque también hay que coordinarse con otras personas además de tener que estar pendiente de tocar los botones.

De todos modos, ahí reside la gracia en el caos que se puede formar, consiguiendo que su multijugador no tenga absolutamente nada que envidiar al de otros títulos magistrales en este apartado, como por ejemplo Overcooked! 2. No obstante, con lo que no contaba es que en algunos niveles se fuese a notar una barbaridad la cantidad de personas que están jugando, porque la dificultad no es la misma ni por asomo.

Si bien todas las fases se pueden completar sin problemas jugando en solitario, hay algunas en las que la dificultad se vuelve más asequible si contamos con compañía de otro jugador, aparte de hacerlo todo más divertido. Incluso he comprobado que para alcanzar las tres estrellas en determinados niveles es una auténtica necesidad contar con la ayuda de otros, lo que puede suponer una barrera para aquellos que no tengan esta posibilidad.

Por ejemplo, los grupos se pueden poner de acuerdo para que unos se centren en la pulsación de botones y el resto en los puzles del escenario, aumentando más todavía el trabajo en equipo. En definitiva, el modo historia se puede jugar con cualquier cantidad de personas, pero no cabe duda de que si es con alguien más la fiesta musical es muchísimo mayor.

En cambio, si en vez de cooperar os gusta más enfrentaros a vuestros compañeros, para ello existe un modo multijugador competitivo con varios minijuegos muy locos que se basan en la pulsación de notas en la mayoría de los casos, aunque con algún giro en la jugabilidad. Por ejemplo, en uno de ellos los jugadores van subidos en una carreta que avanzará más cuanto mejor actuación se haga o también hay otro en el que se pueden lanzar pelotas de fútbol a los oponentes para dejarlos aturdidos brevemente.

La opinión de VidaExtra

He de decir que los juegos de ritmo son mi perdición y uno de mis géneros preferidos. Hay muchos videojuegos de este tipo que son mis favoritos y a los que he dedicado infinidad de horas. Desde luego tengo claro que Super Crazy Rhythm Castle es un magnífico candidato a seguir el mismo ejemplo por cómo me ha atrapado desde el primer momento con su propuesta tan divertida y variada.

Vale que al final todo se basa en la pulsación de los botones, como juego musical que es, pero el hecho de tener que afrontar otros desafíos en cada fase, como la resolución de puzles o el combatir contra enemigos es lo que consigue que se vuelva todo más entretenido e interactivo. Además, la dificultad de algunas es lo suficientemente elevada como para picarte y querer intentarlo una y otra vez hasta obtener las tres estrellas en cada pantalla.

Por eso mismo tengo claro que debería de ser un título en el que se debería de poner el foco a la hora de que otras compañías desarrollen juegos de ritmo, porque además el añadir un multijugador a su modo historia es todo un acierto porque siempre apetece más jugar en compañía que sin nadie más para compartir las risas o las peleas, lo que prefiera cada uno.

Precio de Super Crazy Rhythm Castle

La versión física de Super Crazy Rhythm Castle la tenéis disponible en Amazon por 36,99 euros en Nintendo Switch y PS5 o por 39,99 euros para PS4 y Xbox Series X/S. Por el contrario, la versión digital cuesta 39,99 euros en todas las tiendas, ya sea en la eShop, en PlayStation Store, la tienda de Microsoft o en Steam.

Duración de Super Crazy Rhythm Castle

El modo historia me ha llevado entre 10-12 horas completarlo y probando entre medias alguno de sus modos opcionales, por lo que aquellos que quieran ir a por el 100% es fácil que les lleve 50-60 horas o muchísimo más, aunque todo depende de la habilidad de cada uno.

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