Sirva de preaviso que en realidad no tengo nada en contra de la saga Diablo. De hecho, en realidad recuerdo haber probado todas sus anteriores entregas, pero por una razón u otra, y pese a mi facilidad a engancharme a cualquier cosa -y lo digo reconociendo haberme enganchado a mierdas bastante inmundas-, Diablo nunca ha llegado a hacerme ese clic por el que se han hecho famosos.
Si daros la chapa con este aspecto tan concreto de mi vida es importante es precisamente porque Diablo IV ha sido el juego que, para mi sorpresa, ha hecho cambiar ese paradigma. Así que si tú tampoco te habías atrevido a darle una oportunidad, o hasta ahora no habías conseguido que la saga te hiciera tilín, probablemente este texto sea el que estás buscando.
Un Diablo más tuyo
Empecemos por lo que en mi cabeza, hasta hace unas semanas, era Diablo. Mi percepción era la de un juego cercano al clicker y a la gestión de inventarios y recursos enfocado a la sobredosis de estímulos. Una metralleta de premios instantáneos con la facilidad de engorilar a tu cerebro a base de dopamina en forma de subidas de nivel, aumento de numeritos, y premios en forma de progreso, armaduras y espadas.
Aunque probablemente los expertos en la franquicia aseguren que hay mucho más detrás de ello, especialmente a nivel de lore, mecánicas jugables y promesas para un endgame que intente por todos los medios alejarse de lo que supone su propia definición, en realidad su base no se aleja demasiado de esa idea inicial.
Y puede que precisamente sea ahí donde Diablo IV, a base de subir escalones para crear una experiencia aún más propia, haya conseguido ganarme definitivamente. Pese a que las clases específicas y las características especiales de cada una de ellas siguen innegablemente ahí, la idea de crear un personaje lo más personalizado posible parece aquí querer ir varios pasos más allá, en busca de un objetivo más único y creativo. Menos industrial y fábrica de loot, y más RPG con espíritu y personalidad.
La idea de dar forma a tu aventura, en vez de construirla a base de recoger cosas del suelo, la deja bien claro ya desde la personalización del avatar, donde puedes customizar al extremo cualquier rasgo característico que te venga en gana, para luego terminar de redondear tu apariencia a base de modificar aspectos de armadura, cascos, grebas y armas para dotar al muñeco del aspecto con el que más cómodo te sientas cuando llegue el momento de verlo actuar en las sorprendentes cinemáticas creadas con el motor del juego.
Lo gordo en cualquier caso, probablemente la razón por la que estás aquí, y también por la que muy seguramente terminarás quedándote, está la de llevar esa libertad también a su árbol de habilidades y la personalización de la experiencia más jugable.
Diablo IV es un regalo para los fans del progreso
Con un tronco enorme, separado en diferentes núcleos y distintas ramas que salen de estos últimos, cada sección de su sistema de progreso se centra en un aspecto en concreto. Está el ataque básico, está la defensa, el ataque definitivo, el control de masas, los bufos y nerfeos propios o de enemigos...
Ideas muy concretas sobre los aspectos jugables clave que luego se separan en ramas completamente distintas entre sí para darte un completo abanico de opciones distintas incluso dentro de cada clase.
Jugando con el Druida, sin ir más lejos, podía elegir entre transformaciones en licántropo con ataques más rápidos y ágiles, convertirme en oso para propinar zarpazos más amplios y demoledores, controlar las tormentas para ganar distancia y apertura, o ataques de tierra que sirviesen para ralentizar enemigos mientras protegía mi barra de vida.
Una colección de habilidades destinada a que puedas elegir qué tipo de personaje quieres tirando por un único estilo o creando las combinaciones que te vengan en gana. Una libertad que se traslada incluso a la posibilidad de, por una módica cantidad de monedas, recuperar todos tus puntos de habilidad, o los seleccionados, para después repartirlos de nuevo sin ningún impedimento.
Ideal para trastear con toda la colección de poderes que tienes a tu disposición para crear una build específica o, si lo prefieres, para cambiar completamente de estrategia si el jefe al que debes enfrentarte demanda un juego más directo o agresivo, u otro más centrado en la defensa y minar la vida poco a poco desde lejos y con ataques elementales.
Diablo IV quiere ser aún más infinito
Incluso pese a haber superado la campaña de cabo a rabo con un personaje, la sensación es la de haber estado ante dinámicas y ataques completamente distintos entre sí. Y siendo un fanático de los árboles de habilidades que te obligan a estar constantemente pensando en qué sinergias puedes extraer de las habilidades que tienes ante ti, y en qué gastar el siguiente punto de progreso que tenga a mi disposición, la posibilidad de estar constantemente experimentando con cómo quiero mejorar mi personaje ha sido una auténtica gozada.
Ahí toca sumar la importancia de un botín que no tiene intención alguna de quedarse atrás en ese nivel de personalización. Lo de limitarte a la aleatoriedad del gachapón de cofres y premios directos por acabar con una oleada de enemigos hace mucho que quedó atrás.
Me gusta este arma, con estas estadísticas, con este aspecto y con estos perks especiales que he ganado a base de completar mazmorras o extraerlos de estas otras armas que me interesaban menos. La capacidad de moldear a tu antojo cómo quieres jugar navega a menudo entre lo complaciente y lo apabullante, pero nunca siendo lo suficientemente retorcido o denso como para suponer un problema a quienes solo quieran profundizar lo justo ahí.
La cantidad justa de novedades para que llegues con el bolsillo lleno a la siguiente ciudad, para que cambies de equipamiento lo suficiente como para no aburrirte, y con una interfaz lo bastante cómoda y ágil para que nunca te dé pereza pasar por ese trámite. Ver qué hay de nuevo, qué te quedas, y qué marcas como basura para vender o cosechar de un plumazo en la próxima armería es, en realidad, una parte más de la experiencia.
El salto al mundo abierto le sienta de maravilla
Es la constante de una sensación de libertad que también termina salpicando tanto a su historia como a la construcción de su mundo. Por primera vez de la mano de un mundo abierto y sin cargas, la única vez que te quedarás mirando fijamente a la pantalla será para saltar brevemente del mundo principal a alguna mazmorra.
La sensación de poder hacer lo que te plazca y explorar Santuario a tu antojo, sin prisas y perdiendo el tiempo que creas necesario en la infinidad de actividades vivas y misiones secundarias disponibles, no es solo un regalo para quienes quieran perderse en este escenario durante años, también para las que, como yo, no disponemos del tiempo necesario para poder, o querer, exprimir Diablo IV hasta la llegada de una hipotética quinta entrega.
Además de una ambientación excepcional, apoyada por unos gráficos que sorprenden aún más por ser un juego de este estilo -de locos las jugadas cinematográficas que se saca de la manga al acercar o alejar la cámara tanto para hacer hincapié en algún momento de la historia, como para luchar contra enemigos que te superan ampliamente en altura y envergadura-, Diablo IV hace un grandísimo trabajo a la hora de crear un escenario que apetece muchísimo ir descubriendo paso a paso.
No solo por cómo cada territorio tiene preparada para ti una nueva ciudad cargada de misiones secundarias y actividades, también por ir descubriendo cómo se reciclan modelados y enemigos con variaciones significativas que le den sentido a que, de repente, una raza que vivía en el desierto sea capaz de tener una alternativa tan vistosa como plausible cuando llegas a una región plagada de montañas nevadas.
Si bien es cierto que en alguna ocasión he sufrido aquello de tener que lidiar contra otra horda de bichos clónicos mientras mi cabeza estaba ya en el siguiente enfrentamiento contra un jefe, debo reconocer que, al menos en ese tipo de luchas, la posibilidad de jugar con el cerebro en modo automático hace que, para lo que para muchos puede suponer un trámite, no se haga pesado en absoluto.
Un combate que sabe más a estrategias que a automatismos
Si eres de los que aquí viene por la historia, y creo que en esta entrega es en la que menos descabellado sería eso viendo hasta qué punto llega a retorcerse y a conquistarte, o por los grandes enfrentamientos contra jefes que te deparan las mazmorras especiales o los eventos multitudinarios en el mundo abierto -sí, siempre online, y cada vez me fastidia más no poder saltar de forma automática al juego con el Quick Resume de Xbox-, hay grandes noticias para ti.
En primer lugar porque hacer avanzar la trama no se te va a hacer pesado en absoluto. Se acabó aquello de que te cojan del brazo para que te pierdas en lo que no te interesa, pero terminarás deseándolo por todo lo que supone a nivel de narrativa y ampliación de mecánicas jugable.
Y en segundo porque lidiar con esos grandes enfrentamientos contra el jefe de turno va a ser mucho más que simplemente quedarte parado haciendo clic mientras la build perfecta que acabas de encontrar por internet se encarga de mantenerte con vida mientras atacas sin levantar el dedo del ratón o el mando.
Me ha sorprendido muchísimo verme esquivando, aprendiendo patrones y aprovechando momentos clave para mantener a raya a enemigos cuyo diseño resulta mucho más ambicioso de lo que Diablo IV prometía ser en mi cabeza. Quiere ser un juego divertidísimo también ahí, y con una participación que siempre demanda ser lo más activa posible, consigue que cada enfrentamiento sea memorable.
La opinión de VidaExtra
Cuatro entregas más tarde, y sin contar expansiones o experimentos, Diablo IV por fin ha hecho clic. No creo que haya sido una cuestión personal, ojo, creo firmemente que los cambios introducidos hacen de esta entrega una aventura mucho más ambiciosa en lo jugable, pero también más abierta y cómoda para quienes venimos buscando algo más que hacer clic y cambiar el inventario.
Por historia, personalización y construcción de su mundo, no sólo llego aquí sorprendido por el grandísimo trabajo que Blizzard se ha sacado de la manga a nivel visual y mecánico, también porque, además de haber conseguido que me enganche en su trama principal de cabo a rabo, ya estoy meditando con qué nuevo personaje voy a volver a Santuario para disfrutarlo aún con más profundidad y calma.
Precio de Diablo IV
Con cuatro ediciones distintas que llegarán a la vez para el lanzamiento el 6 de junio, el precio de Diablo IV parte desde los 69,99 euros de su edición estándar hasta los 110 de su particular edición coleccionista. Eso sí, si te animas con una de estas últimas, y tienes suerte para encontrarla, ten en cuenta que no incluye el juego base.
Diablo IV Standard Edition | PS4
Duración de Diablo IV
Hablar de una duración exacta para Diablo IV no es fácil porque a nivel de clases, builds y actividades para el endgame será fácil que el contador de horas termine superando la centena durante los próximos meses. Si vienes por la campaña y la historia, alcanzar ese hito con cualquier clase probablemente te lleve algo más de 20 horas.
Imprescindible
Diablo IV
Plataformas | Xbox Series X / S (versión analizada), Xbox One, PS5, PS4, y PC |
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Multijugador | Sí |
Desarrollador | Blizzard |
Compañía | Blizzard Entertainment |
Lanzamiento | 6 de junio de 2023 |
Lo mejor
- Un pozo de horas casi infinito
- La posibilidad de personalizar tus builds al extremo
- Una historia que, por fin, merece la pena disfrutar
Lo peor
- Las mazmorras son un mero pasillo plagado de monstruos
- El jugar siempre online es un incordio
- Que el caballo no llegue casi hasta el final
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