Me ha comido un dientes de sable, me he desangrado, he caído desde un árbol que rivalizaría con la Torre Eiffel y me he visto obligado a abandonar una partida tras no poder escapar del miedo y la histeria. Se podría decir que como jefe de una manada de monos soy un asco, y es probable que cinco familiares simiescos lo confirmasen si no estuviesen muertos.
Tres reinicios, dos evoluciones y tres días de juego después, aún no me veo con fuerzas ni aprendizaje para hablar con propiedad de Ancestors: The Humankind Odyssey. Lo nuevo de Patrice Désilets es un juego que no te pone las cosas nada fácil, ni a nivel de peligros ni de tutoriales, pero eso es probablemente lo mejor de todo.
De simple simio a eslabón evolutivo
La idea es básica. Empiezas tu aventura con un simio que tiene como único objetivo sobrevivir. Eso implica aprender qué comer en cada momento, crear tu propio refugio y, por aquello de que donde caben dos caben siete, intentar crear una familia que perdure en el tiempo.
La propuesta podría quedarse ahí y ya sería lo suficientemente original como para ganarse una mención, pero además de eso Ancestors: The Humankind Odyssey quiere hablarnos de aprendizaje y evolución. Con el paso de las generaciones iremos avanzando en la historia con la intención de pasar de simples simios a australopitecos, así que todo lo que aprendamos en esta vida servirá para que seamos algo más avanzados en la siguiente.
Con aprendizajes que pasan de padres a hijos y mutaciones genéticas que van llevando nuestra evolución más allá conforme nacen nuevas crías, la intención es convertir la evolución humana en una suerte de árbol de habilidades. La diferencia es que aquí no ganaremos poderes especiales ni la posibilidad de realizar un doble salto, sino revoluciones sociales y motrices como comunicarnos con nuestra tribu o utilizar ambas manos para fabricar herramientas.
Una vuelta de tuerca a un género y concepto que ya hemos visto en infinidad de ocasiones y que aquí, por su planteamiento, resulta tremendamente interesante. No huele a nuevo como un coche recién salido del concesionario, pero sí es uno de esos ambientadores que pretenden imitar tal efecto y lo consiguen con excelentes resultados.
Un adictivo pozo de horas
La falta de tutoriales, intencionada para que seamos los jugadores los que aprendemos junto al avatar, hace de la primera hora de Ancestors: The Humankind Odyssey una cuesta arriba en la que es fácil verse sin salida. Cuestión de paciencia y seguir experimentando hasta que, por fin, encuentras el modo de sacar adelante el reto.
Toca aparearse, reforzar conocimientos, probar distintas combinaciones para crear herramientas, aprender a defenderte y, sobre todo, ser capaces de dominar los estados alterados con los que te vas a cruzar en infinidad de ocasiones. Tan ajustado es ese inicio que, una vez superado, el juego parece volverse algo más plano de lo que me gustaría.
Nada que no pueda llegar a cambiar durante lo mucho que me queda en el largo camino de la evolución, ojo, pero sí me sorprende que la única sorpresa a nivel de materiales haya sido el cambio de la jungla a la sabana. De la primera he recorrido muchísimo más que de la segunda y, a pesar de ciertos detalles, lo que tenías cerca de tu primer asentamiento es lo mismo que acabas encontrando varios kilómetros más allá.
Cansinas cinemáticas que no se pueden omitir, más la citada sensación de haberme quedado estancado en lo que a novedades y sorpresas se refiere, son los dos únicos puntos que, al menos por ahora, hacen de Ancestors: The Humankind Odyssey un juego que dista de ser perfecto. Eso no quita que, pese a todo ello, sea uno de esos pozos en los que va a ser fácil que caiga durante semanas hasta exprimirlo al máximo.
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