Sobre el papel, hacer miniconsolas no tiene mucho misterio: reunir en un SOC software de hace dos o tres décadas bajo una carcasa que quepa en la palma de tu mano. Se añaden uno o dos mandos a la ecuación y, para redondear el efecto nostalgia, se presenta en una cajita lo más fiel a la original, siendo esto último un pequeño gran gesto para veteranos y coleccionistas.
En la práctica, no todas las miniconsolas son iguales. Y, desde muchas perspectivas, la Mega Drive Mini de SEGA es la que mejor ha sabido canalizar el elemento nostalgia y llevarlo a su terreno. Ofreciendo un sistema que no oculta en ningún momento las intenciones de medirse de tú a tú con las exitosas miniconsolas de Nintendo a la vez que irradia personalidad propia. Como como hace treinta años.
Lo cierto es que SEGA contó con la inestimable ventaja de contar con una perspectiva y estudio de mercado con los que empezar a gestar un regreso al hardware digno de su legado:
- Por un lado, cuando Nintendo presentó la Mini NES no se esperaba la acogida que tendría su particular homenaje a los 30 años de su consola. De hecho, no tardó en verse desbordada por una demanda insostenible.
- Por otro, SEGA declinó lanzar su consola en 2018, como estaba previsto, en favor de hacer las cosas bien, con el mimo que esperaban los fans de la compañía. Y, de paso, no competir de manera frontal con PlayStation Classic o verse lastrada innecesariamente por su muy mejorable ejecución, catálogo y su peor acogida.
Cuando SEGA anunció en 2018 la Mega Drive Mini sabía que el fracaso no era una opción. A fin de cuentas, se trataba de su primera consola en casi dos décadas, pero también una celebración por todo lo alto de su legado. Lo cual, por otro lado, suponía una jugada a cara o cruz.
Si bien la Mega Drive Mini no contó con el factor sorpresa, su mayor desafío es que, desde su paso atrás en la guerra de consolas, SEGA no ha parado de reeditar sus propios clásicos. Incluso la mayoría de estos se pueden descargar gratuitamente en móviles a través del sello SEGA Forever. Desde luego, su miniconsola no lo tenía nada fácil. Aunque, para ser justos, SEGA ya tenía un pasado muy mini.
SEGA Megadrive Mini
Mega Drive, de pionera entre las clásicas a rezagada entre las “Mini”
Da igual cuando leas esto, las consolas de SEGA son las más elegantes. Si bien los dos primeros modelos de Master System tenían unas carcasas realmente modernas para su época, también nos encontramos con que las más modernas, como la Saturn y la DreamCast, combinaban un aspecto estiloso y jovial con sutiles detalles redondeados que relegaban con buen gusto todo el protagonismo al lector de discos en lugar de disimularlo.
Sin embargo, es incuestionable que la consola de SEGA con el diseño más icónico y reconocible fue la Mega Drive. Pese a que su color la hacía discreta, su tan característico acabado la hacía presidir cualquier habitación en la que estuviera instalada . Algo que no parece ocurrir en las consolas actuales, salvo en el caso de las ediciones limitadas. Su diseño causó el suficiente impacto como para que, tras la caída de SEGA, se siguiera explotando su imagen. Y su legado.
Durante la época de los 16 bits, SEGA fabricó modelos compactos, claro, como la llamada Mega Drive 2 o la tremendamente versátil Multi-Mega (o SEGA CDX). Y no podemos olvidarnos del mercado brasileño, que continuó -y continúan- lanzando nuevas versiones de la 16 bits de SEGA bajo licencia oficial. Sin embargo, nos referimos a aquellos fabricantes que mantuvieron en las estanterías sucedáneos de la consola de SEGA con licencia oficial muchos años antes de que Nintendo diese el pelotazo con la Mini NES.
Estamos hablando de las consolas con juegos preinstalados del sello Flashback de AT Games, mandos de Plug and Play con el sello oficial de SEGA e incluso sistemas reducidos a la mínima carcasa posible con la opción extra de poder insertar cartuchos de cualquier región. Pero claro, pese a contar con el permiso de SEGA, ni la emulación de los juegos ni la calidad de los materiales terminaban de hacer estas pequeñas “clásicas” artículos realmente recomendables.
Por ello, la llegada de la Mini NES fue un verdadero golpe sobre la mesa: la emulación de la primera consola retro de Nintendo era exquisita, incluso mejor que la de las consolas virtuales, y los acabados, detalles y sensaciones la convirtieron en una compra obligada para todo apasionado del legado nintendero. Un perfil de jugador que, como se vería, es realmente amplio.
La producción inicial de la Nintendo Classic Mini (Mini NES) fue modesta ya que La Gran N la consideró un artículo de nicho para nostálgicos. Y, si las referencias eran las otras consolas Mini como las consolas Flashback de Atari y SEGA, era lógico pensar que una pequeña tirada satisfaría la demanda. Craso error: la Mini NES arrasó, se creó una bochornosa especulación con las unidades existentes y Nintendo tuvo que ampliar la producción casi a contrarreloj a nivel global.
Al año siguiente, con el lanzamiento de la Mini SNES, se demostró que el éxito no fue debido a un golpe de suerte y -de paso- se abrió el mercado de las mini consolas a todo el que quisiera subirse el carro.
Así, la Gran N mostró el camino y no tardamos en ver como las alternativas comenzaron a florecer: desde dos versiones reducidas del Commodore 64 a unas mini recreativas de Neo Geo que se conectaban a la TV. Algunas cosecharon más éxito que otras pero todas iban a rebufo de Nintendo.
Y entonces, revestida con una potente campaña de Marketing, la PlayStation Classic entró en escena y, en apenas cuestión de días, parecía que la burbuja de las miniconsolas clásicas había reventado. El pinchazo de Sony ocurrió a meses del lanzamiento de la Mega Drive Mini.
Del susto inicial al regreso soñado de SEGA: una consola ensamblada por la propia M2
Todavía estábamos dando saltos de alegría por el anuncio de la Mega Drive Mini cuándo AT Games tiró por tierra el hype inicial: la consola presentada durante el SEGA Fest usaría la tecnología Flashback. O, más bien, una versión actualizada de aquellas consolas licenciadas por SEGA caracterizadas por unos acabados plasticosos y una emulación de juegos decepcionante.
Las reacciones al tuit de AT Games en las que se confirmaba su implicación en el desarrollo de la máquina daban cuenta de los (razonables) temores de los fans de SEGA: aquella mini-consola no jugaría en la misma liga que las propuestas de Nintendo. Una doble resignación para quienes vivieron la alocada guerra entre Nintendo y SEGA de los 90.
SEGA no tardó en tomar nota del feedback de sus fans. E hizo bien. Sin dar explicaciones, AT Games eliminó el tuit en el que conformaba su participación en el proyecto y, poco después, SEGA hacía el anuncio más importante desde la presentación de la consola: la Mega Drive Mini se lanzaría un año después (en 2019) y el modelo sería rediseñado con la ayuda de M2, incluyendo varios integrantes del equipo original.
Sobra decirlo, pero -pese al retraso- aquello era música para los oídos de quienes tuvimos la consola.
Podría parecer que ese prometido rediseño de la consola es algo que solo afectaría a la calidad de los materiales de la carcasa, pero basta con enchufar la Mega Drive Mini para darse cuenta del enorme trabajo que hay detrás de esta versión, atreviéndose además a ofrecer detalles únicos que solo los más fans del sistema son capaces de apreciar. Nos referimos a:
- Un sistema de carátulas adaptado a cada región que podemos acomodar al gusto, permitiéndonos alternar entre las portadas y sellos americanos, europeos e incluso japoneses, teniendo incluso en cuenta el diferente alto de los lomos de cada caja original.
- Correcciones sutiles pero palpables frente a los juegos originales, eliminando todo ese ruido audiovisual y el innecesario flasheo de juegos concretos para hacer la experiencia mucho más disfrutable.
- Que juegos concretos (no todos) hayan llegado con varios idiomas, incluyendo la versión de Story of Thor al castellano. Algo realmente único entre las miniconsolas y un punto muy en contra de la PlayStation Classic.
- Un acabado impoluto, con materiales muy próximos a los originales y, salvo la pestaña de volumen, botones completamente funcionales.
- Y, lo más importante, una emulación sobresalientemente ejecutada de los más de 40 juegos que, además, le sienta como un verdadero guante a los clásicos mandos de tres botones.
Sobre esto último merece la pena hacer un inciso: uno de los dos juegos de la Mega Drive Mini que jamás fueron publicados oficialmente en la 16 bits de SEGA es el Darius, un Shoot 'Em Up inédito a nivel mundial, creado para la ocasión y desde cero a partir del código original de las recreativas. Una muestra más de la implicación de la propia SEGA y el equipo de M2 en el proyecto.
Es más, la propia SEGA matizó que se llegó a evaluar incluir títulos de Mega CD y 32X, los dos add-ons que recibió la consola durante la segunda mitad de su ciclo de vida. Sin embargo, aquello ya disparaba demasiado las dificultades técnicas, requería demasiado tiempo de producción extra y, cómo no, afectaría al coste de la consola.
Aunque, por otro lado, la selección de juegos es el verdadero punto fuerte de la consola.
Una selección Gourmet de juegos, sí, pero siendo fieles a la esencia de la Mega Drive
Con la máquina en buenas manos, a SEGA solo le quedaba un gran problema por delante: convencer a unos fans de Mega Drive que, durante años, han ido adquiriendo incontables colecciones y recopilatorios de sus juegos clásicos. Sobre todo, con el especial énfasis que SEGA ha puesto en su etapa de los 16 bits.
De hecho, en mayo de 2018 (el mismo año en el que inicialmente iba a salir la consola) se puso a la venta la SEGA Mega Drive Classics en todos los sistemas. Una colección centrada en la bestia negra de SEGA con 53 clásicos en total. Clásicos esenciales, muchos de los cuales debían estar en la Mega Drive Mini.
Además, hay que sumar otro factor añadido: como comentamos al principio, en 2017 SEGA lanzó su sello de clásicos gratuitos SEGA Forever, ofreciendo juegos esenciales, con mejoras exclusivas y a un precio irrebatible: gratis, pero con la opción de retirar los anuncios por pocos euros. SEGA tenía que ser muy delicada a la hora de hacer la selección de juegos para que esta resultara atractiva, incluso entre los más segueros.
En esencia, la primera parada obligatoria era establecer unos criterios esenciales: independientemente de cualquier otro factor, SEGA debía preocuparse de que la experiencia de juego no hubiese envejecido realmente mal o sacrificar la variedad de géneros. Y, a su vez, ofrecer grandes sorpresas.
La estrategia de SEGA fue muy diferente a la de Nintendo o PlayStation. De hecho, fue todo un acierto: si bien habría tres variaciones regionales de la selección de juegos, decidió equilibrar la selección combinando el criterio propio del equipo de M2 y SEGA implicados en la creación de la máquina basándose en los títulos que más representaban el legado de la propia SEGA a la vez que se daba también una prioridad al feedback de los usuarios.
A fin de cuentas, la selección de juegos debía ser la verdadera carta ganadora de la Mega Drive Mini. Un reclamo irresistible.
Así, SEGA estableció una muy curiosa, y tremendamente efectiva, estrategia para poder evaluar el criterio y la predisposición de los fans.
- Por un lado, las divisiones asiáticas establecieron un sistema de votaciones para establecer qué juegos preferían sobre otros, tomando nota no solo de los resultados sino de las propias explicaciones.
- Por otro lado, la selección de juegos a nivel mundial se hizo en cuatro tandas de diez juegos, de modo que medían con bastante antelación el impacto y la acogida de su propio catálogo a través de sus propias redes sociales.
Como resultado, los dos primeros juegos de Sonic The Hedgehog forman parte de la propuesta de la Mega Drive Mini europea y la Genesis Mini americana, pero la versión nipona se quedó únicamente con la secuela. Algo que, por cierto, eligieron los propios fans japoneses.
Sin embargo, las verdaderas sorpresas fueron aquellas joyas clásicas que parecían condenadas al olvido, como el Strider original de Capcom, el Castle of Illusion de SEGA y Disney, el Road Rush II de EA y hasta rarezas del calibre de Monster World IV que únicamente pudimos disfrutar en occidente a través de las consolas de Nintendo. ¡Incluso Eternal Champions estaba de vuelta!
La Mega Drive Mini no solo duplica en número de juegos frente a la propuesta de la Mini SNES, sino que incluye el doble de rarezas. Dos verdaderas exclusividades. Títulos aparentemente modestos que multiplican el valor de la miniconsola entre los verdaderamente entendidos y coleccionistas.
- La imposible adaptación de Tetris para Mega Drive. Una singular adaptación de la exitosa recreativa de los tetrominós que, por cuestiones de exclusividad de licencia, acabó con SEGA destruyendo incontables cartuchos acabados y listos para distribuirse. A día de hoy solo se conoce la existencia de tres copias que se consiguieron salvar de la purga, cuyo valor económico es astronómico.
- El ya comentado Darius de Mega Drive, el cual llegó a los escritorios europeos y Turbografx, pese a que la Mega Drive pudo presumir de secuela. La propia Taito y varios de los desarrolladores originales de la recreativa (incluyendo su director y compositor) supervisaron el trabajo de SEGA a la hora de adaptar el juego, ciñéndose además a algunas de las limitaciones originales de la consola de 16 bits como la paleta de colores.
La labor de SEGA a la hora de adaptar ambos juegos ha sido realmente meticulosa, permitiéndose alguna que otra concesión. En el caso de Tetris (y a diferencia de la versión editada en el Tetris Collection de PS2) se buscó ofrecer una interfaz más pulida y en consonancia con la recreativa original. En el caso de Darius se han añadido modos extra y hasta una segunda nave a elegir.
Pequeños grandes gestos que dejan atrás el hasta cierto punto rebatible concepto de exprimir el legado de SEGA por enésima vez en favor de ofrecer una carta de amor para sus fans.
Mega Drive Mini: por qué es la mejor mini consola hasta la fecha
Cuando recibí la Mega Drive Mini no pude evitar hacer una mueca de desaprobación.
Para alguien que te escribe estas líneas no demasiado alejado del cartucho de Sonic the Hedgehog de su niñez, y con la caja de la edición especial del Sonic Mania a tiro de piedra, ver cómo se declinó usar una réplica de la icónica caja cuadrada de la Mega Drive en favor de una caja achatada -como la de cualquier otra consola- me pareció un pequeño error.
Pero claro, aquella mueca me duró apenas unos instantes: bastó con sostener la consola y los mandos en la mano para disipar cualquier duda. La SEGA dispuesta a poner toda la carne en el asador estaba de vuelta.
Me gustaría decirte que el mando es el mismo que el de la Mega Drive original, pero lo cierto es que, pese a que el material y la forma es calcada, el tacto de la cruceta es un poquito diferente. No lo suficiente como para menospreciar el conjunto.
Si bien a lo largo de estos años he podido disfrutar plenamente de la fiebre por las miniconsolas gracias a Nintendo, también debo reconocer que SEGA ha conseguido llevar la idea original a su terreno, hacerla suya y, lo que es mejor, saber ofrecer más y mejor.
Sí, SEGA ha querido medirse frontalmente con Nintendo y que los jugadores juzguen por sí mismos cuál de las propuestas es mejor y más atractiva. Como hace 30 años, solo que esta vez no hay nada en juego salvo algo tan intangible como relevante: el regreso de SEGA, dos décadas después, a la fabricación de consolas. Con la ventaja añadida de poder volverse a meterse al ruedo y, a la vez, limitarse a contemplar desde la barrera la acogida de su sistema.
Podríamos debatir largo y tendido sobre si la selección de 42 juegos es la mejor posible o si se consiguen imponer a los 21 de la SNES Mini por separado o en conjunto. Pero lo cierto es que SEGA ha conseguido medir los tiempos con maestría y superar cualquier expectativa por primera vez desde que Tom Kalinske (el genio detrás del éxito de la Mega Drive original) dejase la compañía allá por 1996, aprendiendo -además- de los errores ajenos ofreciendo:
- Dos manos en cada caja con cables mucho más agradecidos que los de la Mini NES.
- El doble de catálogo de la Mini SNES, con un puntito extra de variedad.
- Un diseño de consola que le pasa la mano por encima a la Neo Geo Mini.
- Una colección de juegos con una relevancia y diversión exquisita que deja todavía más en evidencia la selección de PlayStation Classic.
Es evidente que cada uno se sentirá más vinculado con aquella miniconsola que le lleve a su niñez. Pero también es incuestionable que SEGA ha puesto mucho más que mimo y nostalgia de cara a su Mega Drive Mini: la ha diseñado para que ningún otro sistema le tosa encima, con los jugadores veteranos como eje de la experiencia.
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