El de Luigi’s Mansion 3 es el hotel temático y de lujo que habría construido Trump con dinero infinito en su época de Atlantic City. Un monstruo enorme, surrealista y pomposo en el que hay cabida para todo, desde habitaciones y tiendas hasta grandes museos. Él, por encima de fantasmas y personajes, es el auténtico protagonista del juego de Nintendo Switch.
De la mano va Luigi, ese entrañable patoso que, ataviado con una aspiradora de espectros, se pasea por las estancias absorbiendo todo lo que está a su alcance a base de puzles, combate y simple looteo. Como dos amigos en su fiesta adolescente más memorable, escenario y protagonista se unen para convertir Luigi’s Mansion 3 en uno de los juegos más divertidos y satisfactorios de nuestra época.
El hotel de Luigi’s Mansion 3 es el gran protagonista
Aunque aún es pronto para hablar de él en ese sentido, me parece innegable reconocer que, superados los primeros minutos de la aventura, cuando empiezas a explorar los rincones del hotel, ya se hace evidente que estamos ante uno de esos juegos de alta categoría.
Una muestra a gran escala que viene a reiterar lo que ya dijo la saga desde su inicio en Gamecube, que estamos ante una de las mejores ideas y juegos de la era más reciente de Nintendo. Toca que, con su llegada a Switch, se coloque a Luigi’s Mansion 3 en el lugar que merece.
Un podio en el que no tiene nada que envidiar a los grandes plataformas de la compañía nipona o a juegos que han recibido más bombo y cariño como Splatoon. Lo de aspirar fantasmas mientras recorres escenarios de ensueño y pesadilla es igual de original, precioso y absorbente que cualquier otro título de éxito de la gran N que te venga a la cabeza.
Manteniendo ese aspecto de diorama vivo que tan bien supo abrazar Captain Toad, la sensación de estar ante un juguete interactivo es una realidad constante. Una construcción de Lego o Playmobil de nuestra infancia en la que todo puede ser tocado y manipulado a la espera de encontrar algo que te sorprenda.
Si el edificio en sí mismo es un personaje principal es por cómo te anima a explorar dándote pedacitos de genialidad a cada paso, ya sea estirando una cortina con la aspiradora para intentar adivinar qué hay detrás, con alguno de los magníficos puzles que vas encontrándote estancia tras estancia o con pisos temáticos de los que, os aseguro, no queréis ver absolutamente nada antes de empezar a jugar.
Unas expectativas altísimas que se ven superadas
Esa sensación de catálogo de juguetes, como cuando te parabas a mirar qué otros sets podías apuntar para seguir completando tu colección, sólo atisba la rotura cuando el juego pasa de lo estático a lo interactivo. Las animaciones de objetos y personajes le dan ese toque de película de animación en el que hasta los movimientos sutiles ceden excusas para esbozar una sonrisa.
Luigi, el otro gran protagonista de esta historia, es el personaje perfecto para incluir todos esos matices que vas viendo en pantalla, desde cómo su cara se queda petrificada cuando se cruza con un fantasma hasta sus reacciones cuando hay algo que no cuadra en esa zona.
Lejos de apoyar todo eso en cinemáticas, constantemente tienes la sensación de que Luigi está vivo y va a responder a todo lo que aparezca en pantalla. Una razón más para querer seguir subiendo pisos y comprobar con qué otra genialidad hotel y protagonista pretenden enamorarte.
Lamentablemente profundizar más en todo lo que te encuentras sería en gran parte romper la magia y la sorpresa, pero que me he bebido gran parte del juego en un maratón en el que ha sido imposible apartarme del mando da buena cuenta de cómo se las apaña para atraparte con su particular aspiradora.
Que Luigi’s Mansion 3 iba a ser una muestra más de a qué nivel funciona Nintendo con este tipo de juegos era algo que ya preveíamos. Que viene dispuesto a hacerse un hueco entre lo mejor de Switch y del año también era algo que podías llegar a imaginar.
Pero que pese a tener unas expectativas tan altísimas con él aún sería capaz de sorprenderme, como ese fantasma que te pilla por la espalda y le pone la piel de gallina a Luigi, reconozco que no lo he visto venir.
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