Uno de los spin-offs más locos que nos dejó la generación de Xbox Live Arcade y cía fue Far Cry 3: Blood Dragon. El motivo fue sencillo: cambió radicalmente el aspecto de Far Cry 3 y nos metió de lleno en una historia donde se dieron cita cyborgs y dinosaurios, todo ello mediante homenaje a la cultura de los ochenta.
El degradado de las cintas de VHS, su fantástica banda sonora synthwave a cargo de Power Glove... Far Cry 3: Blood Dragon destilaba buen rollo y el cachondeo se respiraba desde el primer minuto. Por eso me apetecía volver tras completarlo cuando salió en 2013, ahora mediante su remasterización, bajo el apelativo de Classic Edition, que se ha rescatado tras el reciente lanzamiento de Far Cry 6.
Far Cry 3: Blood Dragon, la sorpresa de Ubisoft
Siempre tuve ese buen recuerdo. Nunca me pareció perfecto, pero sí que me dejó un gran sabor de boca al suponer una experiencia refrescante dentro del universo Far Cry. Mucho antes de que Ubisoft se sacase de la chistera Far Cry Primal, que también aportó cambios y novedades a su archiconocida saga, Blood Dragon fue un lavado de cara radical que empezó por una estética colorida muy llamativa.
Ese contraste entre tonos sombríos con otros típicos de las luces de neón fue una de sus principales señas de identidad, viéndose arropada por ese espíritu añejo ante el que no se escondía una de sus principales influencias, la de Terminator. Ya desde la propia escena de introducción se copiaban vilmente ciertos fotogramas, adaptados al estilo desenfadado de esta aventura del sargento Rex Colt: "mitad hombre, mitad máquina, totalmente estadounidense". Es que no se podía tomar en serio... Era un juego que te conquistaba desde su tutorial. ¡Sí, el puñetero tutorial!
Una de las grandes lacras del siglo XXI se solventaba con mucho sarcasmo para desesperación del propio Rex mientras nosotros esbozábamos más de una sonrisa. Far Cry 3: Blood Dragon dejaba claro su sentido del humor, el cuál se iba salpicando a lo largo de su corta (unas 7 horas al 100%) pero intensa aventura.
No es que revolucionase la fórmula de los Far Cry, pero sí que iba más al grano mientras el atractivo de su universo hacía el resto. Además, en ningún otro de la saga nos sentíamos tan vulnerables como en éste al principio por lo temibles que resultaban los dragones con su láser. Había menos objetivos por el mapa, pero eso se traducía también en mayor sentido para las misiones secundarias, que a la postre nos brindaban mejoras para nuestro arsenal con toque retro-futurista.
Entre los clásicos rescate de rehenes y senda del depredador para esas misiones, teníamos a mayores la posibilidad de liberar guarniciones controladas por el enemigo. Lo bueno es que podíamos robarle el corazón a los soldados (tras matarlos) para usarlo como cebo para los dragones. El método más efectivo (amén de espectacular) para liberar un puesto del rival. Y eso que había una historia que seguir para derrotar a nuestro antiguo comandante... con sorpresa.
Fue, en definitiva, una experiencia descargable corta pero intensa, que llamó la atención por salir como producto independiente de Far Cry 3. No, no fue una expansión como tal, por mucho que adoptase parte del estilo establecido a partir de entonces por esa aventura de Jason Brody en 2012, como en lo relativo al control. Y eso que Blood Dragon era más durillo por cierta brusquedad a la hora de disparar, sin tanta precisión al no poder personalizar el tiempo de respuesta de los gatillos, tan solo su sensibilidad. Con su remasterización lo he recordado...
Una remasterización que no mejora nada de nada
Por desgracia, esta Classic Edition no mejora al clásico de 2013. Parece un corta y pega donde no se nota a simple vista una mayor optimización si la comparamos con la versión original desde Xbox Series X, aprovechando su retrocompatibilidad.
Todo sigue igual, para bien y para mal. Y lo que en su día me cautivó ahora ha perdido buena parte de su chispa. Además, no está optimizado para PS5 o Xbox Series X al ser un producto para PS4 y Xbox One (amén del PC, claro está). Visualmente se muestra caduco, tal y como sucedió con la Classic Edition de la citada aventura de Jason Brody; aparte de ese control un tanto rígido a la hora de apuntar por escasez de opciones (salvo que se marque el auto-apuntado, que nunca lo uso). Hoy raro es el FPS que no brinde un mayor control al respecto.
Ha transcurrido casi una década desde su lanzamiento y esto no se ha traducido en una rebaja de su precio en esta remasterización, al replicar los 14,99 euros que costó en su día. Por lo tanto, si lo jugaste de aquellas en PS3, Xbox 360 o Steam, no te compensa volver a hacerlo ahora... salvo que hayas comprado el pase de temporada de Far Cry 6, donde se incluye de serie. Pero aquí merece más la pena el DLC Vaas - Locura, a falta de ver cómo serán los de Pagan Min y Joseph Seed.
Que Ubisoft Pune no ha hecho un buen trabajo con esta Classic Edition es más que evidente al no haber mimo de por medio ni ningún aliciente extra. Pero si ha servido para algo es para volver a poner en el foco de atención la necesidad de un Far Cry: Blood Dragon 2. Y es que por mucho que nos gustase (o sorprendiese) Trials of the Blood Dragon como guiño a este universo de Rex Colt, no fue lo mismo. Hace falta una secuela de nueva generación y a gran escala, dejando atrás su concepción de humilde juego descargable. Porque la idea nos parece cojonuda.
Far Cry 3: Blood Dragon - Classic Edition
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