La Edad Media es un periodo fascinante dentro de la historia de la humanidad. Una época tan singular, oscura y -a la vez- intensa, en la que a base de influencias y fuerza militar se delimitaron muchas de las fronteras actuales y se perpetuaron poderosos linajes. Un contexto que ha inspirado infinidad de juegos de estrategia y seguirá haciéndolo. Y, sin embargo, son muy pocos ofrecen experiencias históricas tan profundas, retorcidas y adictivas como la de Crusader Kings III.
Paradox Interactive retiene todo lo aprendido en el muy aclamado Crusader Kings II y le sabe dar con maestría nuevas capas de inmersión a su propia fórmula. Cumpliendo en todos los aspectos con lo que se espera de una nueva entrada principal en la serie. A fin de cuentas, durante el margen de ocho años que hay entre la segunda y la tercera entrega, se han lanzado una enorme cantidad de contenidos y actualizaciones de post-lanzamiento.
Así, Crusader Kings III llega con el propósito de dar el relevo al que oficialmente ya podemos catalogar como un clásico de la estrategia, conservando y apoyándose en todos los aciertos de la anterior entrega y aportando nuevas y acertadas ideas. Dando mucho más peso a la identidad de cada personaje -independientemente de su rol- así como nuevas maneras de tomar parte en la política y el control de su señorío.
Siendo siempre conscientes de que los años pasan y el modo en el que eduquemos a nuestros herederos será determinante para la continuidad del verdadero objetivo del juego: forjar la mayor dinastía de la historia.
Porque si bien en Crusader Kings III tienes la siempre atractiva opción de elegir un punto de partida diferente y conquistar desde la gélida Islandia hasta la exótica India, lo que lo desmarca de otros títulos de estrategia es que no hay una forma concreta de ganar, sino diferentes maneras de experimentar -y disfrutar- con la historia que se va desarrollando a lo largo de generaciones.
Eso sí, pese a lo ambicioso y complejo que pueda sonar todo esto, Paradox Interactive tiene mantiene la perspectiva de que se trata de una nueva entrega principal de la saga: el sistema de tutoriales de Crusader Kings III no solo sirve para presentar las novedades y recordar las bases, sino que busca ser el punto de partida perfecto para los nuevos jugadores y cualquier apasionado por la estrategia.
Paradox Interactive nos propone fundar y hacer prosperar al linaje más poderoso de la historia de la humanidad. Y pese a que podemos caer estrepitosamente en el intento, lo que de verdad cuesta horrores es dejar una partida a medias a sabiendas de que hay una guerra, una conjura interna, una alianza e incluso una inesperada decisión en la que nuestro propio legado está en juego.
Crusader Kings III, el regreso de la gran estrategia histórica
Crusader Kings III es un juego de estrategia y gestión con muy marcados tintes de simulación y rol. En esencia, seremos la máxima autoridad de un señorío y -como no podía ser de otro modo- los objetivos de la partida los iremos marcando nosotros mismos.
Es más, solo hay tres asuntos lo suficientemente importantes como para resolverlos con cierta prioridad:
- Perpetuar nuestro linaje
- Consolidar nuestro control sobre los territorios que administramos
- Y fortalecer la lealtad nuestros vasallos, incluyendo aquellos que tienen sus propias tierras y títulos.
Lo primero es esencial para sentar las bases de nuestra dinastía, ya que un eslabón débil puede costarnos años -en el juego- de logros y alianzas. Es más, la única manera de que la partida acabe es que nuestro personaje fallezca y no haya un heredero de nuestra propia dinastía. Aunque habrá partidas en la que directamente comenzaremos teniendo hijos y hasta nietos.
Por ponernos en contexto, si queremos partir del año 867 d.C. (Los Grandes Aventureros) veremos que no es lo mismo empezar siendo un rey de la confederación mogyer de 46 años, con hijos y hasta un nieto, que un recién ascendido conde que acaba de cumplir 10 años. Si bien sus expectativas de vida son distintas, la dificultad a la que estaremos expuestos será la mayor diferencia.
Con eso por delante, nosotros elegiremos el contexto geográfico e histórico inicial y tendremos la última palabra como el conde, duque, rey o emir del lugar del que partamos. Cada uno de los personajes posee características únicas que se transforman en una especie de identidad, y deberemos tenerla muy en cuenta: además de las ventajas que se nos ofrecerán en forma de bonificaciones, nuestra salud también está estrechamente relacionada con nuestra conciencia.
En este sentido, uno de los máximos aspectos de Crusader Kings III frente al título anterior es el modo en el modo en que implementa los aspectos roleros del juego, de modo que los personajes a los que controlamos tienen rasgos de identidad y habilidades propias (diplomacia, marcial, administración, intriga e instrucción) que se ven condicionados por los primeros, derivando ambos en una personalidad que -como en los juegos de rol- deberemos tener siempre presente.
Si bien, como comentamos, la personalidad nos beneficiará con potenciadores a la hora de elegir un estilo de vida, en contraprestación tenemos el factor de estrés: si actuamos en el juego de manera contraria a la manera de ser de nuestro personaje habrá un conflicto de personalidad que se traducirá en efectos negativos, condicionando aspectos como su salud o la propia fertilidad.
Y, claro, conquistar nuevos horizontes está muy bien, pero sin salud o descendencia no podremos crear una dinastía y acabaremos la partida mucho antes de lo esperado.
Lo fascinante (y terriblemente adictivo) que es reescribir la Edad Media
De hecho, uno de los momentos cruciales del juego es cuando pasamos a tomar el control de nuestros herederos. Como comentamos, en Crusader Kings III deberemos perpetuar nuestro legado y nuestro linaje, de modo que cuando se haya cumplido el ciclo de nuestro personaje continuemos la partida en el punto exacto en el que la dejamos como su heredero.
Es entonces cuando la educación, las lecciones de vida e incluso la genética que hayamos transmitido a nuestro hijo pasarán a ser nuestros propios rasgos, atributos y habilidades en el juego. Así como los terrenos que hayamos conquistado, claro. Lo cual es un acierto total ya que, desde el principio, nosotros estaremos dando forma a nuestro nuevo personaje y afianzando su poder e influencia.
Eso no quiere decir que la experiencia entre una partida y otra completamente nueva sea como un círculo cerrado, ni mucho menos: podremos modificar las leyes a nuestra conveniencia o a petición de nuestro consejo que afectarán a todos los aspectos de nuestro juego, incluyendo el sistema de sucesiones. Y lo que es mejor: no hay un modo equivocado de jugar.
Y lo mismo ocurre con otros aspectos como la religión, la cual ha recibido un fuerte impulso en esta entrega. De modo que, además de tener muchas más opciones -incluyendo el sistema de dogmas- también abre la puerta a que nosotros fundaremos y lideremos nuestra propia fe. Algo muy conveniente si queremos emprender una guerra religiosa o afianzar la lealtad de nuestro pueblo.
Porque las batallas y las disputas de poder y territorio son un aspecto esencial, desde luego. Aunque eclipsado por el resto de aspectos del juego. Sin embargo, tarde o temprano acabaremos reclamando terrenos, delimitando fronteras o convenciendo -por la razón o la fuerza- a los territorios adyacentes de les conviene jurarnos lealtad.
Nuestra dinastía será tan poderosa como la influencia que tengan los miembros más notables de la misma y el cargo de Rey o Emperador nos dará más opciones y justificará todavía más que emprendamos batallas. Y pese a que no tendremos un control directo de la batalla como en Age of Empires o la saga Total War, todas y cada una de nuestras acciones se verán reflejadas en el resultado final.
Llegados a este punto, merece la pena tener en cuenta que en Crusader Kings III la experiencia gira en mayor medida en torno a las iniciativas e intrigas que suceden en nuestra corte.
Habrá escisiones, traiciones y confabulaciones inesperadas que pondrán en peligro nuestro linaje e incluso la vida de nuestro personaje si no nos preocupamos de educar bien a nuestros descendientes. Porque en esta entrega todos los personajes del juego tendrán una opinión y unos prejuicios sobre nosotros, y no tiene por qué ser favorable.
A través de un maestro espía, descubriremos los complots que haya contra nuestra dinastía y el señorío que regentamos, y nos conviene agasajarlo bien para lleve a cabo nuestros encargos más delicados con discreción y, de paso, evitar que acabe siendo un doble agente.
Derivando cada partida en una trama generada de manera natural en la que la ambición de expandir el legado y la dinastía se ve frenado por los intereses externos, las traiciones, las conspiraciones y los sobornos (o generosos incentivos). Algo muy característico de la Edad Media y de las obras de George R. R. Martin.
Como -por ejemplo- eliminar a ese arzobispo que, según podemos ver, no suele secundar nuestras decisiones. Aunque también podemos ganarnos su favor de otros modos algo más costosos, como contribuciones económicas directas, fundando templos o delegando la educación de nuestros descendientes. Exponiéndonos, en este último caso, a que vuelva a nuestro hijo en nuestra contra.
Pero no siempre tendremos que ser sutiles a la hora de llevar a cabo los asuntos de la corte. Podremos pedir y reclamar favores a otros grandes nobles y grandes personalidades, pero también chantajearlos e incluso seducirlos para aumentar nuestro poder político.
Como en la Edad Media, el amor no es un requisito en los matrimonios entre las casas más poderosas. Podremos buscar pareja y evaluar la personalidad de nuestro cónyuge y qué ventajas geográficas y políticas nos aporta.
Y pese a que Paradox se ha preocupado de ofrecer un contexto realista en el que podamos hacer lo que queramos, desde las reglas de juego en los ajustes iniciales podremos ajustar las Reglas de género para que vayan en consonancia con la historia, sean igualitarias e incluso estén invertidas para que las reglas y valores de los personajes varones se apliquen a las mujeres y viceversa. Incluso ajustar por defecto que las relaciones del mismo sexo estén aceptadas por todas las fes.
Lo cual no quita que, incluso desde una partida empezada, podamos modificar las tradiciones de nuestros territorios para redefinir las leyes sucesión, aspectos como la religión, la propia predisposición diplomática o la facilidad de conversión cultural. Al menos, hasta donde abarquen las fronteras de nuestro territorio.
Y lo que es mejor: experimentar con esa Edad Media alternativa, a sabiendas que no hay un modo de ganar ni una manera equivocada de jugar, haciendo evolucionar nuestra partida y la historia de la humanidad hasta el año 1453. Es decir, hasta la Caída de Constantinopla.
Derivando todo en la verdadera experiencia que pone ante nosotros Crusader Kings III. El modo en el que éste nos invita a que experimentemos con la historia y, a la vez, nos desafía a sobrevivir hasta poder darle el relevo a la siguiente generación de gobernantes en las mejores condiciones posibles.
La opinión de VidaExtra
El regreso de Crusader Kings es mucho más que una actualización visual frente a la entrega anterior, aunque merece la pena incidir en que su presentación ha dado un salto fantástico: los perfiles de los personajes se han realizado en 3D y el nivel de detalle está a la altura de lo que uno espera de un juego de estrategia, rol y simulación de 2020. A lo que hay que sumar una B.S.O. sencillamente exquisita.
Sin embargo, el arma secreta del regreso de la saga de Paradox reside en su mayor capa de profundidad y el modo en el que nos permite experimentar con sus propias reglas.
Por regla general se dice que los juegos de estrategia son -en el fondo- una extensión de los juegos de tablero. Sin embargo, Crusader Kings III es la excepción: su filosofía de juego está mucho más en consonancia con los juegos de rol de papel y lápiz pese a que hay componentes como las batallas y las alianzas que anclan la experiencia al mismo género que sagas de renombre como Civilization o Europa Universalis. Reteniendo su propia identidad en el proceso.
Crusader Kings III se posiciona como una cita obligada para los fans de una segunda entrega por méritos propios, pero también como una de las mejores alternativas del género de la estrategia de este 2020. Y lo mejor es que los planes de Paradox ya nos adelantan que podremos esperar novedades que mantendrán viva la experiencia a medio y largo plazo: su pase de expansión, incluido en la Royal Edition, incluye las tres próximas expansiones.
Y no solo eso: su anunciado soporte para mods promete ser una caja de Pandora para una fórmula cuya rejugabilidad es prácticamente incalculable.
Crusader Kings III nace con el propósito de igualar la duración de su antecesor y logra su objetivos de permitirnos experimentar con la gran estrategia histórica a través de un muy profundo (y adictivo) sistema que cubre todos y cada uno de los aspectos.
Y pese a que al principio puede chocar la cantidad de elementos a tener en cuenta, no tardaremos en interiorizarlos hasta que se vuelva nuestra obsesión, incluso cuando estamos alejados de la pantalla. Siendo eso, precisamente, lo que distingue los grandes juegos de estrategia del resto.
Crusader Kings III
Plataformas | PC (Windows, Mac y Linux) |
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Multijugador | Sí |
Desarrollador | Paradox Development Studio |
Compañía | Paradox Interactive |
Lanzamiento | 1 de septiembre de 2020 |
Precio | 44,95 euros. |
Lo mejor
- Crusader Kings regresa añadiendo nuevas capas de inmersión a su propia fórmula
- terriblemente adictivo: siempre hay algo que hacer y un asunto que reclama nuestra atención
- Reescribir la Edad Media bajo nuestras propias leyes y dogmas es una genialidad
Lo peor
- Pese a la importancia de las batallas, es el aspecto más ecluipsado y modesto de la experiencia
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