Vesemir no es Geralt de Rivia, y eso le da a Netflix mucho juego a la hora de ampliar su propio universo de The Witcher. Mucho antes de ser el brujo más viejo y experimentado de Kaer Morhen, el mentor del Lobo Blanco fue un joven con ojos avariciosos, un brujo sin demasiados escrúpulos y un guerrero realmente temible y respetado en combate. Aspectos que The Witcher: la pesadilla del Lobo lleva a la pequeña pantalla en clave de largometraje animado.
Porque a Netflix le va la alquimia, desde luego. Combinar fantasía épica y oscura, con animación y, como base recurrente, los videojuegos. Y, si bien, The Witcher: la pesadilla del Lobo nace como una especie de precuela a la serie de acción real protagonizada por Henry Cavill, lo que veremos en ella es una historia independiente sobre un personaje que merecía y logra un mayor protagonismo mediático. Al menos, de cara al gran público.
Y es que, mucho antes de que en los oníricos compases iniciales de The Witcher III: Wild Hunt nos topásemos con un viejo Vesemir roncando junto a un libro, nuestro amigo era toda una personalidad. Y su fama de asesino sin escrúpulos le precedía, incluso entre los brujos.
Con esa interesante premisa, Netflix delegó la producción de un largometraje animado al escritor Beau DeMayo (quien ha participado en la serie de acción real) y el de animación Studio Mir, afincados en de Corea del Sur y cuyo trabajo anterior para el gigante del vídeo en streaming basado en Dota logró sorprender con una calidad de animación realmente elaborada. Para alegría de todos, en The Witcher: la pesadilla del Lobo se han vuelto a superar.
De cómo un sirviente sin futuro se transformó en un poderoso brujo
En el universo de fantasía imaginado por Andrzej Sapkowski, la magia y la alquimia son un instrumentos muy poderosos, capaces de despertar temor y respeto en los profanos y mantener más o menos alejadas a las bestias y criaturas de la oscuridad. Pero el precio para poder dominarlas -si es que se consigue- es muy alto y no hay vuelta atrás.
La historia de cómo Vesemir pasó de ser un humilde criado sin futuro a tutelar una nueva generación de brujos es uno de los mejores ejemplos de ello.
El destino es caprichoso. Antes de que el joven Vesemir comenzase su adiestramiento, mutando su cuerpo y exponiendo su alma a toda clase de horrores, éste era un niño común y corriente. Poco más que el hijo de uno de los sirvientes de una familia muy acomodada y poco amable con sus propios empleados, cuyo futuro parecía bastante acotado a seguir lo pasos de su padre. ¿Su único consuelo? La compañía de una joven de ojos azulados, con la que intercambiaba risas, encargos y tareas. Pese a su juventud, Vesemir era consciente de que su vida no iba a mejorar mucho más, y no estaba conforme.
La extraña dolencia de la señora de Vesemir hizo que éste conociese a Deglan, un veterano brujo cuyas formidables habilidades a la hora de anular maldiciones y eliminar criaturas de la oscuridad estaban muy bien remuneradas. Casualidad o destino, la aparición de aquel poderoso guerrero marcará un antes y un después en la vida del joven.
La destreza de Deglan y el enorme saco de monedas que se llevó aquel enorme brujo con capa de wyverno por prestar sus servicios tuvo un impacto enorme en Vesemir. Lo suficiente como para que, pese a que era muy poco común que los jóvenes se presten voluntarios a ser mutados en brujos, reuniese el valor y la determinación suficientes para someterse al proceso de mutación. Una temeridad en sí misma, ya que si aquello salía mal su paso por el mundo acabaría antes de lo esperado.
Sin embargo, el mayor precio a pagar por convertirse en un brujo no es exponerse a la posibilidad de quedarse a medio camino dejando un triste y joven cadáver a medio mutar en el proceso, sino dejar atrás la vida anterior. Incluyendo a los seres amados.
Muchas décadas después, el nombre del brujo Vesemir es especialmente conocido entre los su gremio y los que no son especialmente simpatizantes con sus artes. Su habilidad con la brujería y la espada solo rivalizan con su fascinante generosidad a la hora de desprenderse de las monedas ganadas en las tabernas y posadas por las que pasa. Y eso que corren tiempos inciertos para la brujería.
La caza de monstruos, la ocupación principal de estos guerreros mutados, se ha convertido en una actividad escasa y complicada. Su honestidad y profesionalidad está en tela de juicio de cara a la opinión pública y, para colmo de males, nuevas criaturas hacen que los encargos sean todavía más delicados. Precisamente, será esto último lo que reúna de nuevo a Vesemir con quien una vez fue aquella joven de ojos azules.
Los brujos, como casi todos aquellos que coquetean con la propia magia, envejecen a un ritmo diferente al del resto de los mortales. En cierto modo, eso facilita que dejen atrás sus vidas pasadas, pero -por lo general- no los libra de sus recuerdos y sentimientos. Precisamente por ello, su inesperado reencuentro con Lady Zerbst, la anciana que una vez fue la joven con la que compartió travesuras, reconforta a Vesemir. Incluso estando preso en una cárcel, acusado por los miembros de la corte del rey Dagread.
La sombra de la duda recae sobre los brujos en una época de oscuridad. Una nueva especie de monstruos y criaturas mutantes ha comenzado a amenazar las vidas de los mortales. Alguien está realizando experimentos maliciosos, y en la corte del rey Dagread, el vanidoso monarca del reino de Kaedwen, se debate sobre la responsabilidad y la implicación de aquellos que más se están beneficiando con este mal.
A Dagread se le ha considerado siempre un rey sin demasiado interés por gobernar, delegando esas responsabilidades en su consejo del tono. Y actualmente la voz cantante la lleva Tetra Gilcrest, una hechicera de enorme talento con las artes mágicas y el arco y que guarda un rencor especial hacia los brujos. En ese contexto, Lady Zerbst intercede ante el monarca y encuentran una solución justa para todos: Vesemir y Tetra partirán en búsqueda del origen de esta misteriosa amenaza con el propósito de erradicarla.
La pesadilla del lobo, un prólogo que gustará a los apasionados por los videojuegos
Si bien, Geralt de Rivia es un personaje que nació en las novelas de fantasía de Andrzej Sapkowski, sus aventuras en los videojuegos son una pieza clave de cara a entender el enorme legado y presencia del personaje, así como su rico universo, a nivel universal. Netflix era plenamente consciente de esto cuando elaboró la serie de imagen real basada en las aventuras de Geralt, y lo es todavía más en el largometraje íntegramente dedicado a su mentor.
En apenas una hora y algo más de veinte minutos se nos presentan los orígenes de Vesemir, se nos descubren facetas no tan conocidas de su personalidad y nuevas motivaciones durante lo que podemos considerar la flor de su vida, dentro de los márgenes del estilo de vida de los brujos, y presenciamos en pantalla espectaculares batallas y varios acontecimientos deliberadamente elegidos para saciar la curiosidad de los apasionados por el universo literario y los videojuegos. El tiempo y la duración de La pesadilla del lobo son uno de sus aciertos, desde luego.
¿Una historia completamente integrada en el lore oficial de la saga de The Witcher? Bueno, aquí la cosa se complica. El objetivo central de Netflix es expandir su propio universo basado en los personajes de Sapkowski, con lo que se establece una relación directa con la serie de imagen real, la protagonizada por Henry Cavill, en lugar de tender lazos a las novelas o los juegos. Algo que no solo tiene bastante lógica, sino que resulta práctico.
Dicho lo cual, los apasionados por los videojuegos y el estilo anime tienen motivos para celebrar: la animación es soberbia, los escenarios y los diseños de personajes absolutamente intachables, y los combates contra monstruos y las batallas, que las hay, una verdadera gozada imposible de ver, al menos de manera creíble, en producciones de imagen real.
Hay acción explícita, desde luego. El libreto de Beau DeMayo sabe cuando ser crudo, cuando añadir ritmo a base de acción y cómo incidir en que el universo de The Witcher se regodea a base de bien en su ambientación de fantasía oscura. Demayo es plenamente consciente de que los personajes principales que no siempre tienen una brújula moral y están precisamente motivados por el concepto de heroicidad, y el Studio Mir sabe corresponder con escenas crudas y con ese tipo de carga emocional que no se basa tanto en la búsqueda de la justicia como concepto, sino en la determinación, la redención y la desesperación.
Por supuesto, y como era de esperar, prácticamente todo el metraje de La pesadilla del lobo gira en torno al personaje de Vesemir. Al joven inconformista con la vida que le había tocado y al truhan capaz de amañar encargos por una bolsa de monedas con las que pagarse una buena noche en la taberna más cercana.
Con todo, La pesadilla del lobo tiene sus propias limitaciones y flaquezas. Pese a la excelencia de su presentación, de lo mejorcito producido por Netflix a la hora de adaptar videojuegos y novelas a la animación, nos encontramos con una película que no oculta su auténtica naturaleza: expandir el universo creado para la serie de imagen real. Y eso no es malo, que conste, pero se podía haber aspirado a más.
Sin ofrecer un final abrupto, la mayoría de los personajes que se quedan en el camino a lo largo del filme podían y debían haberse aprovechado más y mejor. Bien a través de más minutos en pantalla o dejando la puerta entreabierta a su regreso ante una posible secuela o spin-off. Dicho lo cual, La pesadilla del lobo es la historia del maestro de Geralt, y eso queda claro de principio a fin.
El personaje de Vesemir es la estrella, desde luego, y se gana a pulso ese estatus en los poco más de ochenta minutos de metraje, pero es inevitable pensar que esta incursión en el universo de The Witcher, creado a medida para Netflix, se merecía un tratamiento más dilatado. Quizás, a través de formato serial con el que consolidar situaciones y personajes que merecían ser más memorables y, en lugar de eso, muy posiblemente no volvamos a ver.
La pesadilla del lobo: una acertada incursión animada en el universo de The Witcher que, quizás, no veas dos veces
Netflix no tiene a los héroes de Marvel ni a los de DC Comics, pero se ha volcado de lleno a la hora de llevar a las estrellas y rostros conocidos por los apasionados por los videojuegos. El caso de la serie The Witcher y su ya oficialmente expandido universo es un ejemplo de ello, pese a que todo nace de la literatura. Y el modo de presentarnos a Vesemir antes de su incorporación en la segunda temporada es un acierto. Un gran acierto.
A lo largo del filme veremos situaciones que fácilmente podemos relacionar con los videojuegos. Eso está hecho de manera muy intencionada. La narrativa de determinadas escenas, el uso de pociones o la disposición y despliegue de conjuros y pirotecnias. De hecho, en La pesadilla del lobo veremos exquisitamente fusionadas las esencias del RPG occidental y el de corte más Made in Japan. De la fantasía europea y el estilo anime.
Sin embargo, pese al exquisito tratamiento artístico del largometraje, es difícil ver el conjunto como una obra capaz de calar realmente en el espectador. Al menos, del mismo modo que los libros o los juegos. Lo suficiente como para invitarlo a hacer un segundo visionado en busca de nuevos detalles y referencias. Incluso, cuando la segunda temporada de The Witcher llegará a finales de año.
Como carta de presentación al personaje de Vesemir, el cual será interpretado por Kim Bodni, La pesadilla del lobo cumple holgadamente las expectativas y ofrece al nuevo fan y al de toda la vida un vistazo al universo de Sapkowski que no defrauda, en absoluto, pero tampoco consigue calar con la fuerza necesaria. De dejar una especie de impronta que te invite a adentrarte más en ese universo de fantasía oscura. Pese a que lo mostrado y lo logrado está muy por encima de otras producciones animadas de la casa.
¿Una cita obligada para los fans de Geralt de Rivia? Definitivamente, ver al joven Vesemir en su juventud haciendo de las suyas logra arrancar una sonrisa. Presenciar su determinación y su lucha contra su propio destino durante su mutación, toda una oportunidad. Y regar el suelo con la sangre y vísceras de toda clase de criaturas y abominaciones, un espectáculo.
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