Análisis de Atomic Heart, la utópica y bella Unión Soviética que se aleja de sus prometedores ideales

Análisis de Atomic Heart, la utópica y bella Unión Soviética que se aleja de sus prometedores ideales

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Atomic Heart

Si el arranque de 2023 es uno de los más potentes que recordamos es, entre otras obras de relumbrón, por la aparición de Atomic Heart. Le ha sido imposible al título de Mundfish quitarse la etiqueta de BioShock en la Unión Soviética, pero esa calificación no es más que un halago. Ante nosotros se alza todo el poder del comunismo en forma de desastre robótico y es momento de descubrir si el viaje por la madre Rusia vale realmente la pena.

Una carta de presentación única

Bien claro tenemos que una buena primera impresión es fundamental. Es la carta de presentación, una marca única e irrepetible que condiciona completamente nuestro pensamiento ante lo que acabamos de ver. El estudio chipriota ha tomado muy buena nota de esa idea y la aplica a la perfección en los primeros minutos de partida. Pocas veces un juego ha entrado tanto por los ojos y los oídos como lo hace Atomic Heart mostrando su mundo. Lo comenté en su preview el mes pasado, pero sigue siendo una locura. Sin hacer de menos a otros aspectos, lo mejor que ofrece la obra es su ambientación, el diseño visual, la poderosa sensación de que estamos realmente en una Unión Soviética idílica.

Hay robots, androides y maquinaria absolutamente variopinta por todas partes, pues el lanzamiento de la red Kollektiv 2.0 está a punto de suceder. Estamos en 1955 en una realidad alternativa tras la Segunda Guerra Mundial en la que el Estado federal se ha alzado como el principal líder tecnológico del mundo gracias al uso del polímero. Hablamos de una sustancia especial que permite la interconexión entre toda clase de aparatos y que sustenta prácticamente todo el potencial de la unión de repúblicas socialistas.

Los ideales soviéticos están a la orden del día y podemos ver en todo momento una sociedad feliz, con sustento casi infinito y con condiciones de igualdad soñadas. En definitiva, una utopía que solo podemos permitirnos imaginar. La arquitectura es propia de la época, la propaganda refleja muy bien la que se creaba en aquellos tiempos y hasta los robots tienen ese corte antiguo a pesar de que su tecnología está a años luz de la nuestra. Estatuas que hacen palidecer rascacielos, representaciones de líderes como Stalin, Lenin y una fanfarria digna de los mayores vítores con decenas de seres mecanizados desfilando ante las masas. Una piedra de toque instantánea con la que Atomic Heart nos arrebata la atención y nos mantiene perplejos a cada escenario que visitamos.

Como no puede ser de otra forma, a nivel gráfico estamos hablando de un título excelente y que demuestra una gran capacidad en cuanto a efectos. La iluminación es buena, los golpes contra los enemigos se reflejan en sus cuerpos y la riqueza de detalles del entorno está más que a la altura. Todo ello con el fin de contarnos una historia, pues no es que tenga precisamente poco peso según avancemos en el juego. Evitando cualquier tipo de spoilers, hay que dejar claro que es un hilo conductor muy entretenido que sabe cómo captar la atención poco a poco, añadiendo una capa más de misterio o algún concepto nuevo que da más juego a los acontecimientos. Hay que averiguar por qué los robots se han vuelto locos y no será nada sencillo.

Atomic Heart

Eso sí, no esperéis nada de un calibre filosófico como siempre ha destilado la saga BioShock. Como no puede ser de otra forma, en el tramo final nos esperan grandes sorpresas argumentales, pero podéis ir haciéndoos a la idea de algunas con las miguitas de pan que Mundfish ha ido dejando. Algunas de ellas vienen en forma de audios repartidos por los escenarios, documentos electrónicos o cadáveres parlantes a causa del polímero. P-3 es el nombre en clave que recibimos tras pasar a formar parte de un cuerpo especial de élite soviético y nos acompaña CHAR-les, una IA que vive en el guante de nuestra mano izquierda.

Ambos se compenetran de maravilla, aunque tienen sus tiranteces, a través de las múltiples y divertidas conversaciones que mantienen. No hay que olvidar a personajes secundarios de la talla de Séchenov o Yaya Zina, los cuales poseen una esfera de misterio realmente atrayente y que nos mantiene pendiente de ambos en todo momento. Donde es muy deficiente Atomic Heart es durante sus cinemáticas en tercera persona. No son pocas las veces en las que vemos todo desde una perspectiva diferente, pero la dirección y elección de planos prácticamente nunca es acertada. No se logra describir bien la escena, son planos muy poco descriptivos sobre lo que está sucediendo y hay una especial insistencia en que duren muy poco con un montaje casi frenético.

A sus órdenes, camarada

De acuerdo, el título entra por los ojos, pero aquí todo depende realmente de lo que sintamos al jugar. No es que podamos llamar RPG a Atomic Heart, pero sí que hay que ciertos componentes que nos permiten disfrutar de la manera que nosotros deseemos y me explico. Contamos con varias formas de atacar, ya sea cuerpo a cuerpo con un hacha u objeto cortante, con armas de fuego tales como escopetas, AK-47 o herramientas eléctricas que utilizan la energía que generamos para pegar una buena sacudida. Un set básico que se amplía con los diferentes planos y diagramas que encontramos para construir todo lo que necesitemos. Nos toparemos constantemente con salas de seguridad, al estilo de Resident Evil, en las que podemos guardar o interactuar con una máquina muy especial.

Atomic Heart

Ella es la encargada de construir lo que le pidamos. El Dominador, la KS-23, el Fusil de Riel, Pashtet o el Sueco son algunas de las posibilidades que se nos ponen encima de la mesa para que estemos cómodos. Cada una de las armas cuentan con sus estadísticas diferenciadas, más allá de que visualmente son una auténtica pasada. A su vez, disponen de múltiples compartimentos en los que incrustar mejoras. Muchas de ellas vienen por defecto, pero si queremos conseguir las más potentes tendremos que acudir a los complejos subterráneos donde se esconden. Una baraja amplia de donde escoger, pero tomad nota porque hay mucho más.

El verdadero as en la manga que tenemos en nuestro poder es CHAR-les, el guante polimérico que nos acompaña. No solo es capaz de ilustrarnos acerca de la Unión Soviética con discursos, sino que utiliza los polímeros en nuestro beneficio. Por ejemplo, la Helada es un chorro congelante que inmoviliza a los enemigos, mientras que la Telequinesis en masa eleva durante un momento a todo lo que se encuentre en nuestro radio de acción. Podemos combinar dos al mismo tiempo, como con el Chorro polimérico, una sustancia que si es impregnada con electricidad, fuego o hielo potencia los efectos de dicho elemento. Una vez más, activar esta suerte de poderes es francamente impresionante en combate y resulta fundamental para sobrevivir. Además, cada uno de ellos posee su propio árbol de habilidades que podemos potenciar con la debida inyección de pastillas de polímero. ¿No te gusta el resultado? Siempre puedes revertir el efecto sin coste y recuperar la inversión para aprovecharla en otro canal, ya que la recolección de recursos será el pan de cada día en Atomic Heart. Cajones, estanterías y los propios robots son una rica fuente de polímeros, munición y toda clase de cachivaches.

Una dinámica de cambio ágil que encaja perfectamente con la gran variedad de engendros mecanizados que hay sueltos. Los hay de todo tipo y condición, pues sus propósitos eran la asistencia a humanos, cortar madera o la alerta de comportamientos inadecuados. Cada uno de ellos poseen debilidades y resistencias propias, las cuales podemos ver a través del guante polimérico. Hay seres especialmente resistentes que nos lo pondrán difícil como los viscosos Plush, los intimidantes Belash o los imparables Natasha. Muchos de ellos ejercen de jefes en combates singulares que no cumplen su cometido. Están lejos de ser encuentros memorables o de ser un desafío que ponga a prueba nuestras habilidades. Normalmente son fáciles de esquivar gracias a los impulsos de velocidad que tiene P-3, por lo que no dejan de ser un obstáculo más en el camino.

Atomic Heart

Con todo, es de valorar la presencia de seres biológicos creados a partir del polímero. Actúan como zombis, infectando y devolviendo a la vida los cadáveres para que se abalancen sobre nosotros y le da un toque diferenciador y molón a Atomic Heart entre tanta maquinaria. Lidiar con todos ellos en un número pequeño es divertido, pero todo se va al garete en cuanto hay que manejar a grupos grandes y esta cuestión entronca con un punto flaco. La obra nos desliza que podemos ser sigilosos, pero es una misión imposible. Los enemigos nos ven a muchísima distancia, su recorrido de vigilancia es errático y P-3 es excesivamente lento en cuanto se agacha. En consecuencia, en múltiples ocasiones nos veremos rodeados por más de cinco o seis enemigos al mismo tiempo, abalanzándose con muchísima intensidad. El destino fatal es que te acorralen en una pared, pues acabarás muerto al no poder despegarte de ellos ni responder ante la lluvia de golpes.

Un mundo abierto... vacío

Atomic Heart, aunque no lo pareciese en un principio, es un mundo abierto. Nos encontramos en la Instalación 3826, un enorme terreno dedicado a la investigación por parte de la Unión Soviética. Es en esta zona concreta donde absolutamente todo se ha ido al garete, encontrándonos coches estrellados, polímero donde no debería, robots asesinos, cadáveres por doquier y un caos general. Al mismo tiempo, este escenario está repartido en otras instalaciones menores, cada una dedicada a funciones específicas como la experimentación biológica, salas médicas, un museo y hasta el clásico teatro ruso.

Todas ellas poseen sus propios matices de diseño, siempre guardando la armonía arquitectónica de que estamos en un país comunista del futuro. El recorrido entre los diferentes puntos no me transmitió demasiadas buenas sensaciones hace un mes y la confirmación ha sido total. Más allá de esquivar sistemas de alertas -que llega a ser tremendamente molesto-, ir agazapado, desactivar las defensas enemigas y encontrar bronca sin quererla, no hay nada más que hacer en los exteriores de la Instalación 3826. Los coches son un añadido necesario para no caminar las enormes distancias que separan a cada nivel para un mapa francamente grande, pero que se siente vacío. No hay coleccionables, no hay una recompensa que incentive la exploración y se echa en falta algún motivo para pasar tiempo por fuera.

Atomic Heart

En realidad, el jugo se encuentra bajo nuestros pies. Una especie de mazmorras nos aguardan como escenarios opcionales donde hallar planos para las armas en los robots Trinkalbotín. Tres se esconden en estos lugares que nos ponen a prueba, sobre todo, con retos de plataformeo mezclado con ingenio y el uso de nuestras habilidades sin enfocarnos directamente en el combate. Desplazar una bola de energía para colocarla en el activador exacto, invertir la polaridad de una sala para elevar el suelo o usar una manivela para que mecanismos gigantes giren. Todo ello regado con otros acertijos mucho más habituales como cierres en puertas con rompecabezas o puertas que tendremos que abrir forzándolas. Secciones muy bien trabajadas y que son un soplo de aire fresco entre tanta destrucción sin descanso contra los tornillos alocados.

Si bien estas mazmorras son un acierto absoluto, no se puede decir lo mismo de las plataformas. P-3 es un todoterreno capaz de amarrarse a vigas, tuberías y trepar cual mono por donde le pidan, pero la precisión del personaje en el aire está en entredicho. Algunos saltos no son demasiado cómodos y nuestro protagonista es prácticamente una roca cayendo al vacío que apenas podemos redirigir. Quizás tenga que ver en ello la falta de pulido técnico que necesita Atomic Heart. Hay bugs visuales, como que un elemento que debería desaparecer se quede de forma permanente en el HUD, incluso durante las cinemáticas. Cierto clipping también puede aparecer, junto a que las hitboxes de algunos enemigos permanecen aún cuando los hemos destruido. Por no hablar de un caso particular en el que el juego crasheaba constantemente en el mismo punto, obligándome a cargar un punto de control mucho anterior, hacer un recorrido distinto y cruzar los dedos para que todo fuese bien. Los textos son demasiado pequeños y no se pueden agrandar, al mismo tiempo que la accesibilidad se presenta como un debe muy claro para la obra.

No hay que confundir todo lo escrito con el rendimiento respecto a los fotogramas o la resolución, pues ahí se mantiene como una roca. Jugando en PS5 tarda muy poco en cargar partida, pero bien es cierto que los ascensores que disimulan las pantallas de carga puede hacerse eternos en algunos casos. Lo que no se puede obviar de ninguna forma es que la banda sonora de Atomic Heart es absolutamente imprescindible. Pasamos de clásicos como El cascanueces de Chaikovski llegando a temazos descomunales como Star Summer, los cuales no pegan ni con cola entre ellos. A veces no parece ni que encajen con lo que sucede en pantalla, pero son tan rematadamente buenos que componen una playlist que me he puesto en bucle mientras escribía este análisis. Detrás de muchos de estos acordes nos encontramos a todo un fenómeno como Mick Gordon, el cual ya nos ha regalado bandas sonoras tremendas como con DOOM Eternal o Prey.

Atomic Heart

La opinión de VidaExtra

Han sido cinco años de desarrollo para Atomic Heart, con Mundfish creando un hype enorme sobre la obra y ese es un factor con el que hay que lidiar a la hora de encarar el juego. ¿Es todo lo que parecían prometer los tráileres y avances? Ninguno de ellos ha engañado, pero tal vez nosotros hemos creado demasiadas expectativas precisamente acerca de lo contrario, sobre lo que no se veía. La desarrolladora se ha dejado algunas capas sin pulir en el apartado técnico y ese es uno de los principales impedimentos que no permite que hablemos de un juego más redondo.

La principal baza con la que juega la obra, y que no envejecerá mal de ninguna forma, es la visual. Se nota en cada rincón, a cada instante, que el equipo artístico del estudio se ha dejado la piel y hablamos de un trabajo no sobresaliente, sino de matrícula de honor. Si queréis Unión Soviética utópica, la vais a recibir por un tubo. Está en todas partes, ya sea en los robots, en las armas que llevamos en las manos y en las propias instalaciones que son sencillamente espectaculares.

El combate posee un abanico interesante al que se le puede sacar partido, aunque los grupos mecanizados son un dolor de cabeza que es mejor evitar durante las 20 horas de partida que podéis sacarle a Atomic Heart. En mi caso he jugado unas cuantas mazmorras y explorado varios lugares, por lo que si sois completistas os podéis topar con un buen puñado más de tiempo de diversión. Poco hallaréis en el mundo abierto, del cual rápidamente uno se aleja, pues no es más que un bucle repetitivo de recolección de recursos y termina por ni siquiera ser genérico. Un incentivo más allá de las mazmorras, que son magníficas, no hubiesen venido de más.

Es imprescindible mencionar un aspecto fundamental para los jugadores de Xbox Game Pass. Atomic Heart aparece de lanzamiento en el servicio de Microsoft y es uno de los pelotazos sin duda del 2023 para la plataforma. No estamos hablando de un candidato a GOTY, ni mucho menos, sino de uno de esos juegos con grandes virtudes que no terminan de brillar plenamente por detalles que oscurecen el conjunto.

Atomic Heart

Atomic Heart

Plataformas PS5 (versión analizada) PS4, Xbox Series, Xbox One y PC
Multijugador No
Desarrollador Mundfish
Compañía Focus Entertainment, 4Divinity
Lanzamiento 21 de febrero de 2023

Lo mejor

  • La auténtica utopía de la Unión Soviética.
  • Las mazmorras son una genialidad.
  • La variedad de habilidades, armas y cómo podemos modificarlas.
  • La banda sonora es un acierto de tomo y lomo.

Lo peor

  • El mundo abierto se siente vacío y no hay incentivos por explorar.
  • Fallos a nivel técnico que le impiden brillar del todo.

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