Un año de Magic: The Gathering. Un año que recordaré para siempre (II)

Esta es una iniciativa en colaboración con Wizards of the Coast.

Por mucho que me alegre haber despertado una parte de mi infancia gracias a Magic: The Gathering, hubo un momento en el que en nuestras Crónicas Magic acabó pesando más otro tipo de nostalgia que nada tenía que ver con lo relatado en la primera parte de un año de Magic.

Lo que me llamaba más no era seguir ahondando en cómo el juego había pasado por mi vida brevemente para volver años después de forma emotiva, sino en todo lo que había ocurrido en ese lapso de tiempo. En cómo Magic: The Gathering había crecido hasta convertirse en una sorpresa tras otra mientras yo miraba para otro lado.

Arqueología "Magiquera"

Descubrir cómo había estado celebrando la Navidad durante todos estos años, sin ir más lejos, con una preciosa -y grotesca en muchos casos, para qué engañarnos- colección de cartas navideñas que nos encargamos de repasar a finales de año.

Seguía interesado por el presente y el futuro del juego, claro, ahí están nuestras listas de mazos como los de Alquimia, pero toda la arqueología que implicaba adentrarse en las historias más curiosas de Magic se había convertido en una pequeña obsesión.

Recopilar pequeñas genialidades como la carta de Albert Einstein o buscar el combo más impresionante de Magic eran temas que surgían a base de saltar de un foro a otro cruzándome con historias fascinantes. A veces incluso haciendo nuevos amigos por el camino.

Y tras ello llegó Kamigawa: Dinastía de neón, y con él el miedo a que mi primer cambio de plano hacia un escenario que me llamaba menos la atención se llevase por delante mi entusiasmo con Magic.

Entra dentro de lo normal, ¿no? Por mucho que te guste un juego no vas a casar con todo lo que intente presentarte, pero con Magic siempre hay hueco para la sorpresa. Y es justo lo que ocurrió.

Historias que apetece contar

Aunque esto ya no era Bloodborne, Anne Rice o Dragones y Mazmorras, lo que no había conseguido por estilo y estética, lo ganó en lo jugable. Mi mazo verde creció en los streamings y hacerlo mejorar volvió a ser algo especial.

Recogimos tanto las mejores cartas del set como los mazos que más estaban funcionando, pero por mucho que acabase encantado con sus ninjutsus y mi querido lagarto Juancho (Guardiana de fusiones orochi), al final siempre acababa volviendo a la arqueología.

Cada miércoles por la mañana, en ocasiones habiéndome quedado hasta las tantas dándole vueltas a cómo lo iba a enfocar, les calentaba el hocico a mis compañeros de VidaExtra adelantándoles qué nueva locura sobre Magic había encontrado:

¿Sabíais que hay una carta dedicada a España? ¿Os he hablado alguna vez del error más divertido de Magic? ¿A que no sabes qué ciudad española es en realidad un plano de Magic?

Una experiencia para recordar

Por suerte siempre había hueco para colar algo de videojuegos en la mezcla que rompiese un poco con la rutina semanal, por ejemplo con las cartas de Street Fighter o las creadas por diseñadores de videojuegos.

Pero cuando más comentarios recibía por vuestra parte, tanto en los textos como por Twitter, era cuando me asomaba a todas esas locuras de las que casi nadie hablaba. O sí lo habían hecho en algún podcast o streaming y yo no me había enterado, que también ha habido de eso en vuestros comentarios.

La colección de Salvat de Magic, la censura de cartas en China, la historia detrás de la única carta basada en una persona real, las polémicas en los torneos que llegaron a provocar cambios de reglas o incluso descubrir cuál era la carta más rara de Magic.

Ahora, tras una aventura fantástica, toca despedirse de la mano de Calles de Nueva Capenna, mucho más que una colección con cartas bonitas y mazos demoledores, y agradecer desde aquí tanto a Wizards of the Coast como al equipo de Webedia el haberme permitido embarcarme en esta aventura.

Puede que haya llegado el momento de echar a un lado mi historia con Magic, pero de lo que estoy seguro es que de la misma forma que en mi infancia le dije adiós sin mirar atrás, ahora no pienso separarme del juego.