Análisis de Monster Hunter World: Iceborne, la excusa perfecta para volver a uno de los mejores juegos de la generación

Análisis de Monster Hunter World: Iceborne, la excusa perfecta para volver a uno de los mejores juegos de la generación

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Como un ave fénix que vuelve a la vida para sorpresa de todos los presentes, Monster Hunter World vuelve casi dos años después de su lanzamiento para demostrarnos que aún queda mucho cuerno que cortar. Iceborne, su nueva expansión, es todo lo que podríamos pedirle a este magnífico juego. 

Nuevas zonas, nuevos monstruos, más combos y, por supuesto, una nueva ración de armas y armaduras esperando a ser forjadas. Una excusa más para volver a ese bucle infinito de caza y comilonas copiosas con el que ya es, sin duda alguna, uno de los mejores juegos de esta generación.

Una expansión que ha tardado demasiado en llegar

Casi dos años después de su lanzamiento, me ha sorprendido comprobar que no recordaba casi nada de Monster Hunter World. No es, ni de lejos, uno de esos juegos que abandono poco después de terminar su análisis. De hecho recuerdo haber estado bastante tiempo volviendo a él con amigos y el contador de horas superaba ampliamente la centena al iniciar Iceborne. 

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Pero ahí estaba yo, dispuesto a comerme el mundo helado de la nueva expansión y con la sensación de ser un completo novato. ¿Cómo narices iba esto? ¿Y esto? Me suena que podías hacer esto otro. En su defensa diré que mi memoria nunca ha sido para tirar cohetes, pero es innegable que la cantidad de cosas a tener en cuenta es lo suficientemente grande para sentirte algo abrumado durante esos primeros compases. 

Lo es, además, porque el inicio de Iceborne está muy lejos de un Jagras. El juego da por hecho que dejaste de farmear materiales ayer y te lanza contra un bicho rápido, que se esconde bajo la nieve y te obliga a luchar contra las inclemencias del tiempo y lo incómodo de un terreno que ralentiza tus movimientos. Sin concesiones.

Me parece importante destacarlo para que el que llega en una situación similar lo haga siendo consciente de lo que se le viene encima, no como aspecto negativo. Lo digo para que lo pilléis con ganas porque quiero ver el máximo número de cazadores ahí fuera cuando salga Iceborne. Que el juego vuelva a llenarse y lo acabéis disfrutando tanto como yo porque ahora mismo estoy en plan: gracias a la vida por Monster Hunter World y gracias a Capcom por Iceborne

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Mucho más que nuevos mapas y monstruos

El titular sobre la nueva expansión ya se ha encargado de dejarlo claro Capcom en más de una ocasión. Estamos ante una nueva parte de la historia -con un planteamiento bastante más interesante sobre el pasado de uno de los personajes-, con nuevo escenario y la llegada de nuevos monstruos a los que dar caza y despedazar en busca de nuevos conjuntos de armas y armaduras. 

Hasta aquí todo bien y, obviando el tema del nuevo escenario, bien podríamos estar ante un DLC o un juego como servicio que va añadiendo contenido poco a poco (un apunte aquí, no sé hasta qué punto eso habría sido más sano que tener que esperar casi dos años por esta expansión), pero lo que ofrece Iceborne sobre el papel no tiene nada que ver con lo que luego te encuentras en el juego. 

Allí, en cambio, la llegada de un nuevo monstruo es mucho más que un nuevo bicho que cazar, especialmente cuando toca jugarlo en solitario. Es darte de bruces con una estrategia completamente nueva para la que tal vez no estés preparado y la necesidad de replantear tu enfoque un par de veces cuando la cosa se pone cuesta arriba. Es, como ya lo era el original en mayor o menor medida, un pequeño boss con sus propias mecánicas, fortalezas y debilidades que debes interiorizar y dominar. 

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Y por el camino, muy probablemente, la necesidad de reaprender lo viejo y absorber cómo funciona todo lo nuevo que entra aquí y puede servirte de provecho para facilitarte las cosas. Afortunadamente para la buena salud de la expansión, no es poca cosa

Cambios sutiles que resultan cruciales

El gran protagonista es, sin duda alguna, la garra. Una zarpa retráctil que puedes lanzar para agarrarte a los bichos, ya sea apuntando y disparando con la eslinga o utilizándola como parte de un combo pulsando L2. A diferencia de montar a los enemigos para dañarlos saltándolos encima, la garra nos permite anclarnos a una de sus partes -brazos, cola o cabeza- para asestarle un golpe o disparar lo que tengamos conectado a la eslinga y que se lance contra una pared u otro monstruo.

Lo más recomendable suele ser el golpe, que además de hacer bastante más daño deja al descubierto una serie de heridas en esa parte del cuerpo. Si después atacamos sobre ellas veremos cómo los puntos de daño acaban rodeados de unas marcas, indicando así que estamos dañando el monstruo de forma especial

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La idea sirve más como recurso para los combos y esquivar según qué ataques que como un cambio brutal respecto a nuestro ataque. Al fin y al cabo lo que sumamos con ello es algo cercano a un 10% que en ningún caso resulta revolucionario. En comparación, guardo mucho mejor recuerdo de todas las veces que la garra me ha salvado de un ataque capaz de llevarme al campamento.

Y justo ahí entra la otra gran novedad jugable de la expansión junto a los nuevos combos -pocos- de cada arma, la posibilidad de mejorar la cura del Palico para que te reviva cuando caes en combate. Una ayuda fantástica que te puede ahorrar más de un viaje, especialmente para los que juegan solos.

Enfermizamente adictivo

La ronda de novedades la completan la posibilidad de montar bestias para ir en busca de nuestra presa, con viaje automático, la revisión de la dificultad dependiendo del número de cazadores que seáis en el grupo y, la gran estrella, el renovado hub de cazadores donde podrás hacer todo aquello que antes te obligaba a salir de la sala, incluido visitar la forja. 

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Mención especial merece la construcción de la base, mucho más reducida y menos vistosa a nivel visual, pero una delicia cuando te das cuenta de que se acabaron los paseos en ascensor y el ir de aquí para allí a cultivar o visitar al consejo. Una forma excelente de ahorrarnos idas y venidas innecesarias. 

Por lo demás, y sin entrar en spoilers, el fan de Monster Hunter puede estar completamente tranquilo con lo que propone Iceborne. Es un como un juego nuevo que no abre demasiado el mapa, pero sí invita a rejugar viejas zonas por la llegada de nuevos monstruos o variantes de los ya conocidos. 

Iceborne es, como ya lo fue en su día Monster Hunter World -y lo sigue siendo-, una aventura enfermizamente adictiva de la que es imposible despegarse hasta no rascar cada material, piedra y hueso que te marcas como objetivo. Un juego que vuelve a disfrutarse mucho más en compañía pero que me es imposible no querer recomendar a todo el que esté ahí fuera con un mando en las manos. 

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