Más que para cualquier otra cosa, la expansión de ‘Horizon Zero Dawn’, ‘The Frozen Wilds’, me ha servido para recordar lo mucho que me gustó el juego de Guerrilla y lo imprescindible que es tenerlo en cuenta de cara a las listas de lo mejor de 2017. A su vez, eso es una buena y una mala noticia.
La buena es evidente, ‘The Frozen Wilds’ es tan bueno como lo era el juego original, una nueva oportunidad de adentrarte en uno de los mejores mundos abiertos de los últimos años. La mala, si es que se puede catalogar como tal, es que no hace nada especial para llevar la aventura de Aloy un paso más allá.
Volver a Horizon Zero Dawn
‘The Frozen Wilds’ son las misiones que tendrías si el final del juego diese paso a un nuevo mapeado con algo más de historia, nuevos enemigos y otro puñado de retos. Una expansión con todas las de la ley, eso es indudable, pero un simple “más”, que no “más y mejor”, que llega nueve meses después de haber abandonado el juego original.
No os negaré que me costó arrancar. Acostumbrarme a los botones, recordar lo que Aloy era o no era capaz de hacer en combate o exploración, batallar con un inventario hasta los topes de cacharros que no recordaba para qué servían, retomar viejas estrategias para acabar con viejos y nuevos monstruos… Lo que se traduce en un par de horas de inevitable reciclaje personal.
Sin problemas a partir de ahí. Más allá del follón que supone su gestión de inventario, algo que no se podía cambiar de la noche a la mañana en la expansión pero que esperamos se renueve por completo en su secuela, la jugabilidad de ‘Horizon Zero Dawn’ era sólida entonces y vuelve a serlo ahora.
Los cambios introducidos en ‘The Frozen Wilds’ vienen de la mano de una nueva rama de habilidades (dedicada precisamente al inventario), una nueva colección de bestias con la que nos cruzaremos nada más empezar (una suerte de jefe destinado a que no pases por ahí si no tienes el nivel adecuado para la expansión), y una nueva colección de armas, trajes y moneda de cambio específica de la zona.
The Frozen Wilds es más, pero no mejor
Lo que hay más allá de eso es la tónica habitual del juego. Esto es explorar para encontrar retos de cazador, secretos y cosas que craftear, superar misiones a base de paseos, saltos y combates, y adentrarte en el lore de bestias robóticas y futuros distópicos que propone su historia.
Nada que objetar que no apuntásemos ya en el análisis de la obra original, la única pega que se le puede poner a ‘The Frozen Wilds’ es que no es especialmente innovador en sus misiones y, al menos a algunos, el camino que hay por delante en esta nueva zona puede hacérseles repetitivo.
A los que no, como es mi caso, supone la guinda a un pastel más que digerido. Una nueva oportunidad para explorar un escenario enorme (e impresionante a nivel gráfico), mientras disfrutamos de unos combates epiquísimos que nunca defraudan, especialmente contra los jefes. Más coleccionables y secretos, una pizca de profundidad en la trama y nuevas herramientas con las que hacer más divertido todo lo anterior.
Si ‘The Frozen Wilds’ no consigue marcarnos más allá de lo evidente es porque, después de todos estos meses, muchos probablemente estamos ya más pendiente de lo que llegue con su secuela que de exprimir un juego al que ya le metimos una cantidad ingente de horas. Nunca nos quejaremos por tener la oportunidad de repetir este tipo de experiencia, pero es inevitable resistirse a la tentación de ambicionar un salto mayor. Llegará, de eso estamos seguros, pero para eso toca esperar.
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