Quiero creer que todos tenemos videojuegos que encumbramos por encima de todo sentido y raciocino, que calificamos como perfectos pese a que sabemos que no existe nada que no tenga sus cosillas. En mi caso, Red Dead Redemption 2 es uno de esos juegos perenne en el altar de la perfección. Y seguro que en muchos de los vuestros.
Los desarrolladores de Rockstar Games no vendieron su alma al diablo para hacer esta obra de arte, pero desde luego sí que dieron mucho más de lo que consideraría como aceptable una persona con un mínimo de moral. Y aunque me joda que esta práctica abusiva ensuciase Red Dead Redemption 2, solo tengo palabras buenas para el producto que llegó a mi PS4.
Sé que la secuela de Red Dead Redemption (precuela en términos de historia) tiene defectos, pero son tan ínfimos en comparación con sus virtudes que sencillamente quedan en una mera molestia. Lo que sí me toca la moral es que Rockstar Games no haya sacado tiempo para actualizar las versiones de consola a la actual generación del que puedo catalogar sin miedo como el juego de la década pasada.
Asalto a la Mansión de los Braithwaite: la joya de la corona de Red Dead Redemption 2
La misión del Asalto a la Mansión de los Braithwaite es uno de los momentos más épicos de Red Dead Redemption 2 junto al Atraco al Banco de Saint Denis, la Carga de Caballería en Cornwall Kerosene & Tar y American Venom. Son algunos de los momentos que reuní en el especial cinco años del videojuego de 2023.
Podría hablar durante horas sobre cualquiera de ellas, especialmente sobre Asalto a la Mansión de los Braithwaite y American Venom. En esta ocasión quiero centrarme en la primera y quizás más adelante dedique otro escrito a la segunda. La idea es sencilla: contarte por qué me parece una de las mejores misiones de la historia de los videojuegos.
No quiero entrar en spoilers más allá de la propia misión, así que el único contexto que puedo darte es que Jack, hijo de John y Abigail Marston, ha sido secuestrado. La Banda de Dutch van der Linde no se piensa dos veces en asaltar la mansión de la familia Braithwaite (un lugar real, por cierto) y allí se produce una auténtica masacre.
La premisa por sí sola ya me parece arrebatadora. Cualquier grupo de buenazos habría pensado una forma inteligente y no violenta de recuperar el chico, quizás negociando, pero estamos ante una banda de forajidos. Ninguno es ajeno al asesinato y de hecho han quitado vidas por mucho menos. Red Dead Redemption 2 satisface ese impulso violento que todos hemos reprimido alguna vez debido a que vivimos en una sociedad basada en leyes y normas de convivencia.
Así que te encuentras cabalgando como Arthur Morgan junto al resto del grupo con una banda sonora de fondo que acompaña a la marcha, como si fuese un tambor de guerra. Sabes que Dutch no tiene intención de negociar y tampoco cualquier jugador que tenga un mínimo de cariño por los personajes.
Hay una estampa épica y muy bella cuando el grupo entra en la calle principal de la mansión. Dejan los caballos en la entrada y hacen los últimos metros a pie formando una línea. "Voy a dejar a esos cabrones como un coladero", dice John Marton. "John, necesito que te calmes", dice Dutch.
Los tambores de la banda sonora cesan y dan paso a la voz de una mujer, que se ve ahogada por los gritos de Dutch: "¡Salgan aquí ahora mismo!", dice apuntando su arma al cielo. Es noche cerrada y solo se ven las luces de la casa y la sombra de los asaltantes. Las últimas palabras razonables que se escuchan son: "Si no van a comportarse como gente civilizada..."
Se inicia un tiroteo brutal. La línea de forajidos dispara a los primeros hombres de los Braithwaite, que no tienen posibilidad de defenderse ante la formación de fusilamiento. No todo el mundo lo nota entre tanto tiro, pero la banda sonora comienza a acumular tensión y a tomar un tono ascendente, como si supiese de antemano la carnicería que se va a formar dentro de la mansión.
Dutch abre la puerta principal de una patada y entra junto a Arthur Morgan, Hosea Matthews y John Marston. Se escuchan portazos y disparos mientras nosotros hacemos lo propio. Abrimos a patadas las puertas para encontrarnos a los hombres de los Braithwaite atrincherados detrás de mesas. Las cámaras lentas añaden un dramatismo brutal a una situación brutal. El destrozo es muchísimo mayor si usáis escopeta, lo digo por experiencia. No hay cuartel para los defensores.
El éxtasis de la misión llega cuando Dutch y Hosea piden ayuda a Arthur y John en la segunda planta. Los defensores se han atrincherado en una habitación y debemos dar un rodeo para flanquearlos, pero llegan más hombres de los Braithwaite por el camino principal.
La música comienza a ascender a medida que llegan enemigos y la guitarra, que suena a lo más western que has escuchado en tu vida, toca cada vez más alto para no verse ahogada por el tiroteo. La misión alcanza el cénit de su perfección en este punto. Si te gusta tanto el western como a mí, entonces sabrás que no hay nada más auténtico que dos grupos de bandidos pegándose tiros en un lugar apartado. Y las cámaras de muerte solo ayudan a mejorar la escena.
Caen los últimos hombres y sucede la peor situación posible: Jack no está y Catherine Braithwaite, no suelta prenda sobre el chaval. No deja de desafiar a Dutch, así que este protagoniza una escena cruel y que seis años después todavía me pone los pelos de punta: coge a Catherine por el vestido y la arrastra escaleras abajo hasta la puerta mientras el resto prenden fuego a la mansión.
La última escena es absolutamente desgarradora y un final brutal para la misión: la mansión ardiendo y Catherine corriendo hacia las llamas para salvar a algún posible familiar... aunque ya os digo que por mi parte no quedó ni uno con vida. La banda sonora vuelve a decaer y canta una mujer. Su voz casi logra ahogar los llantos de pura desesperación e impotencia de Catherine. La banda se aleja de la mansión.
Seis años han pasado desde que jugué esta misión por primera vez y prometo que todavía se me encoge el pecho cada vez que vuelvo a jugarla o la revisiono en un vídeo de YouTube. No es complicada ni tiene una moraleja profunda. Tampoco es heroica. Y aunque en la familia Braithwaite no hay santos, los auténticos demonios esa noche somos nosotros. Para mí es una experiencia insuperable y que mejora con los años.
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