En mi pueblo nunca hubo un salón repleto de máquinas recreativas. Si quería jugar a alguno de estos juegos tenía que conformarme con las que tenían algunos bares, irme a alguno de los pueblos cercanos que sí tuvieran un salón de este tipo —tampoco es que abundaran y, además, tenía que ir escondidas—, o bien esperar a que llegara el verano y reencontrarme con el salón recreativo en el que más horas y monedas gasté durante aquella época. Hablo de hace unos 20 años y del pueblo donde iba a veranear.
Ir allí cada verano, o casi, significaba muchas cosas. Principalmente diversión en su sentido más amplio, pero si concretamos se podría traducir en: olvidarme del colegio y de los deberes durante unos meses, poder jugar al Commodore 64 de mi primo, hacerle una visita a los patos del lago, comer helados a todas horas, leer algún cómic que otro y muchas cosas más. Entre ellas, por supuesto, ir a echar unas partidas a las máquinas.
Por aquel entonces la mayoría de las máquinas funcionaban con monedas de 25 pesetas. O de cinco duros, como las solíamos llamar —al cambio esto supondría hoy unos 15 céntimos—. En aquel salón recreativo pude probar un montón de juegos. Era muy espacioso y tenía muchas máquinas. Y un olor horrible a humo, plástico quemado y sudor, pero cuando llevabas un rato allí el cerebro desconectaba esa zona y se concentraba en lo importante: lanzar adrenalina, poner el corazón a tope, prepararnos para enfrentarnos a los casi imposibles retos de aquellos armatostes con mandos y pantallas.
¿Una ametralladora para disparar a la pantalla?
De todas las máquinas en las que gasté monedas recuerdo principalmente dos, ‘Street Fighter II’ y ‘Operation Wolf’, de Capcom y Taito respectivamente. Había un shoot’em up de scroll vertical del que nunca he podido recordar el nombre y al que también le dediqué lo suyo. De hecho mi primo y yo nos la pasamos jugando a dobles. Nos costó algo de tiempo y no pocas monedas, pero llegamos al enemigo final y la partimos bien la cara. YOU WIN.
Fue ‘Operation Wolf’ la que un día me hizo abrir la boca al entrar al salón recreativo. ¿Me estás diciendo que puedo disparar a la pantalla con una ametralladora? De lejos eso es precisamente lo que la máquina daba entender: acércate, mete un par de monedas, coge la Uzi y prepárate para sentir de verdad lo que significa liarse a tiros. Obviamente me fui directo hacia ella. Yo y otros muchos de los habituales que a diario se daban cita allí. A esperar.
Había otros juegos de acción, claro que sí, y los habíamos jugado todos, pero Taito llegó con una Uzi montada en la cabina de ‘Operation Wolf’ —la máquina llegó en el año 1987— y a eso no pudimos negarnos. Todos queríamos probarla. ¿Pero cómo se juega a esto? Si cojo la Uzi con una mano, ¿qué hago con la otra? Espera, ¿y este botón rojo de aquí? ¡Coño, es para lanzar granadas!
Jugar a ‘Operation Wolf’ salía más caro que hacerlo en las máquinas estándar. El doble, concretamente. Aquella Uzi introducía una nueva forma de enfrentarnos a los malos, una mucho más realista que darle a un juego de acción con un joystick y un par de botones, dónde va a parar. Y eso había que pagarlo. Si a esto le sumamos la dificultad propia de los juegos para máquinas recreativas, siempre lo más alta posible para que nos dejemos cuantos más kilos de monedas mejor, y la novedad de tener que aprender a controlar la Uzi, el resultado es que te arruinabas en un visto y no visto. O te llevabas un buen puñado de monedas o la diversión en ‘Operation Wolf’ se te acaba pronto.
Y aun así jugábamos. Si la partida duraba un par de minutos, teníamos la sensación de que esos habían sido los dos mejores minutos —y las mejores monedas— invertidas durante el día en el salón recreativo. He esperado mi turno, me he dejado ahí 100 o 200 pesetas a cambio de un par de partidas, maldita Uzi, pero joder, qué bien me lo he pasado. Mañana más, ¿no?
‘Operation Wolf’ tenía hasta una historia que contar
La Uzi no fue la única novedad que trajo ‘Operation Wolf’ al mundo de los shooters. Resulta que estamos ante uno de los primeros juegos de este tipo en contar con su propia historia. Un argumento nada original y en absoluto complejo, pero que le daba un nuevo empaque al conjunto. Más allá del “vamos al juego de la Uzi, que mola mucho porque disparas a la pantalla y encima vibra”, teníamos el deber de sacar a cinco prisioneros de un campo de concentración. Héroes, joder, nos convertíamos en héroes. O lo intentábamos. Yo al menos fui incapaz de llegar hasta el final y no recuerdo a nadie que lo hiciera durante mis estancias en aquel salón recreativo.
El juego, cuyos gráficos os harán morir de la risa a muchos, se dividía en seis fases distintas que teníamos que ir completando de forma consecutiva. Seis fases situadas en seis localizaciones repletas de soldados que nos disparaban, nos lanzaban granadas, nos acribillaban desde vehículos acorazados, helicópteros, y más. Al final de cada una de ellas obteníamos cierta información sobre el campo de concentración del que teníamos que rescatar a los soldados presos. ¡Muerte y destrucción!
En ‘Operation Wolf’ no había rachas de bajas, como podemos encontrar en muchos de los actuales shooters, pero sí contaba con algunas ventajas repartidas a lo largo de cada una de las fases. Nada de munición ni granadas infinitas, aquí había que sufrir y ser lo bastante inteligente como para saber administrar bien nuestro arsenal. De vez en cuando, disparando a ciertos objetos, podíamos obtener fuego rápido (YEAH) o munición infinita durante unos segundos (FUCK YEAH). Y munición en general, tampoco se trataba de dejarnos tirados por completo.
De verdad, ‘Operation Wolf’ fue un verdadero maquinón. Sin duda una de las recreativas más importantes de la historia. Y si no ya me explicaréis por qué estamos ante uno de los arcades más portados de todos los tiempos.
‘Operation Wolf’ en casa
Siendo fan como lo fui de la recreativa, ¿pensábais que iba a quedarme sin poder jugarlo en casa? En cuanto supe que ‘Operation Wolf’ se había lanzado para MSX en un pack de Erbe con cinco juegos llamado Erbe 88 hice todo lo posible para tenerlo. Y me hice con él, claro que sí. No os negaré una cierta decepción al ver que los gráficos de MSX distaban mucho de lo visto en la máquina. No es que el arcade fuera una maravilla en este sentido visto ahora en perspectiva, pero por aquel entonces molaba mucho y las versiones para ordenadores de ocho bits... pues bueno, hacían lo que podían con los pocos colores de que disponían sus paletas. Tampoco me importó demasiado, yo quería rescatar a esos prisioneros en mi tele, en mi casa. Así se veía:
El juego ha sido llevado posteriormente a todas o casi todas las plataformas que tenemos a nuestro alcance e incluso cuenta con tres secuelas: 'Operation Thunderbolt' (1988), 'Operation Wolf 3' (1994) y 'Operation Tiger' (1998). No he jugado a ninguna de ellas y no sé si lo haré. De hecho creo que no quiero volver a jugar a ‘Operation Wolf’ si no es en la recreativa original. Y me huelo que lo tengo complicado.
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