El castillo de Dracula de Castlevania: Symphony of the Night acoge cientos de horrores y misterios. Algunos de éstos últimos son una verdadera genialidad, incluyendo guiños sensacionales esperando a ser descubiertos los jugadores, mientras que otros son fáciles de pasar por alto. Sin embargo, el caso de las Botas Secretas se lleva la palma ya que afecta al aspecto de Alucard muy, muy poquito. Casi nada. ¿Una tontería? Más bien una genialidad que demuestra el culto al detalle de sus creadores.
Por empezar desde algún punto, en Symphony of the Night hay diferentes tipos de calzado y dos pares de botas: las Botas de Gravedad (Gravity Boots) y su contrapunto las Botas Secretas (Secret Boots). Las primeras habilitan los saltos altos tras agacharnos, lo cual es muy conveniente para las etapas plataformeras, mientras que las segundas se encuentran tras caer en una cascada en las Cuevas subterráneas y no consumirán magia ni añadirán nuevas habilidades ni tendrán efectos a la hora de jugar con Alucard. ¿Dónde está el referido secreto?
Como comentamos, las Botas Secretas de Castlevania son lo opuesto a las botas de gravedad. Se equipan en el inventario como cualquier otro accesorio y no notaremos nada a los mandos y, con toda probabilidad, tampoco al regresar a la partida. La otra realidad es que solo si somos extraordinariamente observadores notaremos que ahora nuestro cazador de vampiros es algo más alto. Siendo más concretos, ha crecido tres píxeles.
El motivo de todo esto pasa por la descripción que nos encontramos en los menús del inventario y que, según se puede leer textualmente, aumenta discretamente la altura de Alucard. Con todo, más que un efecto mágico el secreto detrás de este milagro del crecimiento instantáneo se deja adivinar por su icono: se trata de unas botas absolutamente normales con unas muy descaradas plataformas a lo Tom Cruise o Vin Diesel.
El verdadero secreto es la existencia de estas botas. Al menos, hasta el momento
Hasta la fecha desconocemos si hay una intrahistoria detrás nacida en las oficinas de Konami de la época o se trata de una de esas genialidades de la saga que empezó como una broma, acabó haciendo bola de nieve y le acabó complicando innecesariamente la tarde (o quizás algo más) al programador que tuvo que toquetear al protagonista del juego.
En cualquier caso, quizás nos interese emplear ese espacio del inventario en algo más práctico. Sobre todo, si jugamos desde móviles y a todos los efectos no vamos a notar la diferencia en la pantalla al jugar. Aunque tampoco es que la cosa cambie demasiado si jugamos a Castlevania: Symphony of the Night en una televisión de 50 pulgadas.
Conociendo a Toru Hagihara y Koji Igarashi no nos apresuramos a descartar que haya alguna habitación en el castillo de Drácula en la que haya un requisito de altura mínima para poder acceder y no haya sido descubierto en décadas. Sin embargo, nos quedamos con lo esencial: son estos cultos al detalle dónde al final reposa la diferencia entre los grandes juegos y las obras maestras.
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