He sido fan acérrimo de Fallout desde que un amigo me habló de Fallout 3 en mitad de una clase. Nunca fui un buen estudiante (era malísimo) y mi capacidad para distraerme con el más mínimo estímulo hacía que cualquier cosa alternativa al profesor fuese un punto de fuga ideal... y más si tenía que ver con videojuegos.
La experiencia en el Yermo de Washington, DC me abrió las puertas a los maravillosos mundos de Bethesda: Skyrim, Fallout: New Vegas (que sí, lo hizo Obsidian, ya lo sé), Fallout 4 y Fallout 76. En todos los casos he superado el centenar de horas jugadas y no me arrepiento, aunque admito que quizás había otras formas mejores de invertir el tiempo... especialmente cuando estudiaba.
A excepción de Fallout 76, todos fueron amor a primera vista. No creo que haga falta explicar por qué la última entrega de Fallout tardó mucho más en calar. Como cualquier persona razonable, lo dejé de lado durante su lanzamiento y no volví hasta que se me pasó el cabreo de Fallout 1st. ¡Menuda guarrada, Bethesda! Aprendí a vivir con ello y me enganché como en anteriores entregas. ¡476 horas de juego!
Un último baile en Appalachia
Me hizo falta rozar las 500 horas para decidir que era el momento de desinstalar Fallout 76. Dejé las armaduras y armas en el baúl, me puse la ropa más ordinaria que encontré, senté a mi personaje en el porche de mi casa y cerré sesión para nunca volver. Llamadme dramático, pero resulta muy satisfactorio cerrar los arcos en condiciones.
Más tarde, Bethesda presentó Starfield, lo retrasó varias veces, hizo el Starfield Direct y el pasado 6 de agosto entramos en el último mes de espera antes de su lanzamiento. Y como un antiguo amor, Fallout 76 volvió a llamar a mi puerta para aprovecharse que estoy "blandito". Volví a instalarlo con la intención de echar una tarde en Appalachia. Además, me pilló melancólico y la soledad de Fallout es ideal.
Encontré a mi personaje justo donde lo dejé y al levantarme de la silla escuché a Sofía Daguerre, la pareja de mi personaje, decir la suerte que tenía de habernos encontrado. Fallout 76 ya me tenía jugando, pero quería asegurarse de que no volvía a salir... pero solo pensaba en Starfield. Recuperé mi armadura, armas y un atuendo muy chulo de nómada (o mendigo) de mi baúl.
Mi objetivo era simple: pasear por Appalachia sin rumbo ni mirar el mapa en busca de aventuras aleatorias y algunas fotografías molonas. Lo malo de Fallout 76 es que el mapa está absurdamente lleno de enemigos para que los jugadores no empiecen a hiperventilar porque no tienen 20 estímulos en pantalla al mismo tiempo. Por suerte, sé dónde ir para encontrar tranquilidad.
Puede resultar irónico, pero las zonas más jodidas del mapa (situadas al noreste y sureste) son las más tranquilas. Al norte hay un pantano y al sur unas llanuras que suelen ser objetivo de bombas nucleares para activar un evento de mundo. Tirando de memoria, fui hacia el punto más al noreste. Sabes que has llegado porque hay una gasolinera enorme llena de enemigos. Limpio la zona, saqueo dos tonterías y empiezo mi camino hacia el sur.
"Siempre me gustó el sur. Es como… es como ir cuesta abajo", recuerdo la frase de Bárbol (El Señor de los Anillos) mientras (re)exploro por el pantano. Camino de vez en cuanto, pero la mayoría del tiempo ando agachado para esquivar a los grupos de enemigos. Un dato curioso: Fallout 76 tiene un sonido muy, muy bueno... pero hay que quitar toda la música para disfrutarlo. Los enemigos se escuchan desde lejísimos y es muy fácil detectarlos para evitarlos o matarlos sin que te vean.
Elegí un fusil AK-47 para esta aventura. No es un arma demasiado rota, pero encaja con mi build de daño con rifles de asalto. Además, hace un daño demencial cuando lo conviertes en un rifle semiautomático al sustituir el armazón. Comienzo con una versión estándar y sin culata, pero a medida que desciendo consigo materiales para fabricar algunas mejoras en las mesas que hay repartidas por los edificios de la zona. La Central Nuclear (lago al noreste, zona negra) cuenta con todos los materiales para realizar las mejoras que necesito.
Mientras continúo descendiendo, encuentro varios animales mutantes, un par de campamentos enemigos y recibo la visita del Insult Bot (Insultobot), que básicamente es un Protectron chapado en oro que aparece de forma aleatoria para insultarte. En este caso, me dijo algo así: "Diría que tienes una cara que solo una madre podría amar... ¡Excepto que toda tu familia ya murió en la Gran Guerra!". El robot se va entre carcajadas mientras pierdo 5 puntos de autoestima.
Casi había llegado a la frontera entre la zona negra y roja del mapa cuando escucho el aviso de que una bomba nuclear va a caer en unos minutos. No necesito abrir el mapa para saber dónde, así que echo una carrera por la gran llanura roja (debido a la radiación) para buscar un buen sitio desde el que ver la explosión y participar en el evento público.
No sé cuántas explosiones nucleares habéis visto en videojuegos, pero os aseguro (100%) que ninguna es tan espectacular y detallada como en Fallout 76. Todo ocurre a tiempo real: podéis ver la ojiva caer desde el cielo e impactar en el suelo, se produce una luz blanca cegadora, la onda expansiva y el estruendo, y finalmente el enorme champiñón atómico. Sobra decir que las secuelas también son a tiempo real: la radiación sube a niveles desorbitados, la zona se oscurece y cualquier cosa viva que no tenga protección y/o esté mutada muere casi al instante.
El evento público se llama Tierra Calcinada y consiste en matar a la Bestia Calcinada, un bicharraco de Nivel 95 que trae consigo un ejército de monstruos mutados. De todo y con un poder enorme. Basta decir que incluso una garrapata puede matar a un jugador que tenga menos nivel del requerido. Se considera el "jefe final" del juego. No hay arsenal en la tierra que pueda almacenar la salvajada de munición que solía gastarse en estos eventos. Ahora, la bestia cae en pocos minutos debido al poder de muchos jugadores.
Por un momento, me olvido de Starfield y vuelvo a disfrutar de Fallout 76 como lo hice durante mis 476 horas. Saqueo todo lo que puedo de los cuerpos, convierto todo el chatarra y decido poner rumbo a casa. Estoy en el punto más a sureste de la ruta que os he compartido en el mapa.
No hay mucho que comentar del regreso a casa. Utilizo las carreteras principales, mato a algunos indeseables que tratan de robarme y visito un par de casas de jugadores que encuentro de camino. Es justo la experiencia que buscaba para el trayecto final: un paseo tranquilo y sin demasiadas sorpresas. Es maravillosamente anodino.
Encuentro a Sofía defendiendo la casa con su rifle de asalto de unos cuantos calcinados que andaban cerca. Vuelvo a dejar mis cosas en el baúl, pero esta vez me quedo con mi gabardina de nómada. Siento a mi personaje en el porche, echo un último vistazo al paisaje ("Nos vemos en Starfield, compañero", pienso) y cierro sesión una última vez.
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