Pocas costumbres más españolas hay que llegar a una ciudad nueva y decir: ¿Y aquí por dónde se sale? No podemos evitarlo, necesitamos menear el esqueleto y buscar dónde empinar el codo. Al abrigo de tan noble propósito, he decidido hacer lo propio en la majestuosa Night City de Cyberpunk 2077.
Apenas he doblado un par de esquinas desde que comenzó mi aventura, pero ya he podido ver que hay madera de juerga en el escenario creado por CD Projekt RED. Al fin y al cabo un lugar que está dominado por los carteles de neón es debido a que la gente disfruta más de la oscuridad de la noche que del radiante día.
Un quiero y no puedo
Núcleo de Watson, Little China. Dentro de mis posibilidades y del desconocimiento absoluto del mapa, creo que comienzo entre lo más top de Night City. Calles bien asfaltadas, mucha gente yendo de aquí para allá y locales que atiborran a los peatones con publicidad. Todo ello muy acorde a mi estatus de ser un sibarita.
Riot es mi primer destino y está claro que he acertado de pleno al ver la épica cola que hay que tragarse para entrar. Ya sabéis, si sois unos de esos pardillos que no tenéis pase VIP no hay tu tía y toca aguantar el frío nocturno mientras todos avanzan lentamente. Me creo más chulo que nadie yendo directo hacia el portero y acabo topándome con una negativa rotunda. Resulta que el pardillo termino siendo yo.
Con el fracaso asumido y el rabo entre las piernas decido que el próximo objetivo es la calle aledaña. Quiero correrme una juerga de película, de esas que te deja semejante resaca que te hace jurar por tu madre que no volverás a probar el whisky en un jarrón de amapolas. Gomorrah, El Guapo son dos nombres nuevos y excitantes para mí que complementan su oferta con relaciones públicas la mar de insinuantes.
Que si pueden ser quien yo quiera, que si necesitan a alguien para calentarse... mis sentidos empiezan a dispararse todavía más cuando un edificio entero tiene como carta de presentación una fachada repleta de escaparates con gogós. Hombres y mujeres bailando en barras de pool, carteles que han olvidado la palabra discreción y yo necesito entrar en un local ya. Una vez más, la decepción me da una colleja.
Todo muy bonito, reluciente y prometedor para tener como resultado que no se puede pasar. Todas las puertas están cerradas y al final se queda en un museo dedicado al sexo en el que se mira, pero no se toca. Una lección que me repetirán más tarde, aunque es el momento de ir en coche.
Demasiada moderación
No he marcado ningún lugar en Kabuki y me dejo llevar para entrar en The Ho-Oh. Son las tres de la madrugada y ya hace tiempo que debería llevar encima semejante melopea que no podría sostenerme. De corte mucho más clásico, este local es mucho más amigable y el camarero me pregunta con voz melosa qué deseo. Evidentemente un licor bueno de la casa va a pasar por mi gaznate y lo va a pagar mi cartera y mi hígado.
Al parecer hay un tal Jotaro dentro, en un reservado, y debería darle caza, pero déjenme en paz, estoy en mi jornada de asueto. Me acerco a la zona central y veo crupiers, ruletas, pachinkos y recreativas como Hishou Panzer y Quadracer, pero no puedo jugar a nada. ¿Alguien me puede explicar cómo se divierte uno en Cyberpunk 2077? No quiero liarme a tiros ni hackear nada, solo quiero pasármelo bien aunque sea solo.
Cartel de neón con un +18, es necesario comprobar qué se maquina al otro lado. Zona de bailes con estancias privadas y sin pedir reserva. Que no haya nadie me escama, que el servicio no esté disponible me molesta, pero lo que me repatea es ver a un tipo disfrutando de su baile... con unas gafas de realidad virtual. Si no lo he entendido mal, Night City es una oda a la libertad sexual, al desenfreno sin prejuicios y un paraíso en el que compartir fluidos. A pesar de ello, no hay una puñetera forma de tener un encuentro con alguien.
Al que sí que me encuentro es al pobre diablo que está teniendo un viaje con LSD en el suelo del baño. No puedo hacer nada por ayudarle, así que me voy confiando en que la culpa es mía por no saber encontrar la discoteca adecuada. No puede haber nada peor que esto.
Mejor solo que mal acompañado
Poco más me queda por probar, así que abro el mapa y veo que al norte hay un local. Por variar un poco, esta vez me hago todo el camino a pie para llegar hasta el Distrito Industrial Norte, el cual hace honor a su nombre. Cuantos más pasos doy, más pequeños son los edificios y más abandonado parece todo. Estoy entrando en dominios de los Maelstrom.
Son una banda de ineptos que tienen el suficiente cerebro para pagarle a un matasanos y que les coloque toda clase de implantes cibernéticos. Ah, y su afición favorita consiste en poner los subwoofers a todo volumen en mitad de la calle, sin pensar en los vecinos. Resulta que la discoteca lleva el nombre de Totentanz y está en lo más alto de un edificio, pero la presentación es lamentable. Grupos de tres y cuatro personas en el vestíbulo sin puerta, sin terminar la obra y tocando la guitarra tirados en sofás rotos.
Nada que rascar aquí y son ya las cinco de la mañana. Subo en ascensor, que tarda lo suyo y aquí sí que se maneja mucho ambiente; deplorable, pero abundante. Tinnitus es el grupo que escupe más ruido que otra cosa sobre el escenario, pero habrá que conformarse. Zona segura, me avisa Cyberpunk 2077 y está bien comprobar que hay espacios en los que las hostilidades desaparecen.
Eso sí, nada me libra de algún que otro improperio de la camarera amenazando con hacer de mi cara un mosaico en la pared. Tras un trato que espantaría a cualquier cliente, me adjudico una botella de chirrisco por 30 eurodólares y voy a la pista. Bien hecho CD Projekt, el botón de bailar es imprescindible, aunque salgas de noche solo como yo. Por supuesto, todo lo que entra termina saliendo.
He estado en baños horribles, pero lo del Totentanz se lleva la palma. Da tantísimo asco que solo diré que la gente mea en bañeras llenas de escombros de obra; casi huele desde el mundo real. El sol comienza a salir y es momento de pirarse, aunque antes les hackeo a los Maelstrom un maletín. Por los daños morales ocasionados.
Hogar, dulce hogar
Saliendo de Totentanz veo un reguero de cadáveres. La lógica dictamina que me acerque a ver qué sucede y lo que me encuentro es un psicópata profanando otro cuerpo. Al detectarme salta como una alimaña contra mí y, a pesar de haber prometido no usar la violencia directa, me veo obligado a disparar. Le hago cosquillas, así que el único remedio es huir. No sé quién es ese tipo, pero que tenga por seguiro que volveré a por él.
El panorama de regreso a casa no es muy distinto al que te puedes encontrar por la zona de fiesta de tu ciudad. Gente vomitando, máquinas expendedoras que ofrecen armas en vez de snacks, la policía acordonando los contenedores de basura tras encontrar un cuerpo desnudo y un mendigo con un cartel que reza "Los aliens raptaron a mi mujer y a mis hijos, ayúdame a celebrarlo". Brindaría contigo sin dudarlo, amigo.
En España es muy habitual el kebab de las seis de la mañana con el que reponer fuerzas antes de meterte en el sobre. Encuentro una hamburguesería cutre donde no aspiro a nada mejor que comida procesada. En la televisión están diciendo que los océanos están cerrados al transporte comercial al estar infestados de submarinos y trampas. Un personaje que tengo cerca advierte a otro de que le pondrá la peor calificación en una web de reseñas. Al final, Cyberpunk 2077 no es tan distinto a la mayor juerga que me haya podido pegar y para que veáis que me lo pasé de escándalo, una foto como recuerdo.
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