La Caída de Tristán ha logrado justo lo contrario: que me vuelva a enganchar al Diablo de 1996

La Caída de Tristán ha logrado justo lo contrario: que me vuelva a enganchar al Diablo de 1996

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La Caída de Tristán ha logrado justo lo contrario: que me vuelva a enganchar al Diablo de 1996

Detesto los eventos temporales, porque puede darse el caso de perderse alguno por cuadrar mal las fechas. Es justo lo que me pasó el año pasado con el evento del 'Diablo III' llamado "La Caída de Tristán", en el que se conmemoraba el 20 aniversario del primer 'Diablo'. Me lo perdí. Y me fastidió mucho.

Por suerte, este año me he podido resarcir completando dicho evento (y en directo), para comprobar, ya de paso, que no era para tanto y que bien se lo podría haber ahorrado Blizzard. Al fin y al cabo, muchos demandamos en su día un remake del original, no este añadido insulso (y temporal) para 'Diablo 3'.

El tropiezo de Tristán en Diablo 3

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El problema de base que tiene este contenido es que apenas varía la fórmula del 'Diablo III', a excepción del apartado gráfico. Hay pequeños retazos de lo que vivimos en la primera aventura de hace más de 20 años, como el poder revisitar la antigua Tristán, matar de nuevo al Carnicero o al Rey de los Esqueletos (Leoric), o incluso replicar aquel tímido acertijo con las piedras de sangre para abrir una puerta especial... que en este caso, no conduce al mismo desafío.

Pero todo está más comedido y no tan cuidado como cabría esperar, siendo una experiencia de la que uno se cansa a los pocos minutos de entrar en ese portal temporal que se activa en las Viejas Ruinas. Y tampoco es que Blizzard se haya currado unos alicientes atractivos, porque las piezas de botín exclusivo (hay una transfiguración de la famosa hacha del Carnicero, por ejemplo) no son suficiente reclamo para completarlo todo, y eso que hasta está el nivel oculto de las vacas.

Sorprenden, además, las reducidas dimensiones de la mayoría de mazmorras de los 16 niveles de los que consta este contenido, con una racanería que va en aumento a medida que profundizamos en la parte más oculta de Tristán para dar caza al (no tan temible) Señor Oscuro. Parece que lo hicieron con muchas prisas.

Al menos es gratuito, sí... pero temporal. Lo único positivo de esta breve experiencia es poder revisionar la cinemática del final de primer 'Diablo'. Este vídeo fue el catalizador, de hecho, que nada más terminar el directo me pusiese a buscar mi copia original para PC del clásico de 1996, viéndolo en una estantería en su edición de "Los mejores juegos para PC" de la revista Computer Hoy Juegos.

Mi única preocupación era saber si era compatible con Windows 10, ya que en los requisitos del sistema ponía "95, 98, ME, XP y 2000". Por fortuna, tras pulsar sobre la opción de "solucionar problemas de compatibilidad" y escoger la de Windows XP, pude instalarlo y jugar sin problemas. Y con eso, volver a engancharme.

Diablo, por ti (casi) no pasan los años

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No recuerdo cuándo lo completé por primera vez, pero sé que me lo pasé de aquellas tanto en PC (a Europa llegó a finales de 1997) como en PlayStation (1998), y que perdí todas mis partidas. Por eso tuve que volver a empezar de cero. Pero tenía claro que de las tres clases (Warrior, Rogue y Sorcerer), volvería a escoger a la Pícara (Rogue). Y al instante me invadió la nostalgia.

'Diablo' sigue conservando buena parte de su encanto tras estos más de 20 años de historia, e incluso ha ganado en atractivo. Porque aquí no estamos saturados de información, al contrario de lo que sucede ahora en cualquier hack & slash rolero. Va más al grano y se centra en lo importante. No hay distracciones.

Cierto es que el control hace aguas en ciertos aspectos, especialmente cuando escapamos del Carnicero (el primer gran desafío del juego), viendo cómo nuestro avatar se atasca con las paredes o al intentar cruzar una puerta; o que nos siga pareciendo incomprensible que al herrero no le podamos vender varas o cualquier otro material de magia (para ello hay que ir hasta Adria, hasta la otra punta del pueblo); pero también hay que ponerse en situación: fue uno de los pioneros de este subgénero y tras él llegaron innumerables imitadores, especialmente tras el soberbio 'Diablo II' (2000), como 'Sacred' (2004) o 'Titan Quest' (2006).

Una pesadilla que disfrutamos con gusto

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Aparte del gustazo de poder degustar de nuevo su icónica banda sonora, a cargo de Matt Uelmen, 'Diablo' sigue conservando el "miedo" que nos generaban sus mazmorras, porque sentíamos de verdad el peligro que suponía adentrarse en lo más hondo de Tristán. En 'Diablo 3' se apostó más por la "fiesta" y el colorido, no había tensión real porque nos curábamos automáticamente con equipo avanzado.

Si comparamos el Carnicero real con lo que hizo después Blizzard en la tercera entrega de 2012, es de chiste. El Carnicero del primer 'Diablo' era toda una pesadilla hasta que sabíamos cómo detenerlo. Igual que el Rey Leoric, dentro de la mazmorra especial de su tumba, al revivir constantemente a los esqueletos que habíamos "matado" previamente. Y aquí las recompensas merecían la pena.

Los objetos legendarios sólo los dejaban caer los jefes, y eran totalmente únicos; mientras que los enemigos de élite soltaban otro tipo de objetos menos potentes, pero igualmente interesantes. Aunque otro de los grandes aciertos de aquel 'Diablo' fueron los libros de magia. Había que descubrirlos, y posteriormente leerlos (siempre y cuando tuviésemos el suficiente nivel de magia), para aprender sus hechizos. Aunque también podíamos conseguir pergaminos de un solo uso.

La alegría de conseguir un libro de Fire Wall a las primeras de cambio, o recordar de nuevo la utilidad del Mana Shield, son tan solo dos muestras más de lo mucho que me sigue gustando el 'Diablo' original, el cuál se sigue conservando mejor de lo que esperaba. Y esta vez con el aliciente de reirme con tonterías, como que ahora al curandero Pepin le llame Pepín Tre, como ilustre ignorante que soy.

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