Nos pasamos la vida escuchando y leyendo opiniones que condicionan (más o menos) nuestra perspectiva de los videojuegos. A diferencia de hace años, resulta inevitable para cualquiera que pase más de una hora al día en internet. Si bien no suele ser un problema para personas con cierto criterio en términos generales, alguna que otra cosilla se nos puede escapar por atender demasiado al ruido.
World of Warcraft cuenta con una comunidad enorme, increíble y que no deja de crecer a medida que pasa el tiempo, aunque tiene focos de personas muy polarizadas. Muchas rencillas se remontan a los mismos orígenes, Alianza Vs Horda, y otras más recientes tienen que ver con las versiones Retail y Classic.
Para entender esta historia debéis saber que Retail es la versión original de World of Warcraft, aquella que ha avanzado y cambiado con las expansiones, mientras que Classic es una versión que regresa a los orígenes y que se lanzó en 2019. Fue un alivio para muchos fans que prefieren la experiencia antigua que la actual.
Como jugador que llegó hace unos años a World of Warcraft (en Battle of Azeroth), estas rencillas me pillan muy de lejos y hasta ahora me había conformado con todas las comodidades que ofrece Retail... pese a que había escuchado hasta el hastío que la versión Classic es mucho mejor.
Viernes de World of Warcraft Classic
El relanzamiento de la expansión Wrath of the Lich King captó mi atención hasta el punto de tragarme cientos de horas de directos, pero aun así seguía prefiriendo la comodidad de Retail. Sin embargo, la Temporada del Descubrimiento lo ha cambiado todo: ofreció los suficientes alicientes para que instalase la versión clásica y mejorada, especialmente con la combinación de clases.
Y así fue. El pasado fin de semana comencé mi aventura en World of Warcraft Classic con la Temporada del Descubrimiento. Fue ideal porque lo hice con mucho conocimiento aprendido en Retail y directos. Y aunque desde fuera pueda parecer lo mismo, no lo es ni de lejos. Sí lo es en esencia, pero jugar es otro rollo.
La temporada se lanzó el pasado 30 de noviembre y obviamente las primeras horas fue una auténtica demencia en cuanto a buscar servidores. Quería entrar en el server Living Flame, puesto que es uno de los favoritos de la comunidad. Fue imposible, así que decidí entrar en Wild Growth para hacer tiempo hasta que hubiese hueco.
Mis primeras horas fueron un aburrimiento total. Hacía tiempo que no jugaba a World of Warcraft, no tenía los Addons instalados y encima soy un puñetero desastre a la hora de elegir clases. La noche del viernes pasado estuve saltando de una a otra: Guerrero No-Muerto y Enano, Paladín y Mago Humano, Tauren Cazador... Soy el peor compañero de inicio que podéis imaginar.
Pasé toda la tarde-noche del viernes saltando de un personaje a otros mientras veía de fondo directos en Twitch, videos en YouTube y la trilogía del Señor de los Anillos. Sobra decir que no dormí un carajo. El sábado decidí aprovisionarme con una bandeja de croquetas con patatas, una tortilla de patatas y una ensañada rosa para echar todo el día y la noche del sábado en World of Warcraft.
Sábado de World of Warcraft
El servidor Living Flame se desbloqueó durante un rato, hice cola y logré crear un personaje justo antes de que se cerrase. Lo tenía bastante claro: No-Muerto Guerrero en la Horda. Siempre he sido de la Alianza en Retail, pero me apetece ser Horda en Classic por alguna razón que no me explico.
Este inicio sí que lo disfruté como un enano, al menos lo que vino después de pasar los primeros 30-40 minutos configurando todos los Addons para que estuviesen a mi gusto. El servidor estaba hasta los topes y completar las misiones de la zona inicial fue un verdadero dolor de cabeza: había tantos jugadores que debía esperar varios minutos a que los enemigos y los objetos de misión volviesen a aparecer.
Recuerdo que una de las primeras misiones puso a prueba mi paciencia: tenía que matar a 12 esqueletos y estuve dando vueltas como un energúmeno buscándolos, creyendo que sería tan fácil como en Retail. ¡Y no, colega! Tras unos minutos, comencé a imitar a otros jugadores: me senté junto a un árbol mientras comía y veía a otro jugador farmear los esqueletos de una zona concreta.
"Estoy comiendo mientras acabas con tus esqueletos. Avísame cuando completes la misión, por favor", le escribí al jugador por el chat en inglés. "Np (sin problema)", me contestó. Y añadió al terminar: "Que pases un buen día, amigo". Y ahí estuve farmeando esqueletos durante 20-30 minutos de reloj, y otros 10-20 esperando a que apareciesen una y otra vez unos suministros.
Entiendo que esto no es la experiencia más divertida, pero en mi caso fue descubrir una experiencia que hasta ese momento solo había escuchado de mi amigo y visto en directos. Y compartir el mundo de esta forma con otros jugadores tiene su parte de belleza, aunque admito que no es el gameplay más divertido de la industria.
Una vez superada la zona inicial, no tuve muchos problemas para progresar por las misiones. Cada sitio al que iba estaba lleno de jugadores, pero en el 99% de los casos todos fueron educados, considerados e incluso me dieron conversación mientras esperábamos a que otros jugadores acabasen de completar sus misiones en zonas concretas. Un jugador en concreto se alegró mucho cuando le conté que era un nuevo jugador en Classic y que me lo estaba pasando bien.
Las primeras horas con mi personaje principal en World of Warcraft Classic fueron una experiencia más social que de acción con la espada. Aunque eso cambió al salir de Camposanto y llegar al pueblo de Rémol, puesto que allí obtuve misiones que me mandaban a explorar toda la zona de Claros de Tirisfal. No me avergüenza decir que algunas misiones me costaron sudor y sangre, y que tuve que dejar una de ellas para más adelante porque no paraba de morir y nadie quiso ayudarme.
Sabiendo que no podía completar esa misión, sospecho que una de las últimas de Claros de Tirisfal (o no), decidí ir a la base principal de Entrañas y acabar las misiones de mi nivel que tenía pendientes. Tras esto, volví al pueblo de Rémol, cogí el zepelín en dirección Durotar para descubrir Orgrimar y seguir haciendo misiones por la zona. Entré por las puertas de la capital de la Horda mientras los primeros rayos de luz entraban por mi ventana.
Debéis tener en cuenta que explorar los Claros de Tirisfal y llegar a Durotar me llevó toda la noche. Se puede hacer infinitamente más rápido, pero fui a mi ritmo (muy lento) y roleando: hice mis misiones con calma, exploré zonas, charlé con más de una decena de jugadores a lo largo de la noche y sentaba a mi personaje en un lugar tranquilo cada vez que paraba para comer algo, estirar las piernas y/o para descansar unos minutos mientras veía los directos/películas.
Al final, me quedé dormido en la silla y con las manos en el teclado. Desperté a las 4-5 horas con el respaldo totalmente reclinado y el edredón por encima. Lo último que recordaba era estar mirando el mapa de Kalindor y ajustando un Addon. Lo más sorprendente es que amanecí como una rosa y sin dolor de espalda, algo inaudito para alguien que ya no es precisamente un chavalín.
Me pegué una ducha, recalenté las croquetas y la tortilla que sobraron del sábado para almorzar, y me pegué todo el domingo dando vueltas con mi No-Muerto. Nivel alcanzado: 10. En definitiva: un fin de semana de puro World of Warcraft. Me lo pasé muy, muy bien (mejor que en Retail) y volvería a repetir encantado... pero mejor durmiendo en la cama. Y para quienes piensen que debo salir más: lo hice para compensar porque este finde tengo boda y voy a terminar con las baterías sociales bien gastadas.
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