Siempre quejándose por todo, todo le parece mal, nunca hay una decisión acertada… ¿Realmente me he convertido en ese viejo cascarrabias? ¿En esa persona huraña y sin ilusión que piensa que todo tiempo pasado fue mejor? ¿O en realidad soy yo luchando contra unas sensaciones que a todas luces tienen todo el sentido del mundo?
Del PlayStation Showcase de ayer salgo con esa sensación, con la de estar ante una industria que ha dejado de tener sentido o de seguir cualquier lógica. De haberme rendido al “es lo que hay, confórmate” pese a tener la sensación de que merecemos muchísimo más.
Las dos caras del PlayStation Showcase
Ayer se cumplían cerca de dos años (septiembre de 2021) del último gran PlayStation Showcase. Dos años que han estado cargados de compras de estudios y, sin la excusa del coronavirus aún rondando como un buitre, tiempo más que suficiente para poner en marcha proyectos de los que llevamos una eternidad sin oír hablar.
Era a todas luces descabellado soñar con un PlayStation Showcase en el que Sony echase toda la carne en el asador y, sin embargo, la lógica nos decía que era no sólo la opción correcta, sino también la única viable en este momento.
Justo antes de empezar el evento, mientras narraba nuestro directo, comentaba que había dos únicos caminos para este PlayStation Showcase. El primero, el que todos esperábamos, era el de una Sony dispuesta a todo para restregarle por la cara a Microsoft que lo de Call of Duty se la trae al pairo, que la generación ya la tiene ganada, y que todos esos estudios, licencias y propiedades intelectuales propias son más que suficientes para plantarle cara a lo que sea que se le ponga por delante durante los próximos años.
La otra, la que nos comimos a dos carrillos, fue en realidad la más característica de una compañía que ya nos tiene acostumbrados a una idéntica y triste cantinela. Siempre que va por delante lo que se limita a hacer es sacar pecho y bajar los brazos, y ese bien podría ser el resumen perfecto de lo que se vivió anoche.
Una Sony más comprometida es posible
Así precisamente, con un Jim Ryan hinchado por las cifras, se plantaron ante un evento que, pese al aroma a E3 (siempre en nuestra memoria), estuvo cerquísima de rozar el palo de ser el típico Nintendo Direct dedicado a los indies a los que el control de daños de la compañía ya te avisa que debes acudir con las expectativas bajas.
Uno simplote, por cierto, y a diferencia del entusiasmo general que parece haberse despertado entre fusiladas a la Princesa Mononoke y la ya preocupante fatiga del metroidvania, tampoco supieron levantar con originalidad y sorpresas un evento al que le sobraron cerca de 40 minutos de puro relleno.
A duras penas fueron Dragon’s Dogma 2, Alan Wake 2 y Spider-Man 2, la Trifuerza de la secuelitis y la falta de ideas, lo que salvó un evento plagado de innecesarias demostraciones CGI, promesas vacías de Call of Duty killer, y un futuro que, al menos para este viejo cascarrabias, suena bastante desalentador.
Porque lo de Bloodborne hace tiempo que dejó de tener gracia, lo de Metal Gear suena a reciclaje de pachinko y versión HD de PSP, y lo de esa nueva Project Q con la que jugar en portátil por Wi-Fi a algo que podrías ver mejor en la tele en la habitación de al lado es, para este viejo, como la última red social de moda: no lo entiendo.
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