Son la 1:30h de la mañana y acabo de terminar de escribir todo lo que nos ha dejado el State of Play de Sony. La fiebre que lleva varios días acompañándome empieza a pegar fuerte otra vez y el cansancio acumulado de una semana de locos hace el resto. Sin embargo, no puedo evitar tener una sonrisa en la cara.
Lo vivido durante las últimas horas ha sido una montaña rusa en la que he pasado de la más absoluta indiferencia a la ilusión típica de esta época pre E3. Un evento que no existe ya en el plano físico, pero que pese a desaparecer por completo de la faz de la Tierra siempre seguirá presente en nuestra cabeza.
Entrando con las expectativas bajas
Con una Sony que últimamente navega entre la desgana y la pasión por tropezarse con las piedras más absurdas del camino, lo que uno esperaba ayer de un evento como el State of Play era en cierto sentido miseria y compañía.
Como máxima esperanza estaba la posibilidad de saber más sobre PSVR2, pero más allá de eso, los minutos previos al inicio del evento los vivía alucinando con cómo la ilusión de la gente, con Bingos loquísimos y apuestas aún más demenciales, parecía la crónica de una muerte anunciada.
No es que estuviese en el barco del pesimismo, ojo, es que si algo me han enseñado los últimos años frente a este tipo de eventos es que hay que ir con las expectativas más bajas posibles para, con suerte, salir medio contento de lo poco que pudiese presentarse.
Pero al César lo que es del César. Igual que damos palos hay que reconocer los aciertos y, lejos de ser un State of Play a los que nos tiene acostumbrados Sony ultimamente, de los que despiertan más un sonoro "MEH" que auténtica admiración, se materializó la sorpresa.
No fue perfecta porque siempre hay hueco para indies que por muy bien que estén nunca van a ser caballo de batalla, y las rarezas de anime a lo hack'n slash empiezan a atragantarse -¿cuántos de estos van ya?-, pero pese a todo ello Sony ayer dio el pistoletazo de salida a un E3 que no esperábamos.
Y saliendo con el hype por las nubes
En nuestra cabeza la promesa de VR y juegos third party invitaban a moderar las expectativas, pero lo cierto es que durante la media hora que duró el evento se notaron las ganas de hacer todo lo posible por convertir un pequeño evento en toda una celebración.
Sería injusto haberle pedido más, aunque nos habría gustado ver a PlayStation Studios asomando la patita con algo más que la llegada de un Marvel’s Spider-Man a PC que promete vender lo que no está escrito. Third party es third party, pero estaréis de acuerdo en que el tiempo nos ha demostrado que hay muchas formas de enfocar esa opción.
La de ayer, contra todo pronóstico, fue la de tirar la casa por la ventana todo lo posible en un evento comúnmente alejado de esos fuegos artificiales. Lo de Resident Evil 4, lo de Street Fighter 6... Incluso se permitieron el lujo de encauzar un poco más todo el desastre de comunicación que ha sido el nuevo PlayStation Plus con una apuesta tan interesante como la de Stray.
Pero lo que realmente consiguió que me cambiase la cara es ver que, por fin, aleluya, lo que vemos a través de un streaming empieza a parecerse a lo que muchos dábamos por hecho con la llegada de la nueva generación.
El retorno del E3, el inicio de la nueva generación
The Callisto Protocol subiendo la vara de medir a nivel visual y convirtiéndose realmente en la secuela de Dead Space que la franquicia merecía fue sólo la puntita de un evento que no frenó ahí las ganas de ponernos la miel en los labios.
Pero donde sin duda rompieron el molde fue con lo de ese Final Fantasy XVI que es para no creérselo… Literalmente. Como esas noches en las que Ubisoft nos la colaba por toda la escuadra, el pelotazo de Square Enix es uno de esos vídeos que no vamos a poder quitarnos de la cabeza en una buena temporada.
Ya no es que se vea de pelotas, que también, es la sensación de ver cómo algunos juegos empiezan a dar con la clave de lo que supone no sólo escuchar a los fans, sino también ir un paso más allá para conseguir sorprendernos. Así, sí, como se suele decir.
Lo que debía ser un inicio con aspecto pocho acabó siendo eso que tanto echábamos de menos, la fiesta de los videojuegos. La fiesta de un E3 que en realidad no es tal cosa y que, con un inicio así, nos hace soñar con todo lo que está por llegar -la pelota está en tu tejado, Geoff, ya puedes ponerte las pilas-. La fiebre empieza a remitir, por cierto, pero la sonrisa sigue ahí.
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