Pese a que en el anuncio del 40 aniversario de Microsoft Flight Simulator los grandes protagonistas fueron los helicópteros, el cierre del tráiler, un hueco tan importante como el de sus primeros segundos, tuvo una única estrella por razones obvias: el Spruce Goose.
Construido para la Segunda Guerra Mundial y con una envergadura tan grande como un campo de fútbol, el H-4 Hercules -apodado ganso de abeto (Spruce Goose) por haber sido construido en madera- es una de las aeronaves más grandes jamás creadas por nuestra ingeniería, y también una muestra de cómo la ambición desmedida puede llevarse por delante la carrera de un megalómano.
Un proyecto hercúleo
Las comparaciones con otro megalómano podrido de dinero capaz de poner en jaque una idea que tan en mente tenemos estos días se explican solas, pero hay que reconocer que la forma en la que empieza la historia del Spruce Goose es radicalmente distinta. Aquí los 40 años que cumple Microsoft Flight Simulator se nos quedan cortos. Toca viajar al pasado el doble de ellos.
Estamos en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, y la armada estadounidense está chocando de frente contra un grave problema. Los submarinos alemanes están torpedeando, de forma literal y figurada, una gran parte de los envíos de suministros y soldados que se están realizando al frente.
La necesidad de encontrar una forma de convertir esos barcos que están desapareciendo en aviones que puedan igualar su carga lleva a su gobierno a contactar con Henry J. Kaiser, el reputado magnate constructor de barcos que se estaba encargando de diseñar también sus acorazados de carga.
Como de barcos sabe un rato pero de aviones va algo pez, Kaiser acude a otro de los grandes magnates de la época (nuestro megalómano) para dar forma al difícil encargo que tiene ante sí, el productor de cine, magnate inmobiliario y creador de su propia línea de aeronaves Howard Hughes.
El desafío no se reducía solo a construir una nave capaz de atravesar el atlántico con una gran carga que permitiese transportar toneladas de tropas, tanques y suministros, además debían de estar fabricados con materiales que no chocasen con las necesidades del momento en otras ramas de la guerra.
Es decir, nada de aluminio y racionando el acero. ¿Pero de qué haces una aeronave si no puedes acudir materiales como esos? Pues a lo mismo que acudías con los barcos. A la madera.
El aserradero volador
La idea de crear un avión de madera capaz de transportar cerca de 70.000 kg de carga era lo suficientemente loca y surrealista como para generar problemas entre la opinión pública y de expertos, pero a ello se sumó una relación entre los dos genios que no tardó en empezar a complicarse.
Pese a tener un límite de dos años para construir tres de estos cargueros, 16 meses después de la firma del contrato el proyecto aún no había saltado de la mesa de dibujo, lo que sumado a la dificultad de construirlo sin aluminio y los problemas generados por el perfeccionismo de Hughes, consiguieron que Kaiser se bajase de este barco volador.
Hughes, en cambio, reformuló el contrato con el gobierno para limitar la construcción a un único aeroplano y empezó a trabajar en el proyecto a base de Duramold, una mezcla de madera contrachapada y resina que ya se había utilizado en aviones ligeros.
Pese a llamarlo de forma oficial H-4 Hercules, el público conocía aquella mastodóntica creación que se estaba construyendo en las playas de Los Angeles por el nombre de Spruce Goose o Flying Lumberyard, y el mote jocoso no tardó en permear.
Los que hayáis hecho el cálculo de cabeza en que la guerra acabó tres años después de realizarse el primer encargo y, por razones obvias, el Spruce Goose seguía en construcción bastante después de aquello. La aeronave fue terminada en 1947 alcanzando un presupuesto de 23 millones de dólares de la época, lo que a día de hoy según inflación equivaldría a algo más de 300 millones de dólares.
El primer vuelo del Spruce Goose
Todo ese dinero por un barco volador de madera que llegó tarde a la guerra y aún tenía mucho por demostrar no era precisamente poca cosa, así que el propio Hughes fue llevado hasta el Senado en 1947 para declarar por las dudas frente al despilfarro del gobierno estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
"El Hercules fue un proyecto monumental. Es el avión más grande jamás construido. Tiene más de cinco pisos de altura con una envergadura más larga que un campo de fútbol. Eso es más que una manzana de una ciudad.
Puse el sudor de mi vida en esto, tengo mi reputación envuelta en esto, y he dicho varias veces que si termina siendo un fracaso, probablemente me iré de este país y nunca regresaré. Y hablo en serio".
Pocos meses después de aquello, en noviembre de 1947, Howard Hughes se sentaba junto a su tripulación y varias personalidades a los mandos del H-4 Hercules para su primer vuelo de prueba.
Tras moverse por el agua para testear sus motores, el Hercules hizo un último testeo acompañado de periodistas y personalidades en el que se mantuvo durante 26 segundos a 21 metros del agua a una velocidad de 217 kilómetros por hora. Hughes demostró que tenía razón, el gigantesco avión de madera volaba.
Ese fue, sin embargo, su primer y último vuelo.
Una obra maestra de la ingeniería
Tras aquella demostración, y ante una situación en la que los servicios de una aeronave así no se requerían para nada, el Spruce Goose terminó en un hangar mientras un grupo de trabajadores lo mantenía en condiciones óptimas por si algún día debía volver a volar. Con la muerte de Hughes, el proyecto quedó abandonado por completo.
Pasando por varias manos como atracción y pieza de museo, el H-4 Hercules estuvo incluso en las manos de Disney cuando planeó crear un parque de atracciones en la playa de Los Angeles. Otro mastodóntico proyecto de enorme impacto medioambiental que finalmente fue descartado y llevado hasta Japón para su Tokyo DisneySea.
La aeronave quedó en tierra de nadie y se decidió ceder finalmente al Evergreen Aviation & Space Museum, el lugar donde descansa ahora esta formidable y despampanante obra. Convertida en meme para la población general, lo cierto es que sigue siendo una nave a reverenciar por la comunidad de aviadores e ingenieros aeronaúticos.
En un último viaje que se alargó durante 138 días por la necesidad de esperar a los cambios de las mareas para que su superficie pudiese pasar por debajo de los puentes, el Spruce Goose llegó a su destino final en 1993.
Por otro lado, las inmensas instalaciones que lo guardaban durante su estancia en Los Angeles son ahora unas oficinas de Google después de haber servido como piscina gigante en la que rodar Titanic. No habría estado mal que la justicia poética nos hubiese llevado de nuevo hasta Microsoft, pero casi.
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