Siempre he sido un jugador de PC. Desde las primeras aventuras gráficas de LucasArts a los juegos de estrategia de Westwood y Blizzard. Del primer 'Doom' o 'Duke Nukem 3D' a las largas noches jugando a 'Quake II'. De todos los juegos, en definitiva, dignos de ser jugados en PC.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar hace unos años. La cada vez mayor complicación de las instalaciones, unido a los altísimos requisitos y, sobre todo, las engorrosas protecciones anticopia empeñadas en amargar la vida de los usuarios originales, terminaron por derivarme hacia las consolas. Y me consta que no soy el único que tomó esta decisión, como han apuntado otras noticias.
El mercado de videojuegos para PC ya no es lo que era. Unos lo achacaran a la piratería, a la comodidad del jugador actual, o a la potencia con que cuenta cualquier consola moderna. Pero en definitiva, lo que para mi supuso el cambio de plataforma es la constatación del triunfo de las consolas sobre el PC..
Los factores eran múltiples. Y es que aunque enfrentarse a un título de última hornada ha requerido siempre tener un PC potente, lo cierto es que en aquel entonces la necesidad de actualizarse no resultaba tan urgente como ahora si queríamos exprimir al máximo un juego.
No es solo que la mayoría de los títulos funcionaran razonablemente bien con los requisitos mínimos (incluso por debajo de estos) sino que los lanzamientos se cuidaban mucho más, tanto en la calidad de las ediciones como en su presentación.
Y es que en aquel entonces, un PC era una máquina capaz de sacar los colores a las consolas de la época. Si bien es cierto que, por ejemplo, era difícil encontrar un plataformas decente en un ordenador de sobremesa (quizá 'EarthWorm Jim' fuera una de las pocas excepciones), mientras Mario y Sonic campaban a sus anchas en las plataformas de la época, otros muchos géneros no tenían rival, por más que las consolas se empeñaran en sacar versiones chapuceras de 'Doom'.
El mercado del PC contaba a su favor no solo con la potencia gráfica, sino con multitud de pequeñas desarrolladoras entregadas y un catálogo casi infinito entre el que escoger. Y es que otra de las grandes bazas del PC es su extrema retrocompatibilidad, ya que cualquier equipo con Windows 95 o 98 podía ejecutar juegos de MS-DOS anteriores a la década de los 90. Es cierto que a veces daba algo de trabajo lograrlo (que levante la mano el que no tuviera un diskette de arranque para poder jugar a 'Simon the Sorcerer') pero era posible al fin y al cabo.
La otra gran baza era, por supuesto, la posibilidad de usar teclado y ratón. El esquema de control por antonomasia para FPS o juegos de estrategia, como bien ha dicho en múltiples ocasiones el propio John Carmack.
Sin embargo, las consolas poco a poco aprendieron la lección. No solo incrementaron su potencia y simplificaron el acceso a géneros impensables en un principio, sino que lo hicieron de forma más cómoda para el usuario. El punto determinante fue la introducción de los dos joysticks analógicos como sistema de control, lo que abría la puerta al género de los FPS, hasta entonces practicamente vetado debido a lo dificl que era manejar a la vez la cámara y el movimiento del personaje con un gamepad (con honrosas excepciones, como el magnífico 'Goldeneye' para Nintendo 64).
Así pues, vencido este último escollo, las consolas comenzaron su imparable ascenso y conquista del mercado. Por el camino, es cierto que el PC cometió varios errores. El primero fue la desidia de algunas desarrolladoras, que en lugar de optimizar el código de los juegos preferían elevar sus requisitos de funcionamiento aceptable.
El segundo fueron las nuevas protecciones anticopia. Esto no era nada nuevo para los usuarios, acostumbrados a los imaginativos sistemas incluidos en los juegos de LucasArts o a la búsqueda de escudos en el manual de 'PC Futbol'. Pero esta vez, las protecciones anticopia eran programas incluidos en el propio disco. Y se volvieron especialmente molestas, llegando a frustrar, como he dicho, a muchos usuarios originales.
Por ello, yo mismo, y otros muchos jugadores, comenzamos a volver la vista hacia las consolas. Primero fue tan solo para algunos géneros (juegos de aventura en tercera persona, títulos arcade) pero finalmente, cada vez, ante la perspectiva de títulos existentes en ambas plataformas, acababa por adquirirlos para consola. Por evitar instalaciones, problemas de configuración, drivers y quebraderos de cabeza.
Y así, el PC quedó relegado a unos pocos juegos. Algún que otro título comprado en 'Steam', como el incombustible 'Counter-Strike: Source' o los juegos de estrategia de Blizzard. En todo lo demás, he traicionado al PC, mi plataforma de juego primordial durante los últimos quince años. Y lo peor es que no me arrepiento.
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