Estáis viendo bien, lo que encabeza estas líneas son píxeles como puños. Retales de un pasado que, hoy a algunos les asusta, pero son el vivo reflejo de una época en la que los juegos se valoraban por la diversión que producían y no por los poros de la piel que mostraban sus gráficos.
Para los que no lo conozcáis, os presento a ‘Alley Cat’, uno de los juegos más adictivos que tuve la ocasión de probar en mi infancia y que ahora rescato para gozo memorial de muchos de vosotros.
Si los jugadores le debemos algo al universo, sin duda alguna apostaría por la época de finales de los setenta y principios de los ochenta. Fue justo en ese momento cuando el éxito del píxel comenzó a forjar nuestro destino actual.
Por aquel entonces el fenómeno ‘Pong’ ya había revolucionado el mundo y al son de sus, ahora para algunos, estridentes “bip bip”, empujó a las compañías a un nicho de mercado aún por explotar.
Era la época del reinado de Atari, el éxito de CollecoVision, el nacimiento de títulos como ‘Space Invaders’, ‘Pitfall’, ‘Frogger’, ‘Asteroids’, ‘Donkey Kong’ y muchos más, que sentaron las bases de todo lo que actualmente podemos disfrutar en nuestras pantallas.
Debido a la falta de medios, el éxito de unos y el soberano morro de otros, no tardaron en aparecer numerosas copias de todos ellos, algunas calcadas en todos los sentidos y otras que, por suerte o por desgracia, eran tremendamente malas.
Pese a ello, también hubo compañías que decidieron crear sus propias franquicias. Cogieron las bases de algunos juegos y las modificaron creando así obras de calidad notable, poniendo en marcha la maquinaria de la industria del videojuego.
‘Alley Cat’ es uno de los títulos que se encuentran en ese último saco. Nos ponemos en la piel de un gato callejero que debe colarse en las casas mientras se alimenta de todo lo que encuentra a su paso. Ratas, pájaros, peces y hasta helechos, serán nuestros objetivos si queremos llegar a conseguir la máxima puntuación.
En la primera parte del juego (la imagen que encabeza estas líneas) deberemos de escalar, primero los cubos de basura y después entre los tendederos, con la intención de colarnos por las ventanas mientras nos zampamos unos cuantos ratones.
Si habéis visto el juego en movimiento podréis apreciar como, guardando las distancias lógicas, este esquema se asemeja bastante al visto en ‘Frogger’, título que sirvió de inspiración Bill Williams para realizar este ‘Alley Cat’.
Si en la aventura de la rana que cruza la autopista debíamos de esquivar los coches y saltar entre los troncos, en esta ocasión deberemos de esquivar un perro que se pasea por el nivel inferior, para luego ir saltando de tendedero en tendedero mientras evitamos los objetos que nos lanzan desde las ventanas.
A partir de aquí cada habitación es un mundo totalmente distinto. Cazar ratones en un queso sobredimensionado, meternos a bucear en una pecera, esquivar arañas mientras trepamos por una librería, romper una jaula para poder cazar al pájaro que se encuentra en su interior…
Una serie de minijuegos que nos permitían subir nuestra puntuación y nos daban paso a una fase bonus. En ella, debíamos ascender por una escalera de corazones mientras esquivábamos a otros felinos y unas flechas bastante puñeteras que nos lanzaban unos cupidos.
Tras ello llegaríamos hasta la plataforma superior, donde besaríamos a una gata, duplicábamos la puntuación, nos daban una vida y vuelta a empezar todo con dificultad superior.
Uno de los grandes aciertos de ‘Alley Cat’ fue el hecho de no mostrar un final al usuario. El único momento en el que se acababa la partida era cuando tu destreza y habilidad con los mandos no daba para más.
Al besar a la gata te daban otra vida, la velocidad se aceleraba hasta un punto que se hacia incontrolable, y así una y otra vez.
Lo curioso del tema es que, lo que a día de hoy a muchos les parecerá una bazofia, en el pasado llegó a causar peleas por ver quién se agenciaba el mando y superaba la puntuación del viciado de turno.
Algunos pensarán que, al no haber otra cosa, nos conformábamos con poco, yo de lo contrario confío en que alguna compañía haga una revisión del clásico ‘Alley Cat’, lo lance en PSN, Xbox Live Arcade o WiiWare, y me enganche tanto como éste.
Pese a ser un título aparecido en 1984, para recuperar mi primera experiencia con ‘Alley Cat’ debemos remontarnos hasta 1991. Fue por aquella época, a la temprana edad de cuatro años (lo que explica los vagos recuerdos y el encumbramiento que le tengo al juego), cuando una tarde lluviosa de domingo mi padre decidió cambiar los típicos puzzles por desempolvar su antigua Atari. Y que maravillosa idea tuvo.
Aquella tarde supuso para mí el comienzo de una afición que me llevaría hasta el momento en que escribo estas líneas. Después vino la GameBoy, los disquetes de 3½ con juegos y virus, y la colección de consolas que se fueron sucediendo con los años.
Pero el primer videojuego que tuve en mis manos, aquella imagen mágica que salía de la tele inundando la oscuridad de la habitación con colores pasteles, siempre será la de ‘Alley Cat’. Un título que no habrá influido en la industria lo mismo que ‘Arkanoid’ o ‘Pac-Man’, pero que, sin quererlo, hizo aflorar en mí una afición que aún perdura.
Para los que por edad o por otra razón no pudieron llegar a probarlo, o recuerdan el título y les gustaría rememorar batallitas pasadas, les animo a hacerlo en el siguiente link:
Os dejo también con un vídeo del título en cuestión. Creo que su musiquilla no se me borrará de la cabeza en unos días.
Vídeo | Youtube
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