Siempre que tengo un mal día, sigo tres reglas que me funcionan a la hora de elegir un videojuego para evadirme: nada de multijugador, tareas sencillas y música relajante. Puedo asegurar una tasa de éxito de casi el 100%, aunque obviamente tienes que estar predispuesto a jugar algo cozy o relajante.
Así he descubierto joyas que me han dado largas sesiones de paz como Lake, Unpacking, Firewatch y Door Kickers... Este último entra por los pelos porque no es precisamente cozy, pero me funciona. También suelo acudir a No Man's Sky, aunque no siempre consigo el resultado deseado porque me acabo obsesionando con cualquier cosa y sobrepasado por lo absurdamente enorme que es la experiencia.
Tareas sencillas y música relajante, no falla
Mi mes de octubre no está siendo el mejor de 2024, por decirlo de alguna manera. El regreso a la lectura con el libro Horus, Señor de la Guerra (La Herejía de Horus) de Warhammer 40K debía ser mi vía de escape, pero retomar el hábito está siendo más difícil de lo que esperaba.
Así que he regresado (a ratitos) al videojuego que considero mi Fortaleza de la Soledad oficial y definitiva... al menos hasta nuevo aviso. Va camino de cumplir la década, tiene dos secuelas y hasta versiones para móviles. Estoy hablando del maravilloso Poly Bridge de Dry Cactus. Ni el segundo ni el tercero, sino el original y genuino.
Ni siquiera Unpacking consiguió transmitirme tanta paz y serenidad como lo lleva haciendo Poly Bridge (a ratos pequeños) a lo largo de casi una década. Sigue las tres reglas a la perfección, al menos si consideras sencilla la tarea de construir puentes en un videojuego. Para mí desde luego que lo es. Y la ironía de que lleve días siendo un pilar importante de mi salud mental se cuenta sola.
Lo cierto es que Poly Bridge me permite activar el modo avión mental, apoyar la cabeza en mi puño (por la mejilla) y construir puentes tan solo utilizando el ratón con la mano derecha. Se puede utilizar la izquierda con algunos atajos del teclado, pero nada que vaya a quitarte demasiada energía. Al fin y al cabo, se trata de construir puentes mediante un sistema de construcción por cuadros o puntos.
Tus únicos adversarios durante la experiencia son las leyes de la física y el presupuesto, aunque puedes tomarte este último como una mera sugerencia. Te puedes poner tan creativo como quieras. Si bien los niveles se van complicando a medida que avanzas, jamás tendrás un ápice de presión por terminar. ¡Menos en el número de intentos! Puedes ver caer los coches tantas veces como haga falta... y no pasa nada. Nadie se va a quejar... y mucho menos hay penalizaciones.
Casi siempre intento hacer construcciones coherentes y bonitas, pero estos días he jugado bajo la ley del mínimo esfuerzo: hacer lo justo y necesario para que los coches pasen de un lado a otro. Ni una pieza de más. Porque la intención era que no había intención, al menos no más allá de completar el nivel. Tareas simples. Victorias simples. Paz y tranquilidad.
Estoy seguro de que Poly Bridge no es la panacea de este octubre nefasto. Ni tampoco creo que vaya a ser la herramienta que me permita amueblar de nuevo mi mente. Pero sí tengo claro que es un lugar al que puedo acudir para descansar y centrar mi mente en una tarea sencilla: hacer que los coches pasen de un lado a otro. Y en cuanto publique el análisis de New World: Aeternum, quiero meterle mano a Tiny Glade.
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