Estábamos todos frotándonos las manos. Por fin, después de todos estos años, después de dejarnos la vista en pantallas pequeñas, íbamos a tener la oportunidad de jugar a un ‘Pokémon’ clásico en pantalla grande. Un juego sin rarezas, adaptado a los tiempos que corren en lo visual pero llevando a sobremesa el estilo que desde hace años disfrutamos en portátil.
Comprensible que algunos se hayan quedado de pasta de boniato tras ver ‘Pokémon Quest’ y las dos versiones de ‘Pokémon Let’s Go!’ para Nintendo Switch. El primero, probablemente la idea más rocambolesca que haya tenido nunca la saga. El segundo, un cebo para los que se engancharon a ‘Pokémon Go’ que abandona gran parte de la gracia de la saga principal. Y pese a ello algo que no necesariamente es mala idea.
El objetivo detrás de Pokémon Let's Go! y Quest
‘Pokémon Quest’ parece una llamada de atención a aquellos niños que estuviesen más pendientes de ‘Minecraft’ que de ‘Pokémon’. El problema, como suele ser habitual, es que Nintendo llega a estas cosas con un poco de retraso, y lo de los juegos con aspecto de cubo al estilo ‘Crossy Road’ está ya más que olvidado.
Pero oye, está ahí, se puede probar de forma gratuita para ver si te convence y, si de alguna forma recupera el espíritu de las entregas ‘Pokémon Mundo Misterioso’, puedo ver a más de un crío enganchándose a la idea. Ya me extrañó que ocurriese con esa citada saga y al final tuve que comerme mis palabras viendo a mi hermano pequeño día tras día con una de sus primeras entregas.
‘Pokémon Let’s Go!’ es exactamente lo mismo pero persiguiendo el éxito de ‘Pokémon Go’ y su base de jugadores. Un juego que sirve como puente entre el popular título para móviles y las entregas más conservadoras, con elementos de uno y otro juego que ayuden a llevar al público en ambas direcciones: el de móvil a por algo con más cara y ojos, al de toda la vida a que se meta de lleno en el de móvil para conseguir más bichos.
La jugada tiene los mismos riesgos que en el caso anterior. Se están dando por hecho muchas cosas desde Nintendo y, aunque la idea es buena, conseguir que el jugador de un free-to-play se compre una Switch de 300 euros y un juego de 50 es ser especialmente optimista. Con ‘Pokémon' nunca se sabe, claro. Esto puede petarlo fuertísimo de la noche a la mañana (más aún si hay un mando Pokéball de por medio). Pero al menos parece el movimiento más adecuado para perseguir ese objetivo.
Un camino incómodo, pero necesario
Al final, lo importante, es que todo este berenjenal está montado para arrastrar el mayor número de usuarios posibles a Switch y, de rebote, a ese ‘Pokémon’ más tradicional que debería llegar a la consola de Nintendo en 2019. Hemos perdido un año por el camino, sí, pero más vale hacer la cosas bien y que el desarrollo se alargue un poco más.
Pese a ello habrá algunos que seguirán enfurruñados, cabreados porque ‘Pokémon Let’s Go!’ no sea el juego que esperaban o, como ya vaticinan algunos, que eso sea el fin de los juegos de ‘Pokémon’ tal y como los conocemos (pese a que ya han asegurado lo contrario desde Game Freak).
Así que vamos a intentar sacarle el lado bueno a la situación. Olvidemos por un momento lo que hemos visto de ‘Pokémon Let’s Go’ y, aunque sea difícil, imaginemos el futuro post apocalíptico que nos habría venido a la cabeza si lo único que tuviésemos de él fuesen sus puntos clave:
- Nuevo juego de Pokémon completamente distinto a los anteriores.
- Capturas más fáciles.
- Basado en Pokémon Amarillo.
- Sólo con los Pokémon de Kanto (y algunas transformaciones de Alola).
- Compatible con Pokémon Go.
A mí me sueltas eso, así sin paños calientes y sin ver ni vídeos ni imágenes, y empiezo a olerme lo peor. Admitámoslo, de experimentos así podrían haber salido atrocidades monumentales, y sin embargo ‘Pokémon Let’s Go!’ no tiene en absoluto mala pinta. Me habría sumado a la turba de no saber que hay un juego clásico para el año que viene (¿lo veremos en el E3 y por eso se ha adelantado este anuncio?), pero sabiendo qué planes tiene Nintendo para el futuro de la franquicia, será un buen pasatiempo para aguantar hasta lo gordo.
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