Cuando Unánimo llegó a mis manos para hacer unas primeras impresiones con el juego de mesa de Zacatrus y BrainPicnic, no podía ni imaginar hasta dónde iba a convertirse en un pozo de rarezas y curiosidades de las que tanto me gustan.
A primera vista parece uno de esos típicos party games que llevamos jugando desde hace eones, pero tan pronto te pones a compartirlo en familia empiezas a entender de dónde le viene el éxito a sus creadores y, sobre todo, por qué Unánimo sigue siendo un juego imprescindible 35 años después de su lanzamiento inicial.
Los Coster, unos creadores para enmarcar
De la mano de una nueva edición sobre la que nos detendremos un poco más adelante, mi irrefrenable necesidad de detenerme a investigar quién está detrás de cada juego me hizo saltar hace unos días a la madriguera del conejo de Theo y Ora Coster, los creadores de Unánimo.
Lejos de ser unos diseñadores más, la historia de los Coster me descubrió a una pareja entrañable cuyos inicios nos llevan, de la mano del propio Theo, hasta la ocupación nazi en Amsterdam poco después de empezar la Segunda Guerra Mundial. Allí, bajo su nombre original, Maurice Simon Coster, nuestro protagonista de hoy compartía colegio y amistad con otro nombre que probablemente os suene más: Ana Frank.
El Maurice que aparece en el diario más famoso de la literatura es él, sí, y a diferencia de su compañera consiguió esquivar la persecución nazi manteniéndose oculto por una familia holandesa y cambiando su nombre de pila por el de Theo. Un nombre que mantuvo tras acabar la guerra por ser, en cierta medida, lo que le había salvado la vida.
Al crecer, Theo dejó Holanda y se fue a vivir a Israel, donde conoció a su mujer Ora y donde ambos han vivido desde entonces dando forma a una ilusión común, crear juegos que puedan disfrutarse en familia. Ejemplos de hasta qué punto lo consiguieron hay muchos, y probablemente te suenen juegos como Atrapa al Ratón, Hocus Pocus o Elefun, pero si hay algo por lo que se les recordará con especial énfasis es por ser los artífices del mítico ¿Quién es quién?
11 años después de aquél espectacular pelotazo de 1979, los Coster darían forma a otro juego que, aunque menos famoso que una revolución como aquella, también consiguió convertirse en un gran éxito con varias ediciones que, lamentablemente, no llegaron nunca a nuestro país. Hasta ahora.
Unánimo ha sido una gran sorpresa
Unánimo es uno de esos juegos que, por lo simple de su idea, resulta alucinante que pueda llegar a ser tan divertido. Con una serie de cartas con un arte de lo más entrañable, lo que nos propone este juego social de 3 a 8 jugadores es que intentemos coincidir en el mayor número de palabras posibles que se nos ocurran.
A diferencia de Scattergories, también de 1988 pero creado en la otra punta del mundo, aquí en vez de utilizar un dado para escribir a partir de él lo que utilizamos son esas propias cartas para presentar un concepto desde el que todos debemos partir.
Deberemos, por ejemplo, buscar palabras que podamos asociar a Granja sin crear palabras derivadas ni escribiendo sobre cosas que aparezcan en el dibujo. Dependiendo del número de participantes con los que coincidamos, ganaremos más o menos puntos. Si nos quedamos sólos con nuestra palabra, no puntuaremos nada.
Lo suficiente ágil para que las partidas no se alarguen más de 20 minutos, y también lo bastante divertido para que ese contador de tiempo se multiplique durante toda una tarde, Unánimo es uno de esos juegos de mesa que triunfará allá donde vaya sin importar los participantes que tenga delante.
La edición que por fin nos permite disfrutar de este mítico juego en esta parte del mundo es uno de esos ejemplos en los que la simpleza de la idea no necesariamente tiene que traducirse en la simpleza de sus acabados. El gramaje de las cartas es el perfecto y la idea de incluir varias pizarras y rotuladores borrables hacen que jugarlo sea lo más cómodo posible.
Unánimo-Juego de Mesa