Me he visto obligado a esconder este juego porque mis hijos no quieren jugar a otra cosa

Pese a que en casa ya estamos en ese punto en el que empieza a hacernos falta una nueva estantería para poder guardar todos los juegos de mesa que tenemos, en vez de ir apilándolos uno encima de otro, hay uno que siempre está a mano por los buenos ratos que nos entrega: Draftosaurus.

Marcado para ocho jugadores aunque en casa mis críos llevan disfrutándolo desde que tienen los seis, Draftosaurus es uno de esos juegos que tengo que esconder de vez en cuando porque, tan pronto lo vean, no querrán jugar a otra cosa. Esto, que a ojos ajenos bien podría parecer un problema, en realidad es una bendición.

Vicio para toda la familia

No es fácil sacar a los críos de las mismas dinámicas porque en realidad adoran la repetición. Es la misma razón por la que ven una misma película una vez tras otra hasta aprenderse canciones y diálogos. Con cada nuevo visionado aprenden algo nuevo sobre la historia que antes habían pasado por alto, crean un vínculo con sus personajes y su cerebro desconecta cada vez más.

La misma película repetida una y otra vez les aporta la seguridad de saber a qué se están enfrentando y los permite relajarse más frente a sorpresas imprevistas. Con sus aficiones pasa exactamente lo mismo, y justo ahí es donde entra la importancia de Draftosaurus.

Si bien es cierto que lo que antes considerábamos un problema al final es la causa por la que quieren jugar a esta creación de zoológicos de dinosaurios en vez de a cualquier otro juego, en realidad es de lo más útil porque en familia nos ayuda a romper dinámicas con la misma facilidad.

Si se han pasado la tarde del sábado saltando de Minecraft a Pokémon y de ahí a Fortnite, Draftosaurus es siempre la excusa perfecta para que la tarde del domingo cambien el chip, les apetezca jugar a un juego de mesa y, de ahí, cuando ya han hecho ese cambio y de repente les apetece más el nuevo plan que cualquier otra cosa, puedas saltar a un nuevo juego.

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Cómo se juega a Draftosaurus

Con todo esto en mente uno podría llegar a pensar que Draftosaurus es sólo un juego para niños y, aunque es lo suficientemente accesible para que puedan disfrutarlo de tú a tú con los adultos, lo cierto es que en realidad es una propuesta igual de válida si no hay críos cerca.

Mediante un mapa a lo Jurassic Park con siete cercados distintos y un buen puñado de figuritas de distintas especies de dinosaurio, la idea es que vayamos colocando cada tipo de bicho en una zona diferente para poder alcanzar más o menos puntuación en base a la estrategia que hayamos utilizado.

Hay zonas en las que sólo puedes poner dinosaurios del mismo tipo, otras en las que todos deben ser distintos, otras en las que puntúas por parejas… La clave está en que los dinosaurios que robas no son los que vas a mantener durante el resto de la partida, sino que en cada turno deberás quedarte con uno y pasarle el resto al siguiente jugador, entrando ahí una divertida estrategia en la que no debes tener en cuenta sólo lo tuyo, sino también lo que le pasas al resto de jugadores.

Sumando a esa dinámica un dado que tirará el jugador inicial de cada ronda para limitar dónde pueden poner el resto sus dinos, Draftosaurus se convierte en uno de esos juegos en los que la estrategia que tienes en tu cabeza se va a tomar viento cada dos por tres, obligándote a adaptarte a cada situación y a sacar lo mejor de cada mano que te llega.

Partidas de poco más de un cuarto de hora, unas mecánicas que se explican en un par de minutos, y dos tableros para ir variando de partida a partida evitando que se haga pesado, convierten a Draftosaurus en uno de esos juegos ideales para sacar cuando la gente no parece muy dispuesta a jugar o cuando quieres tenerlos entretenidos mientras preparas algo más laborioso para la siguiente partida.