En los últimos tiempos estamos asistiendo a una postura más abierta con respecto a los exclusivos por parte de las compañías. El ejemplo más claro es el de Microsoft, cuyos juegos están todos disponibles en PC, y algunos incluso en otras consolas. Sony también ha dejado caer que podría lanzar sus títulos en ordenadores. Pero, ¿qué hay de los nuevos participantes?
Igual que he dicho que las exclusividades son cada vez más abiertas, también estamos viendo ejemplos de todo lo contrario. El caso más flagrante quizás es el de Epic Games Store, infame por la ferocidad con la que se hace con nuevos títulos exclusivos a golpe de talonario, incluso cuando ya estaban anunciados para Steam.
Sobre el papel no es tan importante. Si quieres jugar a Borderlands 3 en PC, por ejemplo, tan solo tienes que utilizar otro cliente distinto al de Valve. Le faltan muchas características básicas, y es cierto que a día de hoy ya tendrían que haberlas implementado, pero mientras puedas jugar, al final eso da igual. El quid de la cuestión está en otro lado.
¿Qué significa que un juego sea exclusivo?
Tim Sweeney defendió sus exclusividades porque decía que quería cambiar el status quo establecido por Steam. Hacer que ese 70% de beneficios que se llevan ahí los desarrolladores dejara de ser un estándar en favor del más suculento 88% que sacan de Epic. Eso está bien, es un gran avance porque los estudios merecen más ganancias, pero en realidad solo sirve de algo para los indies, que suelen tener menos seguridad financiera.
Personalmente, no me voy a alegrar muchísimo si una multinacional como Ubisoft puede ganar un 12% más. Sobre todo, porque al final ese aumento es lo de menos, lo que interesa es la pasta que ha soltado Epic de antemano por comprar esa exclusiva.
Casey Explosion sostenía en este artículo que las compras de exclusivos por parte de la compañía de Fortnite son una estrategia monopolista. No quieren ser la alternativa a Steam, que sería lo ideal (no siento mucha simpatía tampoco por algunas de las prácticas de Valve, y le vendría bien algo de competencia), sino que quieren eliminarla poco a poco del mercado. Con las exclusividades obligan a los jugadores de PC a usar su tienda y su cliente, y de momento ni siquiera ofrecen un servicio mejor. Pero si el juego solo está ahí, no queda otra.
Todo esto nos lleva a Google Stadia. Medios como Forbes están criticando que la plataforma de juego en streaming no tenga suficientes exclusivos. De momento solo conocemos dos: Orcs Must Die! 3 y Gylt. El primero solo temporalmente y el segundo, por ahora, no sabemos si lo será también. Es verdad que aún no sabemos si habrá más, y que no parecen los pesos pesados que cabría esperar ver como buques insignia de una plataforma, pero es que esa es la concepción de exclusivos que las compañías llevan años creando.
Nintendo produce sus propios juegos, es normal que quiera venderlos solo en sus consolas, pero al mismo tiempo, esa es la razón por la que casi nunca bajan de precio. Saben que, si quieres jugarlos de forma legal, la única manera es pasar por el aro. Las exclusividades crean competencia, desde luego, pero es una competencia que juega con el consumidor.
Crean la ilusión capitalista de que tenemos donde elegir, aunque en realidad nos están obligando a tirar hacia un sitio u otro. Si me preguntas a mí, la buena competitividad se encuentra en saber ofrecer los mejores servicios y prestaciones. En teoría, Google promete eso.
Stadia apunta a ser un entorno en el que las barreras del hardware se han evaporado. Cualquier persona, sea en el dispositivo que sea, podrá jugar a lo que quiera gracias a la tecnología de la nube. Inmediatez y accesibilidad para todo tipo de consumidores; ahora bien, que funcione tan bien como dicen o no, ya es otra cosa.
Siendo ese su discurso, me escama que hayan recurrido a la táctica de los exclusivos, aunque solo sea a pequeña escala. Envían un mensaje contradictorio: ¿no se supone que quieres eliminar las fronteras entre sistemas? ¿Por qué restringes los juegos a tu plataforma entonces?
Todo el marketing de Google va destinado a las posibilidades que ofrecen, a hacernos ver que es algo completamente revolucionario (aunque todavía falte mucho para que eso se imponga, pero hay que empezar a dar pasos). Los exclusivos están fuera de lugar porque lo que nos venden es el servicio.
Imagino también que si los únicos que tienen son esos dos es porque proceden de estudios pequeños que necesitaban financiación. Google es una primeriza aún en esto del hardware para videojuegos, que además es completamente distinto a lo que ya existe, por lo que no tendrá una infraestructura de estudios first party tan asentada como el resto de compañías.
Cabe destacar que las exclusividades en Epic no son equiparables a las que pueda haber en consolas. A Deep Silver no le importa tanto cederles Metro Exodus en PC porque igualmente lo van a vender en PS4 y Xbox One. Al fin y al cabo, es solo una trifulca entre tiendas digitales para una misma plataforma. En ese sentido, cuesta creer que Google pueda comprar exclusividades de tal calibre a empresas third party, ya que eso eliminaría de la ecuación las potenciales ventas en el resto de plataformas. Aunque claro, estamos hablando de Google, así que nunca digas nunca.
Al final es lo de siempre: el capitalismo
El objetivo de un exclusivo sigue siendo el mismo: forzarte a jugar en su plataforma. Los juegos son el activo más importante de cualquier sistema, por eso la guerra tiene lugar ahí.
La parte buena es que ofrecen una cierta seguridad a los estudios pequeños, como pasó hace poco con la exclusividad de Ooblets en Epic. Sin embargo, segmentan el mercado en pos de una competitividad agresiva cuyo objetivo no es ofrecer el mejor servicio posible, sino desbancar al resto.
Muchos pueden argumentar que es lógico y comprensible que las empresas barran para su propia casa, que es lo que por definición tienen que hacer. Esa competitividad funciona dentro del capitalismo voraz porque es un sistema basado en arrasar con los demás hasta que solo quede el más grande (véase Disney). Pero el sistema en sí, como explica Jim Sterling en este vídeo, es incorrecto. Hay competitividad hasta que se crea otro monopolio, y no debería ser así.
Google está tanteando el terreno, realizando avances tímidos para ver qué tal funcionan. Si el público no se queda por el servicio de Stadia, lo más probable es que anuncien más exclusivos para así retener a los jugadores. Su idea per se es quizás demasiado grandilocuente, y llevada a sus últimas consecuencias, también podría generar dinámicas monopolistas (esa noción de acabar con las consolas). Hay otros problemas de los que preocuparse, pero eso ya es para otro momento. Sólo el tiempo nos dirá si Stadia consigue ser lo que se propone o no.
Como apunte final, me gustaría mencionar de nuevo a Microsoft, compañía que se está acercando a los exclusivos de otra manera. Hace poco dijeron que sus futuros juegos no saldrían en otras consolas, pero aun así estarán disponibles tanto en Xbox como en PC, porque a lo que aspiran es a vender un servicio, y es el Game Pass.
Los exclusivos son un mal necesario al que tienen que agarrarse de momento. Tenían sentido cuando todos los fabricantes de consolas ofrecían más o menos lo mismo, pero ahora está apareciendo distintas alternativas y enfoques que nos sugieren que la industria va cambiando.
Yo soy el primero que va a donde están las exclusividades, sin ir más lejos. Aunque el servicio de la compañía de Redmond me parezca el mejor, muy a mi pesar no tengo una Xbox One. He tenido que comprarme una PS4 y una Switch porque son las que tienen los títulos que me interesan, y si quiero jugar a los de Xbox, lo hago en PC. Pero al menos en eso último he podido elegir, en vez de sentir que me han obligado.
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